El árbol de navidad

Capítulo 13 – Amigos

Diciembre 19/2023

Después de haberle contado todo detalladamente a su hermana, Tarana subió a bañarse. Ambas irían a pasar la mañana a la cafetería de la abuela.

Marcela había llegado temprano a casa de su hermana a que su hermana le contara todo lo que había pasado con Dareck. Anoche después de la cena Tar solo le había comentado que había estado en el parque con él hablando y como era tarde solo quería irse a dormir y que hoy sin falta le decía todo. Y como Marcela no sabia esperar se levantó bien tempranito, fue a la cafetería por dos desayunos y llegó a casa de su hermana levantándola. El cuento no se iba a contar solo y ella quería cada detalle por más pequeño que fuera.

Tarana algo reacia no quería contarle a su hermana todo, pero al final se desahogó y dijo cada detalle. Uno a uno y todos entre lágrimas.

Ella todavía no creía lo tonta que había sido y como había dudado de él, quien siempre estaba para ella. De su único amigo y en quien más confiaba. Estaba tan arrepentida y decepcionada de su actuar, no sabía qué hacer para remediar la situación, aunque Dareck le había dicho que no se preocupara Tarana claramente lo hacía. Había perdido el juicio un segundo y eso le había costado la amistad de la persona que más quería.

El dúo de hermanas salió de la casa de la mayor y se dirigieron a la cafetería de la abuela. Era martes y como cada martes, su abuela, la señora Lieth, preparaba pastel de ciruela, el favorito de las chicas y de todo el pueblo en general. Era tan sabroso que no había nadie que no lo comprara, era la especialidad del lugar y se agotaba en segundos; era por eso que las hermanas caminaban rápido. Quería llegar cuanto antes y no quedarse sin su porción de pastel.

– ¿Será que ya se acabaría la primera ronda de pastel?

– ¿Lo dudas? Eso es más que obvio. Las personas madrugan a comprarlo –confesó la mayor.

Suspirando ambas llegan al lugar. Lugar que está super lleno y con una fila enorme en la entrada. Lo bueno de ser nietas de la dueña es que tienen llave para entrar por la puerta lateral y sin que nadie las vea. Caminaron despacio para que nadie las notara hasta el pequeño callejón que secundaba la cafetería, entraron y llegaron a la puerta de acceso lateral. Puerta que habían mandado a poner por si se presentaba alguna emergencia y como para ellas quedarse sin su pastel favorito era una emergencia optaron entrar por ahí.

Ingresaron a la cocina y se encontraron un caos más grande. La abuela y su madre estaban preparando más pastel, cada una hacia dos; sus primas –las cuales poco ayudaban en la cocina– estaban ahí cortando los pasteles que salían del horno.

– ¿En qué podemos ayudar? –Dijo Tarana de saludo. Todas las presentes voltearon a verla.

– Ves con Marcela al mostrador y ayuden a su tía Monick a vender. No da abasto con las demás chicas, hay demasiadas personas –ordenó su madre. Ambas chicas asintieron y salieron obedientes a ayudarle a su tía.

Y tal como había dicho su madre, el lugar estaba llenísimo que las chicas que ayudaban en la cafetería estaban saturadas vendiendo junto a su tía. Las dos se acercaron corriendo, Tara empezaó a empacar los pasteles en su recipiente e ir pasándoselos a su tía mientras que Marcela ayudaba en la caja dando las vueltas de los pagos.

El lugar se fue vaciando de a poco y las cinco mujeres suspiraron ante la baja del personal. Estaban realmente cansadas, jamás se imaginaron que vender pastel seria tan agotador. Ya solo quedaban las personas que estaban merendando o las que pasan a comprar una que otra galleta o postre. Después de revisar que todo estaba bajo control las cinco mujeres entraron a la cocina y al igual que afuera, el lugar estaba tranquilo y limpio.

– Al parecer todo el pueblo de Colby ya tiene su pedazo de pastel de ciruela –canturreó alegre la abuela mientras terminaba de lavar las ollas.

– Gracias a Dios. Ya no aguantaba un segundo más –respondió Marcela bostezando. Todas la secundaron.

Minutos después todas salieron de la cocina, las chicas que trabajan en el lugar se situaron detrás del mostrador a atender a las pocas personas que llegaban, la tía Monick se fue a su casa con sus hijas y el resto se sentó en la mesa más grande del lugar, situada en la esquina derecha. Las cuatro se sentaron ahí a ver las personas pasar por el enorme ventanal.

– Iré por mi porción del pastel ¿alguna quiere? –Las tres negaron. Tarana se paró y volvió a la cocina por su pedazo de pastel, estaba tan hambrienta que no dejaría pasar la oportunidad. Con la pequeña cuchara cortó un trocito y se lo llevó a la boca, degustó y gimió al sentir el rico sabor de la ciruela. Masticó y retomó su camino a la salida, pasó el mostrador y se encaminó a su mesa o eso pensó hacer hasta que vio a Dareck pasar las puertas de entrada de la cafetería. Él al verla se le formó una enorme sonrisa en la cara y sus ojos se iluminaron.

– Tar, hola, ¿cómo estás? –Él se acercó y la saludó de abrazo.

– Dareck, que gusto verte –ella sonriente le correspondió el saludo–. Muy bien y ¿tú?

– Bien. Bien –contestó–. Dime por favor que todavía queda paste de ciruela –con carita de perrito regañado suplicó–. Quise pasarme más temprano, pero tuvimos una emergencia de último momento en la clínica y no pude salir a tiempo. Tengo tiempo que no como el pastel y cuando supe que hoy lo hacían despejé todo de la agenda para no perdérmelo.




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