El Archivo de las almas

Los que te miran… ya lo están

Los que te miran… ya lo están

Se escuchaban risas, empecé a intentar abrir un poco los ojos pero había mucha claridad. Estaba en el jardín, a la sombra de un árbol y rodeado de flores, aunque la biblioteca nunca había tenido jardín.

Empecé a andar hacia el interior del edificio, parecía la academia; pasillos anchos, suelos de mármol y mucha gente cuyos rostros no reconocía, o mejor dicho, no podía reconocer. Todos iban a un paso normal, pero al mirar a sus caras sus rostros eran borrosos. Nadie me dirigía la palabra, nadie se paraba a mirarme, a nadie le inquietaba mi presencia.

Yo sabía que no tenía que estar ahí, pero aun así estaba caminando como si supiera hacia dónde me dirigía. No quería estar allí, no conocía el lugar.

Una persona fue la primera en percatarse de que estaba. Me miraba contrariado, como si supiese que algo estaba mal pero no podía saber que era. No me habló, solo observaba con aquellos ojos oscuros, tan oscuros que me empezaron a turbar.

“¿Qué eres?”

No podía responder, pero tampoco es que supiera hacerlo, la pregunta me había dejado descolocado, ¿qué soy?, debería haber sido ¿quién eres?.

“¿Qué eres?”

La volvió a hacer pero con un tono más frío, queriendo una respuesta lógica e inmediata. Yo seguía sin moverme.

Leteo no supo qué fue lo que le sacó de aquel trance. Seguía sentado en la mesa de la biblioteca, pero ya no había nadie más, el libro seguía cerrado, aunque a Leteo le dio mala espina intentar volver a abrirlo.

Después de la cena Leteo se fue a su cuarto, estuvo dando vueltas de un lado para otro sin poder dormir, a lo mejor era porque el misterioso libro no se le iba de la cabeza, a lo mejor era por aquella conversación con el señor de la biblioteca, a lo mejor era por aquella academia en la que nunca antes había estado, o a lo mejor era porque volvía a escuchar aquella voz.

Ven

Ven

Leteo sabía que no debía seguirla, pero la curiosidad era más fuerte. Siguió aquel “Ven” hasta la biblioteca. El libro seguía en la mesa.

Ven

Esta vez estaba seguro de que la voz provenía de aquel libro. Se sentó y lo volvió a abrir, leyó algo que le incomodó “¿Qué eres?” Esa era la única frase escrita. Algo en él le decía que no pasara más páginas, que cerrase el libro.

No abras lo que no te recuerda

Pero no hizo caso a las advertencias.

Volví a despertar bajo el árbol, a recorrer los mismos pasillos, pero cuando llegué a donde estaba quien me había hablado antes, no había nadie.

Ven

La voz parecía venir de una sala cuya puerta estaba decorada con un cartel de prohibido el paso. Entré en la sala, a todos pareció darles igual. En aquella sala había un chico, estaba trabajando en mapas de algo que no sé muy bien que era.

Parecía una ciudad, pero ninguna que hubiera visto antes. Al ver la cara del chico me dí cuenta de que era quien me había hecho aquella pregunta. Al principio no reparó en mí, iba andando de un lado a otro, trayendo y llevando cosas. Luego paró en seco al otro lado de la mesa, me miró fijamente.

“Eres como yo”

No entendía nada, él volvió a sus cosas y yo me puse a observar. Era cierto que algunos rasgos los compartíamos, ambos teníamos el pelo oscuro y andábamos un poco encorvados. Pero aquellos ojos negros definitivamente no eran los mios, yo los tenía grises.

“¿Dónde estoy?”

“Donde siempre estoy yo”

Me dejó con la misma duda que al principio, no sabía qué hacer ni cómo volver a la biblioteca.

“¿Cómo vuelvo?”

“Por donde has venido, simplemente cierra el libro”

Me volví a despertar, pero no estaba en la biblioteca. Había luz, pero no lámparas, estanterías llenas de libros formaban una especie de laberinto. Estaba seguro de que era un archivo, no sé porqué ni cómo, pero lo presentía, se parecía el de la biblioteca, pero era más… enrevesado y no sabía de dónde procedía la claridad.

Tampoco podía encontrar ninguna puerta o muro. Dí vueltas hasta que me rendí, cada vez que llevaba una cantidad de giros me encontraba con el pasillo en el que había despertado. Algo llamó mi atención cuando cruzaba uno de los pasillos. Un susurro.

Ya no hay vuelta atrás



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En el texto hay: libros, recuerdos, biblioteca

Editado: 30.08.2025

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