El árbol de navidad

Capítulo 8 – Baile

Diciembre 14/2023

Como cada catorce de diciembre, Colby se alistaba para celebrar el baile anual de navidad. Era un baile que el grupo de la comunidad preparaba cada año para recoger fondos y así comprarles a los niños del pesebre y de bajos recursos juguetes para el día de navidad.

En este baile todas las personas del pequeño pueblo de Heredia se unían para celebrarlo. Cada año se hacían grupos de diez personas y a esos grupos les toca hacer comidas, bebidas y bocadillos para vender y así generar ingresos; las tiendas también ponían su pequeño local para vender y ayudar con la recolecta y el grupo musical singing hearts eran los encargados de animar el día.

Toda persona que viviera en el pueblo esperaba con ansias cada catorce de diciembre, todos se levantaban y alistaban temprano para no perder ni un segundo del día.

Y para Tarana este era su tercer día favorito. Su día favorito era navidad y el segundo es el dieciocho de enero –el día que se hizo amiga de Dareck–, y siempre seguiría siendo así. Con una enorme sonrisa salió de su casa, este día en particular había optado por ponerse un jean azul oscuro de botas anchas, una blusa tejida azul que le había regalado su abuela de cumpleaños, sus botas negras favoritas y una chaqueta que había comprado el diciembre pasado; el cabello lo recogió en una cola alta y se aplicó un poco de maquillaje. Agarró su bolso y fue hasta la casa de sus padres para irse con ellos.

Lo único que no le gustaba a Tara del día es que le tocaba dejar a Boticas en casa, ya que no puede estar con él mientras ayuda a vender en el local que le había tocado a su abuela y a su mamá para vender las cosas de la cafetería, sin embargo, le había dejado comida, agua, su juguete favorito y música relajante para que su perrihijo no se sintiera solo.

Suben al auto y el señor Joan –papá de Tara– pone en marcha el auto. Mientras van por las calles ven como ya las personas también se dirigen a la plaza donde se hace el baile navideño; tanto autos como motos y personas caminando van de camino al lugar. Hoy es un día de compartir y de risas. Minutos después llegan a la plaza, Tara y su madre caminan hasta su local, Marcela se va a la tarima para ayudar a su grupo a organizar las cosas de la banda y el señor Joan se reúne con algunos amigos.

– Hola, abuela –saluda la castaña a la señora Lieth, quien está organizando la vitrina de los pastelillos.

– Hola, cielo –ambas se funden en un abrazo.

Entre las tres mujeres organizan las vitrinas, limpian las mesas y las sillas y abren la carpa para que no les pegue el sol.

Todos los locales están organizados y abren sus ventas a las ocho de la mañana, justo cuando la plaza está completamente llena. Las personas se acercan a los puestos que más les llama la atención y van comprando.

La banda de Marcela se sube a la tarima y comienzan a cantar, llenando de ambiente el lugar. Empiezan cantando santa tell me de Ariana Grande, como es una canción muy reconocida todos empiezan a cantarla junto con la banda.

Las personas se van ambientando. El lugar se llena de música, risas y charlas; cada persona está disfrutando a su manera el baile navideño. Las mesas se van llenando de comida y los locales van vendiendo todo.

La tarde por fin va entrando y el sol deja ver sus últimos rayos amarillos, el cielo se viste de rojo y anaranjado, creando así un hermoso paisaje. Los locales ya han cerrado y solo queda la venta de la comida. La banda a cambiado sus canciones y las personas comenzaron a bailar. Las luces navideñas junto con las estrellas iluminan la plaza danzando junto con la comunidad. Como los locales habían cerrado Tara se juntó con su mejor amigo, quien estaba con su esposa y sus padres.

– ¿Dónde me dejaste a mi sobrino, Maximiliano? –Preguntó la castaña.

– Se quedó con la niñera. Dijo que para acá no venia a perder el sueño.

Todos soltaron la risa ante las palabras de Max.

Caminaron por toda la plaza mirando los pequeños puestos de dulces que habían quedado en la plaza vendiendo. Tara al ver un pequeño puesto de algodón de azúcar chilló ni niña pequeña y corrió hasta el puesto. Observó maravillada la variedad de colores que había y al final se decidió por el rosado. Pidió dos y los pagó.

– ¿Quieres? –Le tendió uno a Katty y está lo aceptó encantada.

La plaza se ambientó más cuando la guitarra de la banda comenzó a sonar con los primeros acordes y las personas comenzaron a vitorear alegres al reconocer la canción.

– Personas de Colby, ¿cómo están hoy? ¿se están divirtiendo? –Toda la comunidad gritó emocionada ante las palabras del guitarrista–. Nos alegra que la estén pasando bien y que disfruten nuestras canciones, como todos saben, ya es hora del baile tradicional –todos aplaudieron y asintieron–. Escojan a su pareja y pónganse en posiciones, ¡vamos a empezar nuestro baile tradicional!

A parte del baile anual, Colby había seguido también la tradición de hacer un baile, el cual consistía en coger una pareja, dar dos pasos a la derecha y luego dos a la izquierda y cuando la batería sonaba dos veces los platillos se debía hacer cambio de parejas y hacían los mismos pasos. Era un baile que todo el pueblo se sabía, desde los más pequeños a los más grandes y cada uno disfruta de ese momento.

– ¿Tara, bailas conmigo?

Asintió y le dio la mano a su mejor amigo y juntos se encaminaron a bailar. La guitarra sonó y la voz de Marcela inundó la plaza y todos comenzaron a bailar.

– Ayer hablé con Dareck y me comentó lo que pasó entre ustedes.

– Demoró mucho en decírtelo.

– No nos habíamos visto bien hace varios días y hoy que pasó por la arboleda hablamos –comentó Max–. Y me dijo lo que pasó y lo que quería decir.

– No es de esperar que me contradiga o que tenga una excusa para todo.

– No es excusa, Tar. Tú solo entendiste lo que quisiste y no lo dejaste hablar.




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