El Arrecife (el nuevo mundo)

Purpura.

Disfruto mucho ayudar a papá en Gala surf, conozco todos los artículos de pesca y cada tabla de surf que existe a pesar de no saber surfear, me gusta entender todas las partes que la conforman y los cuidados necesarios para mantenerla en buen estado, sentirlas, admirarlas, me imagino algún día parado sobre una de ellas dentro de un tubo de ola, sintiendo la brisa que desprende la espuma, pero para ello aún faltaba tiempo, hay quienes no nacimos para eso, por el momento soy feliz deslizándome sobre Donald a gran velocidad y haciendo algunos trucos de principiante. Lo más cerca que he estado de surfear, fue cuando creé un pequeño estereotipo robótico a control remoto, se trataba de una figurilla humana parada sobre su tabla y era capaz de mantenerse un instante de pie avanzando sobre el agua estancada, por supuesto me hizo ganar el primer lugar en la feria de ciencias y ahora mi padre lo usaba de decoración en una vitrina de la tienda, por el momento me conformo con ello. Pero la realidad es que anhelo hacer grandes trucos como mis amigos, o como los clientes que entran a la tienda y comparten las historias de cómo habían logrado su primer snap, un take off o un cut back o la impresión de atravesar su primer tubo. Claro que también hay muy malas historias y poco creíbles que me quitan la curiosidad de querer intentarlo, cuentos con demasiada imaginación, algunos dicen que han estado frente a frente con un Chéel entre las olas del cual han logrado escapar con suerte, no obstante, le habían lanzado algún tipo de líquido desde sus fosas para contagiarlos, tratando de infectarlos. Claro, esto era muy poco creíble pero aun así era divertido escuchar todas sus anécdotas, verdaderas o no.

Entre todo este tipo de personas que contaban sus historias estaban algunos compañeros de la escuela, amigos con los que salgo a disfrutar de las olas y que en varias ocasiones trataban de convencerme de intentar surfear pero que jamás me han convencido de hacerlo, y claro Paris, que también es una experta surfista.

Siempre me la paso sumergido en mi trabajo y no pierdo atención en las pláticas de los clientes con sus grandes hazañas, deseando poder tener también algo interesante que contar, pero ese no es mi estilo, no disfruto ser el centro de atención, quizá en algún momento lo más emocionante que podría hacer es terminar la universidad y construir algún arquetipo con el que todos quedaran impresionados, era bueno en ello, ¿por qué no?, pero mientras, continúo con mi vida rutinaria.

Como de costumbre me encuentro de pie acomodando algunos anzuelos en una vitrina cuando escucho el sonido del timbre que hace la puerta cada vez que alguien pasa a través de ella, trato de mirar a través del cristal de la estantería, pero no logro ver a nadie, sigo con lo mío, ya Dan o Junio, un joven empleado de papá y que va en la misma universidad que yo se encargarán de atender. Son buenos dependientes.

Continúo sumergido en mis propios pensamientos y en tan solo un instante logro sentir unas suaves manos posarse sobre mis ojos llevándome a una oscuridad inesperada. Coloco mis manos sobre ellas sintiendo su suavidad y puedo olfatear el olor a fresa en ellas, sonrío un instante y decido seguir el juego.

- ¿De quién se trata? –continúo deslizando mis dedos sobre las manos opresoras.

- Adivina –dice Paris con dulzura.

Son pocos los momentos en los que actua así de dulce, de juguetona y me gusta esa faceta, aunque en ocasiones es difícil saber qué hacer o decir ya que cualquier cosa por mínima que pareciera hace que cambie ese lapso tan agradable por uno muy incómodo y desagradable que destruye cada bello momento.

Es un poco más baja que yo, así que imagino como se ha puesto en puntas para alcanzarme.

- No lo sé –recorro mis manos a través de sus brazos hasta llegar a sus hombros. –dame al menos una pista.

- Mmm... –musita muy cerca del oído con su sensual voz que logra provocarme un enorme cosquilleo en la espina dorsal, parece esforzarse por no esbozar una sonrisa. –es alguien que te ama.

- Así que me amas, ¿Eh? –me giro sobre mis talones y me libero de sus manos, mis ojos poco a poco se van adaptando nuevamente a la luz, el rostro de Paris va apareciendo frente a mí.

Realmente es hermosa.

- ¿Acaso tú no me amas a mí? –sonríe y me besa cruzando sus brazos sobre mis hombros.

- ¿…? –no respondo de inmediato.

- Dime Jacobo –me mira tan tiernamente, con esa sonrisa tan blanca, esos dientes tan perfectos que a cualquiera le resultaría fácil responder de inmediato que sí, que la amaba con toda el alma, pero no quiero mentirle diciendo algo que aún siento, tampoco significa que no lo hago, necesitaba estar seguro antes de hacerlo. El amor debe ser mucho más que esto.

De pronto toda mi cabeza comienza a dar vueltas y mi mente entra en estado de alerta, debo decir algo pronto, algo que no cambie esta situación, algo que no la lastime pero que no me haga mentirle, pero que podría decir, si ella había hecho una pregunta y quería escuchar una sola respuesta. De pronto, su rostro cambia totalmente, su sonrisa desaparece, el tiempo de respuesta ha terminado, retira sus brazos de mí y posa su mano sobre mi pecho apartándome sutilmente de ella.

- ¿Qué ocurre? –pregunto con aplomo.

- ¿Es tan difícil? –voltea los ojos y se cruza de brazos.

Detesto las evasiones y más aún cuando te responden con otra pregunta, peor aun cuando no tengo otra más para contrarrestarla y tengo que limitarme a responder. Es casi como estar en unos de esos exámenes gubernamentales, pero sin tener la mínima idea de cómo contestar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.