Los problemas no paraban de acumularse. Tenía que ayudar a mi amigo.
—¡Franny! — exclamó el árbol, recordándome que todavía tenía que huir de él.
—Aquí estoy — le respondí.
Con un paso furioso terminó de destrozar el techo. El árbol me quiso golpear con sus tentáculos, corrí hacia donde estaban platicando Pascal y Romanov.
—¡Romanov! — grité. Maldita sea: un bicho se metió en mi boca. Falsa alarma, ya me lo tragué —. ¡Deja a mi amigo en paz!
Romanov levantó la cabeza, contento de nuestro reencuentro. Lástima que no podamos quedarnos a tomar un café. Esto no va a durar mucho.
—Oh, Franny. Que alegría de verte. He venido a…
—Bla, bla, bla. ¿Puedes detenerme esto?
Esquivé el tentáculo que venía hacia mí. El grueso apéndice verde golpeó a Romanov y lo mandó volando hasta la casa del vecino chocándose contra un árbol. Cómicamente varias hojas de ese árbol inofensivo cayeron encima de él, cubriéndolo por completo y formando una pequeña montaña de hojas. Tomé a Pascal entre mis dientes, tendrá que acostumbrarse porque no tengo bolsillos.
—¿Qué mierda es eso? — preguntó Pascal al ver al árbol en movimiento.
—Yo que sé. Ese maldito monstruos está lleno de sorpresas. ¿Activaste la bomba?
—No, tu amigo me interrumpió cuando iba a hacerlo. La bomba está dentro del árbol.
¡Me lleva la…! Di la vuelta y rodeé al árbol, esquivando de milagro varios tentáculos que se comportaban como plumeros y me veían a mi como una molesta mota de polvo. Vimos con horror como el agujero se hacía más pequeño.
—Carajo. El árbol se estaba cerrando. Se está recuperando.
Me acerqué más al árbol y metí a Pascal dentro del agujero. Este entró y se chocó contra algo, o alguien.