El Archivo Prohibido de Ícaro (tercera parte)

Capítulo 1: La Nueva Vigilancia.

​Reencuentro en Gibraltar.
​El Peñón de Gibraltar, cinco meses después del colapso de Arcadia.
​Kira y Vance se reunieron con Nido en un apartamento alquilado con vistas al Estrecho, el punto exacto donde el Atlántico y el Mediterráneo se encuentran. El lugar era el símbolo de su nueva vida: un punto de transición entre el viejo mundo de secretos y el futuro incierto.
​Nido, completamente recuperado de la manipulación de Victoria, aunque con el brazo aún vendado, ya no era solo el hacker asustado. Era el motor de La Vigilancia.
​—El pulso de purificación del Núcleo fue un reinicio para mi cerebro —explicó Nido, proyectando un mapa tridimensional sobre la mesa—. La red está limpia, pero mi mente ahora puede ver los patrones de energía atlante remanentes.
​Vance asintió, su rostro de profesor más tranquilo, pero sus ojos seguían siendo los de un guerrero. —El Archivo Prohibido de Ícaro es el último rastro de tecnología peligrosa que queda. Y es el único que podría autodestruirse.
​Kira, vestida con ropa discreta de trekking, se acercó al mapa. El rastro de energía pura que Nido detectó se movía a través de las montañas del Atlas, en Marruecos.
​—La organización se hace llamar El Fénix. Mercenarios de élite. Su insignia es un pájaro que renace de las cenizas. Una burla directa al fin del Cónclave —dijo Kira, con el mapa en sus manos.
​El Desafío del Atlas.
​—El Archivo de Ícaro no es un pergamino ni una esfera, es una unidad de propulsión —explicó Vance. —Es la tecnología atlante que permitía el vuelo autosostenible. Si El Fénix lo activa, tendrán el poder de desafiar a cualquier gobierno y alcanzar alturas que pongan en peligro la estabilidad atmosférica.
​Nido señaló el mapa. —El Fénix lo está transportando. Quieren llevarlo al punto más alto de la cordillera del Atlas para el lanzamiento. Mi análisis de la anomalía indica que tienen al menos tres días antes de que el Archivo esté completamente cargado y listo para el despegue.
​—Necesitamos infiltrarnos en su convoy y detener el montaje —dijo Kira.
​—Imposible, Capitana. El convoy está custodiado por tecnología de cifrado militar de última generación. Los drones de reconocimiento no sirven —advirtió Nido.
​Vance se acercó al mapa, tocando un punto geográfico remoto. —No vamos a seguir el convoy. Vamos a adelantarnos.
​El Cebo del Profesor.
​Vance sacó un pequeño objeto de su mochila: una réplica del Pergamino de Metal hecha de aluminio, creada por Nido como señuelo.
​—El Fénix sabe que La Vigilancia existe. Saben que detuvimos a Victoria. No irán directamente por Ícaro si creen que hay un artefacto más valioso en juego.
​Vance propuso un plan arriesgado: dividirse.
​—Kira, necesito que vayas con Nido. Él tiene los rastreadores y la capacidad de desactivar el motor de Ícaro. Yo iré por la ruta más difícil, la montaña. Usaré este señuelo para atraer a la vanguardia de El Fénix.
​Kira se opuso inmediatamente. —¡De ninguna manera, Elías! Eres el cebo. Si te capturan, El Fénix gana.
​—Si vamos juntos, nos ralentizará. Yo puedo manejar una distracción. Además, Kira —Vance sonrió, ese brillo de desafío volviendo a sus ojos—, ya no soy el profesor que necesita ser rescatado.
​Kira miró a Vance. Sabía que su relación había cambiado; ya no era Capitana y Civil, sino compañeros. Ella aceptó a regañadientes.
​—De acuerdo. Usaremos la moto todoterreno que Lena nos dejó. Nos encontraremos en el Pico Toubkal, en la cima del Atlas. Tienes 48 horas para la distracción. No más.
​Vance tomó la réplica del Pergamino y se dirigió a la puerta, su figura firme y decidida.
​—Voy a hacer que El Fénix sepa que La Vigilancia ha vuelto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.