Lo último que olvidas… es que estás olvidando
Seguí hacia delante, empecé a examinar las estanterías por puro aburrimiento. Había libros en idiomas que no sabía leer, algunos escritos con símbolos como si fueran jeroglíficos, parecía haber libros de todas las épocas y de todos los lugares.
Unos llamaron mi atención especialmente. No sabía qué lengua eran, en el fondo sabía que podía leerlos, pero no entendía el porqué. Todo me empezó a fascinar más cuando al tocarlos empezaron a reaccionar, algunos brillaban, otros cambiaban los símbolos de sitio y otros lloraban tinta.
Lo que más me desconcertó fue que mis manos se empezaban a volver transparentes.
Pero ¿no habían sido así siempre? , ya no sabía dónde estaba, ni cómo había llegado a aquel sitio. Creía que era la primera vez en mi vida que lo veía, si es que tenía vida. Ya no podía acordarme de que era lo que me gustaba o no, de dónde era, cómo me llamaba ¿tenía nombre a caso?. No sabía quién era, o qué era.
Seguí andando hasta un claro. En el suelo un charco de tinta reflejaba las estanterías de los lados, pero no el techo, como si no hubiese pero a la vez se sentía su presencia. Aquel no era un lugar abierto, estaba seguro, ¿o sí lo era?. Me acerqué al charco y miré, ví reflejado un rostro que quería hacerse familiar, pero no sabía quién era.
Tenía el pelo oscuro y despeinado, los ojos grises, la mirada cansada, con ojeras y andaba un poco encorvado. Ese no podía ser yo, yo tenía los ojos oscuros. ¿O no?.
Me empezó a invadir un sentimiento de angustia, ¿quién era?, ¿qué hacía ahí?, ¿cómo salía?.
Apoyado sobre la estantería a la altura del suelo había un libro, un poco distinto de los demás. Creí reconocerlo, sabía que en algún momento lo había sostenido en las manos. El título era claro, pero no podía leerlo bien. “Libro de cartas estelares”.
“Tuviste más advertencias que nadie.”
La sombra sin rostro se materializó a mi lado.
“El único que logró recordar te avisó y no hiciste caso”
No sabía de qué me estaba hablando. Dió igual porque se volvió a desintegrar. Al volver la vista al libro ya no estaba.
Me senté apoyado en una de las estanterías, no me quedaban fuerzas para seguir andando.
“Ven”
“Ven”
Aquella voz me seguía molestando, me incitaba a seguir hacia delante cuando ya no podía más.
A duras penas me levanté y llegué a un pasillo que me resultaba familiar, allí vi tirado en el suelo un libro abierto, ya casi en las últimas páginas, a punto de acabarse.
“Ven”
Aquel libro era la fuente de los susurros que escuchaba en mi cabeza. Quería coger el libro pero no podía, ya no me veía ni yo mismo las manos.
“Solo cuando el mundo olvida tu nombre”
Me acercaba al libro, pero ya no era yo quien tenía el control de lo poco que quedaba de mi cuerpo.
“cuando ya no eres eco ni herida”
Estaba sosteniendo el libro, no sabía cómo, porque no tenía manos.
“Ven”
…
El libro se cerró y una sombra sin rostro lo colocó en la estantería.
“El escriba olvidado” Ese era el título.