El aroma a tabaco siempre me recordaba a mi infancia, a aquellas veces en las que mi padre me llamaba a su despacho. Pero nunca era para algo bueno. Siempre terminaba en el mismo escenario: mi madre de rodillas, suplicándole que se detuviera, los nudillos de él cubiertos de sangre... y yo...
—Me honra tu presencia, Henry... o debería llamarte El velo negro
Una voz rasposa y áspera me arrancó de mis pensamientos. Frente a mí estaba Sergei, un político de renombre, famoso por su bondad y sus donaciones a la caridad. Pero detrás de esa fachada, su verdadero rostro era el de un hombre corrupto, un depredador que movía los hilos en la sombra y a su gusto.
—Prefiero Henry. El velo negro es solo para mis víctimas —respondí con voz firme y autoritaria—. Mi tiempo es valioso. Dame el nombre y en un día estará resuelto.
Nunca aceptaba trabajos de políticos; su hipocresía me repugnaba. Pero Sergei tenía algo que yo necesitaba... algo que llevaba años buscando y ahora tenia la oportunidad de tenerlo.
Él ignoró mi impaciencia y se acercó con calma a su escritorio, un mueble antiguo y elegante, aunque desordenado. Papeles esparcidos, un cenicero rebosante de colillas y un vaso de whisky a medio terminar decoraban la superficie. Se sirvió otro trago, me observó durante unos segundos y finalmente habló.
—Tengo un trabajo especial para ti... La quiero muerta. Pero antes, quiero que averigües todo sobre ella. Cuando tengas suficiente información, la eliminas.
Ella. Así que era una mujer. No me importaba en lo más mínimo, pero me desagradó la petición. Yo era un asesino, no un maldito espía.
Saqué un cigarro del bolsillo y negué con la cabeza mientras me giraba hacia la puerta.
—Consiga a otro payaso. No voy a perder mi tiempo con algo tan fácil.
Apenas había dado un paso cuando escuché cómo Sergei se aclaraba la garganta. Algo voló por el aire en mi dirección. Instintivamente lo atrapé. Lo examiné.
Un anillo en forma de flor.
Mis dedos se cerraron con fuerza sobre la joya mientras mi mandíbula se tensaba.
—Si aceptas este trabajo, te daré las respuestas que buscas —su voz se volvió más baja, más calculadora—. Y te daré lo que más deseas... una venganza
Las venas de mi cuello se marcaron. Mi respiración se volvió más pesada. Me acerqué a su escritorio con pasos firmes y precisos.
Apenas estuve a su alcance, golpeé con un puño cerrado su escritorio.
—Si me mientes, la cabeza que tendré como trofeo será la tuya.
Sergei sonrió con burla, como si estuviera disfrutando mi reacción. No dijo nada, solo deslizó un folder hacia mí. Lo abrí con rapidez.
Un solo papel.
Dejé escapar una risa seca.
—¿Esperas que haga algo con tan poca información? Necesito más.
Él se encogió de hombros y se dejó caer en su silla. Su peso hizo rechinar la madera del asiento. Memoricé su rostro antes de darme la vuelta y salir de su despacho. No había duda: lo mataría en cuanto tuviera la oportunidad.
Cuando salí de la mansión, un chofer ya me esperaba. Me subí al auto y, mientras nos poníamos en marcha, abrí el folder.
Lo primero que vi fue la fotografía de mi objetivo.
Una chica sin duda joven, no le calculaba mas de 20 años
Pelo rojo cobrizo, piel clara. En la hoja solo había un nombre y un dato adicional
Alissa Leroy una joven con una florería cerca de Montmartre (París)
Fruncí el ceño. Era extraño. Sergei tenía los mejores contactos, pero no había ni una sola pista sobre el pasado de esta chica.
Un simple florista sin pasado...
Eso me tomó por sorpresa.
Cerré el folder y encendí otro cigarro. Inhalé profundo y solté el humo con pesadez.
—Llévame a la florería Maison Leroy —ordené con voz cansada y un deje de fastidio—. Quiero terminar rápido con este estúpido trabajo.
El chofer asintió sin decir palabra.
Apoyé la cabeza contra la ventana mientras veía el paisaje de París desfilar ante mí. Había estado en muchas ciudades, pero París tenía algo que siempre me resultaba intrigante. Su tranquilidad era solo una ilusión... algo que para mi era como un sueño, un sueño el cual se consumiría por las pesadillas
Después de unos minutos, llegamos al destino. Di una última calada a mi cigarro antes de tirarlo y salir del auto.
La florería era pequeña, con algunos lirios y tulipanes adornando la entrada. Las grandes ventanas dejaban ver el interior del local. Me acerqué un poco más y, a través del cristal, vi a la joven pelirroja.
Alessia Leroy.
Entrecerré los ojos y sonreí con ironía.
—Veamos quién eres realmente.
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Editado: 10.02.2025