El Archivo Prohibido de Ícaro (tercera parte)

Prólogo: La Semilla de la Nueva Atlántida.

​El Legado de la Ceniza.
​El Océano Atlántico Central, cinco meses después.
​Las aguas sobre el punto de colapso de Arcadia estaban extrañamente tranquilas. La explosión del Generador Primario, impulsada por el Núcleo de Sacrificio, no solo había vaporizado la base atlante, sino que había creado un silencio sísmico en el fondo del mar. El Cónclave, el imperio secreto que había manipulado la historia humana durante milenios, había desaparecido de la faz de la Tierra.
​En una pequeña embarcación de investigación, camuflada como un barco de pesca, la Dra. Lena Voss y Nido monitoreaban el área.
​Nido, aunque aún usaba un aparato ortopédico en su brazo, tecleaba con una velocidad renovada. El trauma de su conexión con la Conciencia de Victoria le había dejado una habilidad sorprendente: la capacidad de detectar anomalías en la red de energía telúrica del planeta.
​—El pulso de purificación fue total, Lena —dijo Nido, mirando los datos—. La Conciencia de Victoria se desintegró. No hay eco digital. La red está limpia.
​Lena, una mujer de ciencia con el alma de una guerrera, sonrió con alivio. —El profesor Vance y la Capitana Kira hicieron un sacrificio terrible, pero funcionó. Han salvado el tiempo y el futuro.
​El Eco de Ícaro.
​Pero Nido frunció el ceño. Una anomalía sutil, que no era digital ni sísmica, apareció en su pantalla.
​—Es un rastro de energía pura, Lena. No es de Oricalco ni del Generador. Es materia exótica. Y está en movimiento.
​Nido giró el mapa a una proyección de geografía remota. El rastro se originaba en un punto profundo de las montañas de la Cordillera del Atlas en Marruecos, un área que ni siquiera el antiguo Cónclave vigilaba de cerca.
​—Elías nos advirtió —murmuró Lena, revisando la última advertencia codificada de Vance en el Pergamino de Metal—. El Archivo Prohibido de Ícaro no está en una biblioteca. Es una semilla.
​Nido logró triangular la fuente de la anomalía. Era una estructura pequeña, pero que emitía una potencia energética descomunal, suficiente para alimentar una ciudad.
​—Esta semilla es un generador de propulsión experimental atlante. Fue abandonado hace diez mil años. Está intentando alcanzar la altitud máxima.
​—Ícaro —dijo Lena, el mito griego tomando una nueva y aterradora realidad—. El experimento que voló demasiado alto.
​La Nueva Amenaza.
​De repente, la pantalla de Nido mostró una imagen de satélite del desierto marroquí. Cerca de la fuente de energía, una operación militar a gran escala estaba en marcha. No eran las fuerzas de La Vigilancia, ni el ejército local. Eran mercenarios fuertemente armados, con insignias de un fénix estilizado.
​—Victoria se fue, pero ha dejado un vacío de poder —dijo Lena, su voz llena de alarma—. Un nuevo jugador ha encontrado el Archivo de Ícaro.
​Nido leyó el perfil del grupo: una organización conocida solo como 'El Fénix', financiada por élites mundiales obsesionadas con la tecnología avanzada. Su líder era una figura sombría y ambiciosa.
​—Si obtienen esa tecnología de propulsión y energía, no solo tendrán el poder del viejo Cónclave, sino la capacidad de desatar un desastre a nivel global. El equilibrio de la Tierra...
​El comunicador de Nido se encendió con un mensaje encriptado. Era un código de Kira: "Llegamos a Gibraltar. ¿Nuevas coordenadas? Tenemos que ir a trabajar."
​Nido miró a Lena, la seriedad cubriendo su rostro. La paz había durado cinco meses.
​—La Capitana y el Profesor necesitan este mapa, Lena. El Archivo Prohibido de Ícaro se dirige al cielo.




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