Diciembre 20/2023
Despertar nunca se había sentido tan bien como ese día, fue lo primero que pensó Tarana al abrir los ojos y que una enorme sonrisa se posara en su cara. Sabía que las cosas empezaban a tomar su rumbo y estaba más que feliz por eso. Y más teniendo en cuenta que anoche había llorado mares por un pasado no resuelto, por las malas decisiones que había tomado y que por culpa de una chica que no sabía ver bien a los demás, aunque claro está, Megan no le había puesto una pistola en la cabeza para que actuara así, sin embargo, fue empujada por el odio de alguien más. Alguien que solo le gustaba ver sufrir a los demás.
Y Tarana había caído en las redes de ella. Y ella misma se culpaba por haberse dejado llevar y no esperar que Dareck, su mejor amigo de toda la vida le explicara lo que había ocurrido en realidad; ya a estas alturas no podía hacer nada, solo perdonarse, perdonar a Megan y seguir adelante porque pensar en el pasado y sufrir por él no hará que todo desapareciera. Solo le tocaba aprender a vivir con las consecuencias y empezar de nuevo y esta vez siendo feliz y no dejarse llevar por el enojo.
Tras salir de la cama, bañarse y vestirse con su nuevo buzo de lana de navidad Tar bajó a la cocina a preparar su desayuno y a darle comida a Boticas, al pobre que últimamente lo tenía abandonado por las novenas. Ella iba todas las noches como siempre a la novena, pero como el frio es tan abrazador no se atrevía a llevárselo y que él aguantara tanto frío. Boticas no es un perro de raza ni apto para estar en ventiscas heladas y sacarlo así solo haría que se enfermara como anteriormente le ha pasado, por eso siempre lo deja en casa de sus padres, ya que ambos lo adoran muchísimo.
– Ven, negrito –pone nuevamente el plato en el piso, esta vez con su comida y espera que llegue para abrazarlo–. ¿Quién es el perrito más bonito? Tú, cierto que sí, mi negrito bello –canturrea ella abrazándolo y besándolo. Boticas emocionado se dejaba hacer de cuanto cariño su dueña quisiera, él era el más feliz de los dos.
Volvió a poner a su perrito en el piso y ella se levantó a hacer su desayuno, algo ligero había optado ella ya que ayer le había prometido a su hermana que la iba a acompañar a su ensayo diario con la banda. La banda practica todos los días y desde que se formó como tal Tar solo ha ido un par de veces, el trabajo, ayudar a su abuela en la cafetería y estudiar no lo dejaban mucho tiempo libre y ese poco tiempo que tenía era para pasear a Boticas y tomar algo de descanso, así que por eso se iría en la mañana con su adorado bebé a verla.
Estaba terminando de comerse sus cereales cuando el timbre sonó por toda la casa. Dejó el plato en el lavadero y salió corriendo a abrir.
– ¡Ya voy! –Grito cuando el timbre volvió a sonar. Abrió la puerta y puso las manos en sus caderas cuando vio a su hermana con una enorme sonrisa–. Ya venía, no era necesario que timbraras de nuevo.
– Lo sé, solo quería molestarte –respondió Marcela entrando a la casa–. Ah, buenos días hermanita. Te quedan perfectas esas lindas ojeras.
Tar puso los ojos en blanco y cerró la puerta.
– Espérame en la sala. No demoro –anunció ella subiendo las escaleras. Entró al baño y efectivamente se vio las ojeras que tenía, por las prisas no se había dado cuenta. Cogió su maquillaje y con algo de corrector y base se las tapo, quedando nuevamente ella misma. Tomó el bolso del sillón, metió el celular en él y salió de la habitación.
Ambas hermanas salieron de la casa y tomaron el camino que las llevaría hasta la casa de Adrián. Una hermana iba enfurruñada y la otra muerta de la risa, era obvio que esta última adoraba molestar a su hermana mayor. Eran tan diferentes, pero a la vez tan iguales y la una no sabía estar sin la otra.
Veinte minutos después llegaron a la casa de Adrián, tomaron el caminito de la izquierda y entraron al garaje de este. Todos estaban ahí ya. Ada estaba tocando el piano o eso le parecía a Tarana. Eddie estaba acomodándole las cuerdas a su guitarra y Adrián armaba su batería, según lo que ella veía que hacia él.
– Buenas, buenas, genteeeee –canturreó Marcela entrando. Todos voltearon a mirarla.
– Buenos días, chicos –Tar le sonrió a cada uno.
– Buenos días –respondieron todos al tiempo.
– Eh, por simple curiosidad ¿qué le pasó a tu batería, A.?
– Cuéntale, cielito –lo animó Ada. El aludido miró a Marcela y respondió apretando los labios:
– Anoche la desarme para limpiarla y como era muy tarde me quedé dormido en la alfombra ¿ok? Nadie diga nada –dijo rápido y volvió a su deber. Todos al ver que estaba atareado se dispusieron a ayudarle, incluida Tarana. Media hora más tarde todos los instrumentos estaban listos para ser tocados. Y como hoy tenían audiencia empezaron a cantar emocionados, por lo general siempre ensayaban ellos solo y al tener a alguien diferente los emocionaba.
– Hark how the bells, sweet silver bells, al seem to say, throw cares away. Christmas is here –Marcela sabia que esa era una de las canciones favoritas de su hermana y les había pedido a los chicos que empezaran con esa y Tar al escuchar la canción se emocionó y comenzó a aplaudir y cantar con ellos–. Bringing good cheer, to Young and old, meek and the bold.
***
Tres horas más tarde, seis canciones practicadas y arregladas, el ensayo llegaba a su fin y su audiencia –que se denominaba a una sola persona–, se puso en pie y comenzó a aplaudirles y decirles lo maravilloso que estuvieron todos y que ya estaba emocionada de verlos cantar el día de navidad.
Editado: 30.12.2025