La explosión fue épica para los dos ratones. Al ser tan pequeños la explosión se vio más espectacular ante sus ojitos negros. Pascal entendió a Nerol y su afición por las explosiones, y Nerol se quedó anonadado ante semejante poder destructivo. Deseó comunicarse con el medio muerto para que le enseñe a fabricar una bomba que pueda causar una explosión de tal magnitud.
Nerol sería el ratón más feliz del universo si tuviera un explosivo de semejante calibre.
Su bomba estaba hecha con puros ingredientes que pudo encontrar en la casa de la joven Angie, la chica con la que se fue a vivir. Era poco probable, por no decir imposible, que la bomba tuviera tanto poder. Si Pascal no se entera entonces no le iba a afectar.
—Nerol, mira.
Ambos ratones vieron como el pasto retrocedía, se hundía y dejaba salir los cadáveres en descomposición.
—¿Qué crees que signifique?
—No lo sé. Tal vez el árbol perdió el control del pasto. Yo lo veo como una oportunidad, ¿Qué me dices tú?
No era necesario que Pascal le diera una respuesta. Los ratones corrieron por el pasto muerto hasta llegar al imponente árbol, colosal para los pequeños ratones. A Nerol sufrió dolores en el cuello y la cabeza con solo mirar hacia arriba, y aun así no pudo mirar por completo al árbol. Solo pudo ver un tronco verduzco que parecía llegar al infinito.
Un agujero afeaba a la bestia, era donde alguna vez estuvo la bomba de Eduardo Zúñiga. Era un hoyo verde, cuyo interior no dejaba de latir. Dentro se podía ver una carne verduzca y sangrante. En medio había una capa blanca, donde estaban ubicadas las semillas que proporcionaban poderes a cualquiera que las consumiera.
—Pascal, tengo una idea — comentó Nerol.
Pascal estaban mirando hacia arriba. A diferencia de Nerol él no sufrió ningún dolor al hacerlo, y al igual que Nerol no pudo ver por completo la magnificencia del árbol. Los ojos del ratón se enfocaron en otro agujero, en uno que estaba dentro de la frondosa copa del árbol. Era el mismo agujero en el cual el árbol introdujo a Franny.
Probablemente siga ahí.
Definitivamente tenía que seguir ahí.
—Instala la bomba y espera mi señal.
Pascal comenzó a trepar el árbol.
—¿A dónde crees que vas? — preguntó un Nerol desesperado.
—Voy a buscar a Franny. Debe seguir dentro del árbol.
—Amigo — Nerol se sintió muy raro al usar ese término —. Tu repugnante amiga gata está muerta, ¿entiendes? ¿Quién sabe cuánto tiempo estuvo ahí? Ya la habrán digerido o algo peor.
Las palabras de Nerol no lograron convencer a Pascal. Nerol guardó silencio, trató de tomar un poco de aire y pensó en otra estrategia. Una parte dentro de Nerol no quería perder a Pascal.
—Tú viste matar a ese gato. Viste como mató ese árbol, ya sean a los humanos o a los nuestros. Viste lo sanguinario que puede llegar a ser. ¿Tú crees que sería capaz de perdonarle la vida a una gata? Piensa por un momento maldita sea.
Nerol le había puesto mucha emoción a sus palabras. Estaba temblando y se esforzaba por no llorar. Sin embargo Pascal lo miraba como si esas palabras las hubiera dicho en un idioma desconocido, porque Pascal tenía una cara que daba a entender que no había entendido nada de lo que dijo.
—Solo iré tres minutos. Si ha muerto regresaré y podremos activar la bomba.
Nerol se dio un pequeño golpe en la cabeza. Quería golpearse la cabeza más fuerte usando el tronco del árbol. En una situación como esta esperar tres minutos era como esperar tres horas. Era una situación crítica.
—Tres minutos. Eso es todo. Si no te veo activaré la bomba y el árbol explotará contigo dentro, ¿Está claro?
Pascal asintió. No había tiempo que perder así que siguió trepando. Pascal desapareció de la vista de Nerol en menos de un minuto, tenía que admitir que era muy bueno trepando. Para Nerol la espera se le hizo eterna, no solo porque quería hacer estar el árbol de una vez, sino también porque temía que alguien lo descubriera.
Sus miedos se confirmaron cuando alguien le dio un fuerte golpe en la cabeza desde atrás. Nerol vio a dos figuras robustas. Una cojeaba y la otra, la más robusta de las dos, estaba parada firmemente. La figura de Oliver se fue haciendo más clara, este se frotaba el puño rosado.
—Hola Nerol, ¿Nos extrañaste patético pedazo de mierda? — dijo Roberta, quien había ocupado toda su visión.
Lo que más hizo sufrir a Roberta era que la tenían amordazada, no pudo advertirles a los ratones que Pascal los estaba mandando a una misión suicida. Se retorcía e intentaba gritar, pero los ratones la ignoraban. La veían como un bulto. En el caso de Oliver, este si parecía un bulto. Estaba quieto y callado. Jugaba con sus garras para ver que tanto podían arañar la soga que los aprisionaba.
Todos los ratones salieron del sótano por la puerta principal dejándolos solos con Pascal, Nerol y la bomba.
—Sin rencores, ¿De acuerdo? — le dijo Pascal —. Todo esto lo hago por el bien de la manada.
Si Roberta no estuviera amordazada hace mucho que le hubiera mordido la pata.
—En mi caso solo quiero probar mi bebé. Se me presentó una oportunidad y no pienso desperdiciarla — le dijo Nerol —. Siéndoles sincero espero no volver a verlos nunca más en la vida.