El árbol de navidad

Capítulo 2 - Paseo

Diciembre 8/2023

Era viernes. Los días favoritos de Tara en navidad.

Los viernes Tara dormía hasta tarde viendo películas navideñas mientras comía comida chatarra. Había decretado los viernes como sus favoritos cuando de pequeña se fracturó la pierna y no podía salir a jugar con sus vecinos y amigos; aquel día ella estaba lanzándose en su trineo en la pequeña colina de nieve que quedaba a unas cuadras de su casa.

Ese día nevó tanto que habían recomendado no salir de casa, pero Tara estaba tan aburrida que se escapó y tras lanzarse dos veces en el trineo calló y se fracturó la pierna, y gracias a uno de sus amigos pudieron encontrarla. Tras un yeso y un regaño quedó castigada, lo único que podía hacer era ver televisión, ahí descubrió un canal donde daban películas de navidad todo el día y desde entonces esa tradición la sigue al pie de la letra.

Era por eso que ese día Tara se había despertado más emocionada de nunca.

Estaba terminándose de comer unas sopas de pollo frito para ir a la cafetería de su abuela por chocolate y galletas y así instalarse toda la tarde en su casa sin salir hasta el otro día. Lavó los platos y subió a cepillarse los dientes, metió su cartera y celular en el bolso y bajó las escaleras para irse. Le puso la cadena a Boticas y ambos salieron dando brinquitos a la calle.

Tomaron la calle que los llevaría directo a su destino felices.

Tara se puso los auriculares y la voz de Rihanna cantando Work inundó sus oídos. Tarareó la canción animadamente, ella amaba escuchar música, siempre se olvida de su alrededor cuando iba con sus auriculares puestos. En cambio, Boticas iba con la lengua afuera feliz observando su alrededor, les ladraba a los perros que veía saludándolos y a las personas que veía; todo el pueblo conocía al pequeño animal y todos lo adoraban. Tara lo llevaba a todos los lugares a los que iba y así fue conocido por las personas. Cuando iba al parque de paseo jugaba con los niños que se encontraban ahí. Y él adoraba la atención que le daban los demás, era tan mimado y eso lo hacía feliz, pero sobre tomo amaba que le dieran regalos.

Veinte minutos después llegaron a su destino, Tara guardo sus auriculares y apagó la música. Abrió la puerta y comenzó a saludar a todos los que estaban ahí. Le quitó la cadena a su perro y este se fue corriendo a su casita, la cual había sido un regalo de la abuela de Tara; todo para que el perro tuviera su lugar y se quedara jugando ahí sin hacer desastre.

La castaña caminó hasta el mostrador, donde estaban su abuela y su hermana y tras un hola se fue a la cocina –su lugar feliz–. Saludó a los dos cocineros y fue a ver qué hacía su madre.

– Hija mía –le dijo la mujer apenas la vio.

– Hola, mami ¿qué haces hoy?

– Chocolate de fresa, receta nueva –respondió su madre. Tara agarró una taza y se sirvió un poco para probar. Después de decidir que no le había gustado salió de la cocina y se detuvo tras el mostrador para ayudar un rato a su abuela.

Sirvió algunos chocolates y galletas de jengibre. Estar ahí le daba paz, el olor de la comida y las personas alegres le daban felicidad, podía sentir y ver la emoción de cada persona al proba cada platillo, las risas que soltaban con sus amigos o sus familias; la cafetería era un lugar familiar y estaba feliz de ser parte de todo eso.

– Oh, hola, Tara ¿cómo estás? –La nombrada alzó la cabeza y se encontró con una mujer familiar.

– Señora Emeric, bien y ¿usted?

– Bien, cielo. Pero dime Ava –Tara sonrió tensa. Desde que le había dejado de hablar ha Dareck tomó distancia de la familia de él y aunque no los frecuentaba como antes les seguía teniendo cariño; alejarse de ellos le dolió mucho–. ¿Supiste que Dareck volvió? Llegó anteanoche, deberías venir a cenar un día de estos para que se pongan al corriente.

Otro dato sobre la separación de Dareck y Tara como amigos era que su familia suponía que se habían dejado de hablar cuando él se fue a la ciudad, ella jamás dijo la verdad y nunca la diría, no era necesaria.

《¡Maldito Dareck y su regreso!》 –Pensó.

– Gracias, Ava.

No dijo nada más y le despacho las galletas y los postres que la señora pidió.

La señora Ava se despidió y Tara al ver que Max entró en la cafetería fue a su encuentro. Lo abrazó y se sentaron en la mesa que estaba al lado de la casa de Boticas. Le dio una golosina a su perro y se centró en su amigo.

– ¿Cómo van las cosas por la empresa?

– Bien, llenísima. Mi padre tuvo que contratar a otro trabajador porque los que están no dan abasto, cada vez van más personas por árboles. Ha sido la venta más grande de los últimos años, aun no puedo creerlo, hasta Katty nos ha ayudado cuando no está de servicio, y Ángel también ayuda, eh.

– Que bueno, me alegra que tengan tantas ventas. Si necesitan ayuda pueden decirme sin pena –al escuchar las palabras de Tara, Max sonríe.

– No es necesario –este se encogió de hombros–. ¿Viste quién llegó nuevamente al pueblo?

– Ni lo menciones, ese imbécil aparte de aparecer como si nada me robó mi árbol de navidad, no lo maté porque estaba Andy –resopló ella.

– ¿Fue él? Vaya, quien lo iba a pensar. Eso quiere decir que ya se hablan ¿cierto?

– No, eso jamás pasará. Su traición jamás la olvidaré –dijo enojada.

– No sabes qué pasó, nunca lo dejaste hablar, Tarana –sentenció él–. Tienen casi diez años sin hablarse, no puedes seguir así.

– Claro que puedo, y debo.

– No. Y sabes por qué lo digo –la chistó–. Lo amabas y aun así no se lo dijiste, dejaste que tu orgullo te ganara y perdiste la oportunidad.

– Exacto, lo amaba. Tiempo pasado, además, él mismo se lo buscó. Decidió traicionarme en vez de poner nuestra amistad primero y eso nunca se lo perdonaré.

– Si no le diste elección de hablar, terca. Debiste dejar que explicara todo. Y ese cuentico de que ya no lo amas no te lo cree ni Boticas, ¿verdad, negro? –El perro ladeo la cabeza y ladró como si entendiera–. Viste, nadie te lo creo y por más que lo niegues no podrás mentirte. Deberías aprovechar que regresó. Cuéntale que lo amas y tienen su final feliz.




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