Diciembre 7/2023
Los primeros rayos del sol se metieron entre las cortinas haciendo que la habitación se iluminara y que Tarana se despertara; ella al ver que ya era un nuevo día se levantó a prisas de su casa y fue directamente hacia la ventana. Cogió las cortinas rojas y las abrió, revelando así un día soleado y hermoso.
– ¡Es un día magnifico e ideal para ir por mi árbol perfecto! –Chilló mientras daba saltos y entraba al baño. Se bañó en un santiamén y camino a su closet a vestirse, buscó entre los percheros hasta que encontró la ropa ideal: jean, blusa manga larga blanca y su chaqueta roja favorita. De los cajones sacó un par de guantes y media afelpas de fresitas y sus botas de tacón grueso rojas. Salió lista de habitación y bajo las escaleras, fue a la cocina y cuando vio que no tenia nada para desayunar decidió ir a la cafetería de su abuela por algo de comer.
Agarró su bolso del perchero y guardando su celular y las llaves de la casa cerró la puerta de su casa. Al bajar del porche la brisa fría y los rayos de sol se encontraron con ella, ella inhaló sonrió feliz. Era diciembre, su época favorita del año y la cual disfrutaba. Había nieve en los andenes y ella gritó al verla, ya estaba pensando en cómo jugar en su patio cuando regresara de encontrar su árbol de navidad.
Veinte minutos después entró por la puerta de la cafetería haciendo sonar la campanilla que indicaba que alguien había llegado, miró la fila algo larga que había y decidió ir directamente a la cocina. Saludó a Jullie, una de las meseras de la cafetería. Al entrar a la cocina se encontró a su madre revolviendo una olla en la estufa y caminó hacia ella.
– Hola, mamá ¿cómo amaneciste hoy? –Se puso de puntillas y dejó un beso en su mejilla.
– Hola, cariño, bien, con trabajo y ¿tú?
– Bien, mamá. Feliz y emocionada por ir por mi árbol –aplaudió ella emocionada.
– Que bueno, Tarita. ¿Por qué no le dices a Marce que te acompañe?
– Anoche la llamé para pedírselo y me dijo que ya tenía planes. Sabes que pronto se acercan las actividades de recaudación de fondos y las novenas y debe ensayar con su banda. Además, sabes que no tengo problema en ir sola –se encogió de hombros y sacó una taza verde de uno de los estantes.
– Le dices a José que me guarde uno, que tu padre irá por el cuando salga de la ferretería.
Tara asintió y le tendió la taza a su madre, quien la cogió y le vertió chocolate caliente. Ella al ver su bebida dejo sola a la mujer con su olla y fue directamente al mostrador de los panes, sacó dos de queso y los puso en un pequeño plato. Agarró su desayuno y fue a sentarse a una de las mesas del fondo para ver a las personas pasar.
Estaba terminando de beber el último sorbo de chocolate cuando alguien se sentó en su mesa, dejó la taza en la mesa y alzo la cabeza. La persona al frente de ella le sonrió.
– Max, que alegría verte.
– Hola, Tarita ¿cómo te trata la mañana?
– Increíble y ¿a ti?
– No me quejo –dijo su mejor amigo.
– ¿Hoy no trabajas?
– Si, pero vine por el pan favorito de Ángel o sino no desayuna –ambos se echaron a reír ante las palabras de él.
– Oh, cierto –dijo ella–. Yo voy para la arboleda por mi árbol.
– Papá ya te tiene candidatos. Sabes que ama consentirte.
– Soy su ahijada ¿qué mas quieres?
– Si quieres te llevo, así demoras menos en llegar.
Ella asintió y agarro la taza y el plato. Fue a la cocina y los lavó. Se despidió de su madre y se encontró con Maximiliano afuera de la cafetería. Dieron unos cinco pasos hasta el auto de él y le abrió la puerta, ella se sentó en el asiento del copiloto y esperó que su mejor amigo subiera hasta su puesto y encendiera el auto.
Tara encendió la radio la voz de Dove Cameron cantando Lethal woman inunda el auto, sonriendo comienza a tararearla. Ella era muy fan de las canciones de Dove y muchas de esas las tenía en su lista para correr.
El transcurso del recorrido la pasaron escuchando música y hablando de trivialidades. Cuarenta minutos más tarde Max aparcó su auto en el parqueadero de la arboleda y bajaron.
– Arboleda Foreman –leyó ella. Entraron al lugar y se despidieron, Max debería llevarle el pan a su hijo y Tara debe ir en busca de su árbol perfecto.
Mientras caminaba iban saludando a todas las personas que pasan por su lado. Algunos eran vecinos, padres de familia y clientes de la cafetería de su abuela. Estaba por doblar a la izquierda cuando escuchó que una vocecilla le decía:
– Maestra Tara –volteó la cabeza y encontró un ex alumno suyo del año pasado.
– Andy, cariño –ella se agachó y lo abrazó–. ¿Cómo estás? ¿Estás solo?
– Bien, maestra. Nop, estoy con mi tío.
– Oh, vaya. No sabía que había venido.
– Llegó anoche ¿quieres saludarlo?
– Quisiera, Andy, pero ando buscando el árbol.
Intercambió algunas palabras con el niño y se despidió prometiéndole que mañana pasaría a saludar a su tío. Siguió con su camino hasta llegar a la caseta donde se encontraba su padrino José. Lo saludó y él la guio hasta donde estaban los árboles que le había guardado.
– Tengo estos tres, cielo –el señor José se los mostró cada uno mientras ella los iba examinando bien. Para ella el árbol de navidad debe ser perfecto, debe sentir una conexión profunda; por eso mientras iba detallando cada árbol sonrió al ver que dos de los tres eran los ideales, solo faltaba ver por cual decidirse.
Se quedó pensando por cuál de los dos decidirse mientras su padrino había ido a entregar un árbol a una familia que había llegado. Tras una exhausta decisión Tara aplaudió y camino hacia el árbol del medio, el elegido. José llegó y antes de que ella pudiera hablar, una voz gruesa y firme dijo a su derecha:
– Escogeremos este árbol, señor José.
Tarana volteó la cabeza y se encontró con un hombre que señalaba SU árbol, ella frunció el ceño y cruzada de brazos dio dos pasos hasta el hombre pelo negro.
Editado: 28.12.2023