Las personas que me vieron caer, pensaron que la persona que estaba desmayada debajo mío, era sobre quien me caí y detuvo una posible tragedia.
El supuesto Dios, fue llevado de emergencia.
Realmente pensé que lo había matado cuando oí caerse en seco, pero si dice ser un Dios, ¿acaso no pudo hacer algo tan simple como esquivarlo? Al parecer estaba tan enojado, que ni se percató de lo que boté de mis manos y ahora yo, como si él fuera un familiar mío, estoy sentada en una silla del hospital. Perdí la comida de esta semana y mi valioso tiempo libre, sólo espero que este Dios no me haga algo como maldecirme al despertar.
El hecho de que él salvó mi vida, hace que tenga sentimientos encontrados.
—¿Usted es la señorita Alba?
La voz del doctor me sacó de mis pensamientos, alertándome. Asentí viéndolo y me levanté de inmediato de la silla.
—El paciente sólo presenta una contusión en la cabeza hecho por un objeto muy duro, es realmente una fortuna que para que usted, haya caído encima de él de tal altura, no presente alguna otra dolencia o moretones. Aunque es raro que él justo se halla caído sobre ese objeto.—Tocó su mentón pensativo.
—Sí, fue muy desafortunado.– sonreí brevemente ocultando mi culpa.
—Usted ya fue examinada, ¿no es así?
—Sí, me dijeron que estoy sana.—Sonreí aliviada.
—Eso debe ser, es realmente una fortuna estar ilesa luego de caer de esa altura. Tal vez deba agradecer a ese joven de manera apropiada cuando despierte.
—Así lo haré doctor. Muchas gracias.
—Es extraño que el paciente no tenga alguna identificación para contactar a sus familiares, pero bueno, usted ya aceptó hacerse cargo de los gastos.
Por un momento mi sonrisa fue borrada de mis labios. Tratando de calmar mi cuerpo.
—Claro, doctor.—Mi sonrisa se volvió fingida.
Te odio Dios falso ¡Mis ahorros!
Cuando llegó la noche, no tuve opción de seguir en aquel hospital, pude haber huído luego de pagar los gastos, pero tengo cargo de consciencia de que fue mi culpa este incidente. Sólo por cortesía me quedé un poco más de tiempo, al entrar al cuarto donde él reposaba. Estaba dormido ya cuatro horas y yo sólo esperaba que no abriera sus ojos.
—Cuando duermes, no parece que tuvieras tal carácter. Dices ser un Dios, pero mira lo que te pasó.
—Déjame dormir.
Cuando lo oí hablar con aquella voz autoritaria, casi doy un brinco de mi asiento por el susto. Sus voz sonó grave y sus ojos color cielo se abrieron, girando su rostro hacía mi. Por lo que mis ojos miraron la pared al esquivar el contacto entre miradas. Luego de unos segundos de silencio, yo me propuse salir de ahí.
—Si te vas, te maldeciré.
Dando un suspiro, volví a sentarme con un rostro de incomodidad.
—Escúchame. Ya pagué los gastos ocasionados, así que no te debo ningún favor. Discúlpame por haberte golpeado, no seas rencoroso. Y te aviso que tú ropa, o lo que sea que es, lo tiene la enfermera que está a cargo de este cuarto.
—¿Qué tan insolente puedes ser?
—¿Te estoy dando mis disculpas y sigues con lo de insolente?
—Soy un Rey y merezco respeto.
—Soy Alba y también merezco respeto.
Su mano se alzó hacia mi rostro igual que esa vez, viéndome con una mirada imponente, por lo que sin poder apartarme para mi sorpresa, cerré mis ojos brevemente por impulso.
Cuando abrí nuevamente mis ojos, lo primero que ví, fue ver a aquel sujeto con el rostro lleno de confusión y mirando fijamente su mano, como si tuviera algo ahí.
—No puedo.
—¿No puedes? ¿Ir al baño?
—¡No puedo usar mis poderes!
¿Qué me hiciste?—Apretó sus dientes con enojo.
—¿Te has vuelto loco? No sé de qué poderes hablas, ¿eso siquiera existe?
—¿Sigues creyendo que no soy un Dios?–me miró con soberbia.
—No me dejas opción, actúas como un loco. Hay algo que se llama paciencia y empatía, y eso tú no lo tienes.—Lo señalé.
—Has rebasado los límites de mi paciencia, te has atrevido a alzarme la voz e insultarme, ¿sabes lo importante que soy entre todas las divinidades? Tú hasta estas alturas, hubieras sido castigada con tu vida.—Me señaló en forma de sentencia.
—¿Qué Dios se supone que eres?, si dices serlo.—Crucé de brazos.
—Grábalo en tu memoria, soy Caelus.
¿Caelus? Ese no es el Dios de los cielos, ¡el señor de todas las divinidades! Por mitología Romana, es básico saber que es una de las principales divinidades.
Si es tan antiguo, ¿que hay con su apariencia? Parece ser de mi edad, ¿es realmente un Dios?
—Ahora que lo recuerdo, ¿no fue Caelus castrado por su hijo?, he leído mucho sobre mitología romana para no saber toda su historia. Eso quiere decir...– bajé la mirada.
—¡Oye! Esos mitos baratos no todos son verdad, ¡además yo pertenezco a otra generación! Podría decir que soy su descendiente primogénito.
—¿Entonces sólo te llamas igual?
Te estás contradiciendo, eso quiere decir que no eres tan poderoso como el primer Caelus...
—Por tu mirada, sigues dudando de mi, ¿no hay suficiente prueba que te haya salvado?, ¡ahora mismo no puedo usar ningún poder! Esto es tu culpa.– me volvió a señalar.
Cuando su mirada alterada se fijó en mi, sus ojos se abrieron como faroles y su cuerpo empezó a temblar.
—Si no puedo usar ningún poder, no podré volver al cielo ¡Me has convertido en un simple mortal! Tú eres la culpable, tienes que hacerte responsable.
Mi rostro sonrió de una manera amable al escuchar sus quejas, hablándole de una forma calmada. El equilibrio entre mi poca paciencia y racionalidad tambaleaba ante su austeridad.
—Bueno, digamos que te creo en que eres un Dios y que gracias a ti estoy viva ¡Gracias! Pero, no pienso seguir soportándote, realmente gracias por todo.– voltee la mirada hacia él.— Si quieres volver al cielo, no vayas cometer suicidio, no creo que vayas exactamente ahí.