Diciembre 22/2023
Había sido una mañana y una tarde agotadora para Tarana, se encontraba tan cansada que solo quería tirarse a su cama y dormir por horas y horas, pero no podía, debía asistir a la novena; hoy le tocaba hacerla a su hermana y su banda y Tarana quería estar ahí para ayudarlos en lo que necesitaran.
El día había sido lento y super largo, y más porque se la pasó de un lado al otro.
Hoy había pasado todo el día con el grupo comunal del pueblo. Todos habían ido de tienda en tienda, de almacén en almacén pidiendo donativos para hacerse con los regalos de los niños para el 24 de diciembre, día que estaba a la vuelta de la esquina. Les llevó prácticamente todo el día en eso, Colby no es un pueblo muy grande, sin embargo, tiene bastante comercio e ir de un lado a otro gasta su tiempecito y más porque cogieron una horita para almorzar. Y a eso se le sumaba el frío que envuelve a todo el lugar.
Sumergida hasta el cuello en agua calientita en su bañera se encontraba Tarana relajándose para coger fuerzas para más tarde. Quería ayudar a su hermana y no quería encontrarse tan cansada y más porque esa noche la había escogido para hablar con Dareck y contarle su verdad. Había querido hablar con él por la mañana, pero el señor Elías –líder del grupo comunal– la había llamado temprano para que los acompañara por los donativos y no pudo negarse. Y aunque ella pensó que había hecho mal, al final si agradeció ir porque al final pudo pensar bien las cosas y estaba más que lista –y nerviosa– para hablar con él y contarle todo.
De camino a la casa comunal Tarana comenzar a entonar el villancico Campana sobre Campana, murmurándolo por todo el camino hasta que llegó a su destino dando saltitos.
– Buenas, buenas –saludó entrando a la casa.
– Tar, por fin –suspiró su hermana al verla–. Ya estaba empezando a pensar que no venias.
– Nunca te dejaría sola, nena.
Todos estaban sonrientes con la llegada de Tarana. Ella no les iba a ayudar con la novena, pero había cogido la responsabilidad de ayudar con el refrigerio.
Los chicos salieron y dieron inicio a la novena mientras que Tarana comenzó a fritar los deditos que iban a repartir, la novena por lo general se demoraba entre 30 a 40 minutos por lo que le daría tiempo de sobra de fritarlos todos y más porque el caldero era bastante grande.
***
– Todos quedaron satisfechos con el compartir ¿cierto? –Preguntó algo dudosa Marcela.
– Si. A todos les gustó –le respondió su mejor amiga Ada.
– Y cómo no les iba a gustar si esa obra de arte la preparó mi hermosa madre –sonrió orgulloso Eddie–. O sea, no es por ser presumido, pero mi mami prepara el mejor chocolate de todo Colby.
Todos soltaron la risa ante el comentario.
Terminaron de limpiar y recoger todo y salieron de la casa.
– Adrián trajo la camioneta de su papá ¿te vienes con nosotros?
– No, Mar, gracias. Dareck pasará por mí.
– U tu tuy. Dareck, Dareck.
– Cállate –Tarana más roja que un tomate–. Le voy a contar todo.
– Espera. Todo ¿todo? –Ella asintió–. ¿Estás segura?
– Si. Muy segura.
– Pero cómo tomaste esa decisión si dijiste que nunca le ibas a decir.
– Anoche. –Suspiró al recordar la confesión de él–. Anoche él me confesó que ha estado enamorado de mí desde hace años.
– ¡¿QUÉ?!
– Baja la voz –le dio un manotazo en el brazo que la dejó sobándose–. Si, lo que escuchaste. Me dijo todo. Y yo también decidí decírselo.
– ¡Marcela apúrate! –Le gritó Ada desde el auto.
– Me tengo que ir, pero mañana me cuentas todo. Ya lo sabes.
– Que sí, que sí.
Se despidieron de un abrazo y un beso.
Marcela se fue con sus amigos en el auto y ella se sentó en los escalones de la casa comunal.
Antes de pasarse a ayudar a su hermana le había escrito a Dareck para que se encontrara con ella ahí, él ni lo pensó dos veces, le dijo que si enseguida.
Ella lo citó a las nueve y él muy puntual llegó a la hora acordada. Tarana al ver la moto estacionarse todo aire y se puso de pie. Dareck la miró y sonrió feliz. Se bajó de la moto y camino hasta ella.
– Hola, Tar ¿cómo estás?
– Dareck, hola. Bien, bien y ¿tú?
Ella se sentó de nuevo y él la imitó.
– Por un momento pensé que te estabas escondiendo de mí.
– ¿Por qué?
– No había sabido nada de ti hasta que me escribiste.
– Lo lamento. No era mi intención que pensaras eso. Mi día estuvo un poco movido hoy, estuve con el grupo comunal pidiendo los donativos para los regalos.
– Oh. Chévere.
– Digamos que sí. Solo un poquito agotador el tener que caminar tanto y eso que a mí que gusta caminar muchísimo.
– Me lo imagino.
Editado: 30.12.2025