Diciembre 17/2023
Arropada en su manta favorita se encuentra Tar, sentada en el sofá de la sala viendo un especial navideño junto con la compañía de un Boticas dormido a su lado mientras toma chocolate caliente con galletas; toda una merienda navideña como le llama ella misma.
Hoy se ha levantado un poco más tarde de lo habitual y ha decidido quedarse en la casa, más específicamente en la sala y ver películas de navidad todo el día. Con la nieve cayendo a borbotones y el gélido frío que invade al pequeño pueblo de Colby han sido la excusa perfecta para hacerse de floja y quedarse en el sofá con su pequeño perro.
Está viendo Intercambio de navidad, la tercera película navideña del día cuando el timbre suena en toda la casa haciendo que Tarana se queje.
>>Quién ha venido a interrumpir mi preciada tranquilidad<< pensó ella suspirando. Bajó el volumen del televisor para que piensen que no está ahí.
– Se que estás ahí, escuché el televisor –escuchó decir a su hermana del otro lado de la puerta–. Ábreme que me estoy congelando del frío. Que hermana tan insensible tengo.
Suspirando se pone de pie y envuelta en la manta camina hasta la puerta, abre y regresa al sofá, esta vez acostándose.
– Hola, Marcela ¿yo estoy bien y tú? –Dijo su hermana sarcásticamente–. Gracias por preguntar, eh.
Marcela miró al televisor y luego a su hermana y suspiró resignada. Conocía tanto a su hermana que sabía que había interrumpido su momento favorito del día.
– Veo que estamos en especial navideño –confirmó Marcela sentándose–. Pensé que estarías haciendo la natilla por eso vine. Quería ver si podía ayu…
– ¡La natilla! –Chilló Tar parándose del sofá y corriendo a la cocina.
– ¿Qué pasa con ella?
– Se me había olvidado –respondió mientras buscaba los ingredientes frenéticamente y los dejaba en el mesón.
– ¿En qué puedo ayudarte?
– Busca en el segundo cajón de la alacena las dos refractarias y ponlas en el mesón, por favor. Gracias.
Marcela al ver a su hermana atareada comenzó a ayudarla a pasarle los ingredientes y hacer lo que ella le pidiera. Era estar en su casa acostada o soportar el martirio de la cocina y para ella es mejor la cocina y ayudar a su hermana.
Juntas pasaron la siguiente hora, mezclando y charlando entre risas. Tarana estaba feliz de tener a su hermana ahí con ella, adoraba a su hermana y sabe que el que esté ahí ayudándola es un pequeño sacrificio. Agradece tanto tenerla en su vida y que vuelva sus días más felices. Hacer la natilla las estaba llevando más tiempo de lo habitual, pero entre charla y charla el tiempo ha pasado rápido y es más lo que disfrutan hablando que haciendo; aunque para Tar hacer una natilla es pan comido, es algo tan sencillo que sabe que en un santiamén la hace.
– ¿Acabamos? –Pregunta su hermana.
– Nop, le falta la canela –dijo Tar–. Está en el segundo cajón de la alacena de arriba, pásamela por favor. El frasco es de tapa negra.
Marcela hizo lo que le dijo su hermana, abrió la alacena, localizó el frasco tapa negra y lo agarró; lo puso al lado de la refractaria donde estaba Tarana echando la natilla y volvió al lava platos a retomar su tarea de lavar las ollas que habían ensuciado. Tarana cogió el frasco que había dejado su hermana, lo abrió y sin olerlo echó la canela encima de la natilla; hizo ese procedimiento dos veces y metió las refractarias en la nevera. Volvió al mesón a limpiarlo y aguardar las cosas que le habían sobrado.
Al ver todo impoluto ambas hermanas regresaron a la sala, sentadas una al lado de la otra comenzaron a comer el improvisado almuerzo que había hecho Tarana para las dos. Unos sándwiches de jamón y queso, algo ligero para apaciguar el hambre. Retomando las películas, pero ahora en compañía de su hermana, Tarana volvió a su rutina diaria de diciembre.
Marcela no era tan fan de las películas navideñas, veía una que otra por tradición; no eran tan feliz como su hermana, sin embargo, decidió quedarse un rato más con Tarana. Ver películas no eran algo que hacían mucho y ya que estaba en casa de ella iba a aprovechar el momento.
***
El reloj marcó las cinco y media cuando Marcela regresó a casa de su hermana.
Le había dicho a Tarana que la acompañaría hoy a la novena y le ayudaría a llevar las natillas, Tar al ver el gran ofrecimiento que le hacia no desaprovechó la oportunidad y de una aceptó. Sabia que esa oportunidad no la iba a tener dos veces y menos de su hermana.
Marcela entró a la casa y camino directo a la cocina, donde encontró a Tar empacando las natillas en su envase de pasta y guardándolas en la bolsa de papel.
– ¿La probaste?
– No. Se me pasó. Allá en la casa comunal lo hacemos con los niños. –Respondió Tar. Juntas terminaron de empacar todo y salieron de casa con dirección al lugar del pesebre.
Como el segundo día de la novena estaba a cargo de Marieth y Elois –ambas eran parte del grupo comunal del pueblo– Tar no estaba tan preocupada por llegar temprano a la casa comunal, sabía que ese dúo tenía todo perfecto para hacer la novena y ella quería preparar bien la merienda que le iban a dar a los niños al finalizar todo y el estar pendiente de la novena no la iba a dejar tener todo listo a tiempo; además, la natilla era lo que le tocaba brindar y no quería dar una mala impresión.
Editado: 30.12.2025