No todos los libros se escriben, algunos se sufren
Desperté otra vez en el Archivo, con un libro en la mano, de título La niña sin nombre, no entendía nada. Tenía que encontrar la salida de aquel sitio, pero no podía ignorar lo que había pasado y cada vez sentía más tentación de abrir aquellos libros.
“No, he de ser fuerte, además mamá siempre dice que la curiosidad mató al gato” o eso creía, porque lo cierto es que no me acordaba de ninguna vez que me lo hubiera mencionado, no me acordaba de su aspecto ni de su voz, pero estaba seguro que tenía una madre, o al menos lo creía.
Seguí caminando por aquellos pasillos, intentando acordarme de por donde había ido, pero cuanto más avanzaba y cuanto más me esforzaba por recordar, más me daba cuenta de que no ubicaba rostros de compañeros de profesión, ni de personas que había tenido alrededor desde hacía mucho. Cada vez era peor porque no me acordaba de sus nombres, voces y risas. Me quedaba cada vez más en blanco.
“Ven”
Otra vez aquella voz, esta vez no parecía venir de ningún lado.
“Ven”
Seguí caminando hasta encontrar una bifurcación con tres senderos para elegir. Un brillo en uno de los recorridos me hizo la decisión más sencilla. Cuando llegué a la fuente de luz me percaté de que era uno de los libros el que resplandecía. Lo cogí.
…
Estaba escribiendo, me senté al otro lado de su mesa para ver si me miraba, necesitaba sentirme visto. Aquella copista parecía una máquina, trabajaba sin parar, copiaba a una velocidad que ni mi maestro podría haber alcanzado “¿Qué maestro?”. En mi mente había ideas contrarias, recuerdos que ya no sentía míos, y otros que estaba seguro de que no lo eran. Tenía una pila de libros de los cuales sobresalían algún marcapáginas, todos llamativos, amarillo con soles, rojo con amapolas, azul con olas…
Leí su placa para llamar su atención.
“Rihannon”
La chica paró de escribir y alzó su mirada.
“No deberías estar aquí”
“¿Dónde es aquí?”
“El Archivo, huye antes de que te pierdas entre recuerdos.”
“¿Qué? No lo entiendo”
Volvió a su libro sin hacerme caso.
“Las advertencias no bastan cuando necesitas sentir que el mundo no te ha olvidado”
Había algo en el tono con el que había pronunciado aquellas palabras que me inquietaba mucho. No sabía cómo había llegado hasta esa mesa en la que estaba sentado, algo me decía que recordara, pero ¿recordar el qué?.
“Sal de los míos”
Dicho esto, sentí como si una fuerza me sacara de aquel lugar.
…
Estaba otra vez en el pasillo del Archivo, con el libro en las manos “La copista silenciosa”, ese era el título. Nada en aquel extraño lugar tenía sentido. Seguí avanzando perdiéndome más y más entre las estanterías. Cada vez me costaba más andar y respirar, el aire empezaba a pesar, o quizá lo que pesara era aquel silencio que solo se rompía con los susurros que se repetían alguna vez.
“Ven”
“Se están escribiendo… todavía”
“Ya no hay vuelta atrás”
No sabía de dónde venían, parecían estar en todos sitios.
Estaba agotado, cada vez se complicaba más el poder andar.
Risas, quería reconocerlas, sabía que me sonaban, pero no sabía de qué ni de quién. Corrí en su dirección esperando encontrar… ¿Qué es lo que estaba buscando?
Me paré en seco en un callejón sin salida, en la estantería de enfrente había un libro que parecía ser la fuente de aquellas risas. Lo abrí.
…