La transferencia no fue como un sueño. Fue como ahogarse en tiempo.
Cassandra no cerró los ojos; el eco se los cerró. Y de pronto, estaba en un lugar que no podía ser real.
Un cielo de fractales. Una ciudad suspendida sobre columnas de memoria líquida. Estructuras que no se sostenían con materia, sino con emoción pura. Y en el centro, un monumento en ruinas: una torre construida con rostros olvidados.
No humanos.
Y sin embargo… familiares.
—Aquí está tu origen —susurró la voz del huésped.
—Esto no puede ser mío —dijo Cassandra—. No soy parte de esto.
—Eres más parte que ellos. Tú… regresaste. Ellos eligieron olvidar. Tú te hiciste nueva. Pero no del todo.
Entonces, algo en la torre brilló.
Una inscripción.
Kaelara V. Sector 6A. Reinsertada. Año: 2035.
Cassandra retrocedió. No era una visión. Era un registro. Un archivo.
¿Reinsertada?
Despertó de golpe, el corazón al borde del colapso. La pantalla de su consola personal estaba encendida sola. Un documento que no había abierto titilaba con una fecha oculta: 2035.12.04.
Ella tenía recuerdos anteriores a esa fecha… ¿o no?
Abrió el archivo.
Era un informe clínico.
“Paciente: Vela, Cassandra (nombre asignado). Memoria parcial transferida desde prototipo Kaelara V. Objeto: Estabilización emocional. Resultado: Éxito condicional.”
Le temblaban las manos.
Ella no era Cassandra.
Ella era un segmento.
Un eco funcional.
Y entonces, la puerta de su módulo se abrió. Sin sonido. Sin permisos.
Una figura cruzó el umbral. No era el huésped.
Era ella misma.
Pero más joven.
Y sonreía.
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