Capítulo 9: El Laberinto de Mármol.

​La Pista de la Acrópolis.
​El Bibliotecario les había dado la fotografía y una única pista: la Reliquia del Cronista, una pequeña estatua tallada, estaba oculta en un lugar que simbolizaba la "caída y el renacimiento de la civilización".
​—No es un lugar de poder atlante, sino un lugar de sabiduría humana —analizó Vance, mirando la Acrópolis de Atenas, imponente en la noche.
​Kira, con su traje de camuflaje urbano y una mochila ligera, asintió. —La Acrópolis, el Partenón. Es el corazón de la civilización. Es el lugar obvio. Demasiado obvio.
​—Para el Cónclave, la obviedad era la mejor cubierta. Ellos escondían sus mayores secretos a plena vista —replicó Vance.
​Mientras ascendían hacia la Acrópolis, Nido se comunicó por el canal encriptado
​—El cebo financiero funcionó, Kira. Seraphina se desvió a Zúrich. Está intentando estabilizar las cuentas de El Fénix, pero sabe que somos nosotros. Está furiosa.
​—No podemos contar con esa distracción por mucho tiempo —dijo Kira, esquivando un grupo de turistas rezagados.
​El Desafío de los Cronistas.
​Vance, usando el poco conocimiento que tenía sobre las prácticas de los cronistas de su linaje, se dirigió a las ruinas del Erecteion, un templo secundario en la Acrópolis.
​—Los Cronistas valoraban el registro. Esta estatua no está escondida; está integrada —dijo Vance, examinando las tallas desgastadas por el tiempo.
​El Bibliotecario había mencionado que el Cónclave a menudo usaba el arte antiguo para camuflar sus códigos. Vance notó que las runas en la fotografía de la reliquia coincidían con una secuencia de estrellas talladas en una de las columnas del Erecteion
​Kira vigilaba el perímetro. Su experiencia de campo le gritaba que algo no encajaba. La zona estaba demasiado tranquila.
​—¡Vance! Hay dos vehículos negros acercándose a la base de la colina. No son seguridad del sitio.
​La Captura Fallida.
​Vance no tuvo tiempo de terminar su análisis. Él tocó la columna del Erecteion en la secuencia correcta de las estrellas, y un pequeño compartimento secreto se abrió con un clic. La Reliquia del Cronista, una estatua de bronce verdoso con los rasgos de un escriba, estaba dentro.
​—¡La tengo! —dijo Vance.
​En ese instante, dos hombres vestidos de negro con insignias de El Fénix aparecieron en el camino. Eran profesionales, moviéndose en pinza para cortar la retirada de Kira y Vance.
​—¡Suelta la reliquia, Profesor! —ordenó uno de ellos, apuntando con un rifle.
​Kira se interpuso entre Vance y los atacantes. Ella no tenía un arma de fuego, pero usó su mochila como distracción, lanzándola a uno de los mercenarios.
​La pelea fue rápida y brutal, un duelo en el corazón de la historia. Kira, entrenada en combate cercano, neutralizó al primer atacante con una patada al plexo solar. El segundo intentó flanquear a Vance.
​La Intervención Inesperada.
​Justo cuando el segundo mercenario disparó, una figura ágil y vestida de civil se lanzó desde la sombra. No era de El Fénix ni de La Vigilancia.
​La figura era una mujer joven y atlética, que se movía con la fluidez de un acróbata. Ella desarmó al mercenario, golpeando el rifle contra la piedra antigua y lanzándolo por el terraplén.
​—El Cónclave no era la única orden con secretos, Profesor Vance —dijo la mujer, su voz con un acento griego perfecto.
​Ella no esperó una respuesta. Tomó la mano de Kira. —¡Vámonos! Este lugar estará rodeado en treinta segundos.
​Kira y Vance no dudaron. Con la Reliquia del Cronista en sus manos, siguieron a su misteriosa salvadora a través de un pasadizo de mantenimiento oculto, dejando la Acrópolis atrás.
​—¿Quién eres? —preguntó Kira, mientras corrían por túneles secretos bajo la Acrópolis
​—Mi nombre es Ariadne —dijo la mujer—. Y Seraphina no es la única que busca los restos de El Cónclave. Los tesoros de su linaje tienen más guardianes de los que cree.

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