Cada hora que pasaba era un preludio para mí, no pude dormir con tal sujeto en mi casa, que alguna vez fue mía. Ya dos días él había pasado en este lugar, no comía, no dormía, no se cambiaba de ropa. Estaba dudando si pensaba quedarse con la misma ropa hasta que se le pegue al cuerpo. Realmente pareciera ser un sujeto no muy normal, sólo eso me afirmaba la locura de que él era un Dios. Contando con los acontecimientos sobrenaturales.
Thania ni se inmutaba en reclamarle algo o sorprenderse por lo que era, había visto que él poseía mucho de esos metales preciosos, que ni sé dónde los escondía. Así que peor que chicle pegado debajo de un pupitre, ella trató de acercarse a él, fallando en todos sus intentos.
Con la única respuesta de: «Piérdete»
Estaba a punto de estallar de rabia, pero por el bien de la tranquilidad de todos yo la frené.
Aún así pareciera ser masoquista, al no rendirse en "cazarlo".
El dinero puede hacer muchas cosas y esta es la prueba de una de esas cosas.
Cuando la mañana pareciera ser un día muy frío, yo como todos los días fui al baño a tomarme una ducha tibia, para luego irme a trabajar. Al abrir la puerta ví que a alguien que se estaba bañando, era imposible no darse cuenta que era aquel Dios, debido a la silueta algo proporcionada que veía, así que yo disimulé en irme muy despacio hacia la salida, pero cuando sentí que giro hacia mí, tal vez fue un poco intencional, pero apagué el interruptor de agua caliente y prendí la fría.
Pensé que nunca se bañaría. De hecho, ¿hay tecnología en donde vive? Porque sabe usarlo...
En cuanto a mi, supongo que me bañaré regresando.
—¡Quédate ahí!
¡Como si te fuera hacer caso!
Regresé por donde vine y fuí directo a mi cuarto a cambiarme de ropa, oí a alguien salir corriendo y a mi hermana gritar, no sé si fue de susto o de la emoción.
Con pasos muy fuertes oí acercarse a mi habitación y yo con el apuro, llegué a terminar de cambiarme antes de que me vea desnuda, aún si echara llave, él igual entraría.
—Realmente tienes agallas, Alba.
—De hecho, lo que tengo es apuro. Me estás obstruyendo el camino, colabora por favor.
Caelus se encontraba con una toalla blanca el cual cubría toda la parte baja, aquella toalla me pertenecía y era la que dejé en el baño, porque ya no lo usaba. Y nunca me atrevería a usarla luego de ver a manos y en dónde cayó el pobre
—Mira Caelus, no está en las reglas entrar a mi cuarto.
—Es mi casa. No hay reglas.
—Es mi espacio y soy tú inquilina. Por si te olvidaste, te lo recuerdo.
—Realmente si que sabes provocar a la gente y a un Dios como yo.—Se acercó a mí muy cerca de mi rostro, retrocediendo yo hasta el borde de mi cama.— Y no pienses demasiado, no te haré nada, porque tu cuerpo no me interesa.
—¿Crees que yo estoy entusiasmada en miserias?-Le sonreí con sarcasmo y soplé en su rostro para que se apartara de mi.
Cuando vi fuera de mi cuarto, noté a Thania con un rostro de total envidia y con los brazos cruzados. Donde poco después, ella se fue mirándome con desprecio.
Créeme Thania, si pudiera te entregaría a este Dios con moño y todo
—Prepara el desayuno.—Me ordenó ostentoso.
—¿Acaso comías?—puse una expresión de sorpresa.
—Claro que sí, pero no tenía ganas de comer algo de este mundo.
—Oh.—Fingí sentir importancia.—Sigue queriendo, tengo que irme.
—¡Tú!—Antes de decir algo para mí sorpresa se tranquilizó.— Realmente tienes agallas.
—Gracias.—Di una mueca de que se mueva.
—Pero, veré cuanto tiempo puedes mantener esa actitud hacia mi.
Terminando de arreglarme e ignorando la frustración del Dios, salí de inmediato de mi cuarto y me dirigí a la cocina, donde Thania tomaba un vaso con agua.
—Toma el dinero para que compres comida y enséñale a Caelus dónde hay tiendas.
—No lo quiero, estoy a dieta.—Me miró de reojo.—¿Y por qué debería enseñarle algo obvio?, no es un niño.
—Bueno, señorita Thania, no te voy obligar a nada. Pero, te aconsejo no hacerle enojar a ese hombre, yo no estaré ahí para salvarte.
—No me hagas reír Alba, me lo dice alguien que nunca tuvo pareja, porque es fea.—Rio.— Me das lástima.
—Sólo te advierto Thania, que ser fea no es un pecado, pero ser ignorante de su realidad, puede que sí.—Agarré mi maleta.—Hasta luego, hermana.
Por un momento ella no tuvo qué decir para defenderse, y sólo ocultó su orgullo con una sonrisa. Antes de voltear, vi que su sonrisa se apagó al ver arriba mío, su boca se abrió en cortos segundos y ella me empujó a la salida, antes que yo volteara arriba mío.
—Vete, ¿acaso no es tarde?
—¿Qué pasó?
—Nada, sólo vete.
Vi muy extraño su actitud, pero no le di importancia por lo apurada que estaba.
Siempre cuando algo sale mal en un principio, no puede acabar tu día de la mejor manera. Cuando fuí a la tienda de mi amiga, es cuando por fin pude desfogar mi estrés. Tal vez fue muy impactante para ella contarle tal fantasía, pero era la pura verdad.
— Tú, ¿me dices que tienes a un Dios en tu casa? No es que no te crea, pero tampoco es algo muy creíble. Además, yo sólo creo en un único Dios. No soy politeísta.
—Lo sé Sandra.—Dí un breve suspiro.—¿Te acuerdas ese día que me diste esos productos sobrantes?
—Claro que sí, por cierto mi jefe no me descubrió.—Me susurró contenta, asintiendo yo con una sonrisa.
—Un coche casi me atropella, a cambio caí al vacío.
—¡¿Eh?! ¿Cómo es posible que estés bien después de eso?—Su voz hizo eco en el ambiente, por lo que disimuló sonriendo.
—Ahí está lo fantasioso, ese chico me salvó. Desde el aire me atrapó.—La miré a los ojos.—También desapareció frente a mis ojos. Dice ser el Dios del cielo, aunque para mi es el Dios de los arrogantes.
—Alba, créeme que lo estoy procesando.