En el colegio, mientras apreciaba a mis alumnos resolver algunos ejercicios. Por primera vez, mi cabeza también estaba ocupada al tratar de recordar los recuerdos de mi niñez, aquello ya es algo que casi lo he borrado de mí, lo único bueno que recuerdo es estar al lado de mi fallecida abuela. No desprecio a mi familia, pero tampoco soy cercana a ellos ¿Habré olvidado algo importante? Mi mirada era perdida e incrédula, era evidente que aquello era muy notorio, así que volví a la realidad.
—Bueno, no me voy a ahogar en un vaso de agua.—Suspiré, para luego levantarme de mi sillón y ayudar a mis alumnos.
Si bien mis ya cinco días al lado de aquel Dios, no ha sido lo más pacífico posible. Menos si se tiene a una hermana como Thania, agregado a que está en sus días difíciles. Vaya catástrofe. Un nuevo problema también se agregó a mi rutina, no era en sí un problema, pero era algo extraño y que por primera vez me sucedía como docente.
Gabriel estaba un poco extraño estos días, hoy era viernes, un día excepcional para mis alumnos y me incluyo. Pero mi introvertido alumno, de un día para otro había cambiado su personalidad. Notaba soltura y desenvolvimiento, una actitud extrovertida sin lugar a dudas. Era un comportamiento muy radical, en tan poco tiempo. Tenía dudas de saber si algo le había pasado, un factor tal vez externo que lo hubiera obligado dar tal cambio drástico. Sus demás compañeros también se sentían confundidos por su actual actitud, ya se llevaba bien con ellos. Pero como estaba ahora, pareciera que su relación con ellos hubiera vuelto a retroceder.
Antes de irme a casa, traté de hablar con él. Pero el negó toda pregunta mía. Y sólo contestó con un «Estoy genial» No estaba segura si me mentía o no, pero tenía un presentimiento que no era algo debía dejar pasar por mucho tiempo.
Llegué a mi "hogar" agotada, si ahora podría afirmar aquello. Y ahí encontré a aquel Dios sobre el sofá, viendo la televisión con un rostro inexpresivo y mi hermana Thania, dos metros de distancia de él, viendo su celular en la silla de la cocina con total aburrimiento. Verlos, me recordó a una escena de dos pequeños hermanos peleados.
Bien, supongo que soy la única que trabaja en esta casa. Yo no tengo un bolsillo mágico que me da diamantes. A veces me daba envidia la comodidad de Caelus. Sin embargo, estaba más entusiasmada en que él regresara a su mundo. Pero había un problema, no tenía la intención de dejar de obligarme ser su prometida. Era tan agotador ese tema, que un día de estos iba darle una patada y lanzarlo al cielo, que es de donde vino.
—Buenas noches.—Sentí el rechazo de mi presencia.—Sí, fue un día agotador, gracias por la preocupación.—Inquirí con sarcasmo.
—No subas.
Frené mi accionar al sentir aquella voz gruesa.
—¡Tengo hambre Alba!, sólo he comido comida chatarra todo el día. Prepara algo.
—¿No oyeron?, estoy cansada.—Traté de hablar con tranquilidad.
—Sólo ven.—Me ordenó Caelus.
—¡Tengo hambre!—Me reclamó Thania, casi como una pequeña niña.
—Caelus y Thania. Les informo que está persona que ven aquí.—Me señalé.—Se va desmayar del cansancio. Cualquier queja, el día siguiente reviviré.
—Te dije que vengas.
—¡Estoy cansada!—Giré hacia aquel Dios con un rostro de frustración. Pero al notar que no iba a dejar de insistir. Me acerqué a él con los brazos cruzados. —Ya, dime el por qué quieres que me acerque a ti.
—Toma.
Noté que algo cuadrado y pesado fue sacado de una bolsa plástica, siendo tirado aquello hacia mis manos. Mis sentidos se sorprendieron, al sentir un olor muy delicioso. Mi mirada buscó notar de inmediato qué era.
No había sido una alucinación, cuando mis ojos notaron lo que era. Caelus me había dado comida.
Era propicio aquel obsequio, tenía mucha hambre, demasiada. Sin embargo, un regalo tan amable y propicio, de alguien tan arrogante y orgulloso como lo era él. Y aún peor, siendo yo la causante de su frustrada estadía en este mundo. Era muy sospechoso, demasiado como para simplemente agradecerle.
—¿Tiene algo, verdad?—Olí con profundidad.—¿Un alucinógeno? ¿Veneno? Oh, qué podría ser.— Miré pensativa.
Oí de repente un estruendo en el mueble, Caelus había golpeado una parte de el, con un rostro de indignación. Me miró tan fijamente, que apareciera que me iba devorar con la mirada.
—¿Qué ganaría matándote? ¿Eres incrédula? Soy un Dios, mi deber no es matar humanos.—Dio una mirada imponente, con sus llamativos color celeste de sus ojos.
—Eh, está bien.—La miré cautelosa.—Entonces, ¿a qué se debe la repentina amabilidad?
—No quiero que mi prometida sea una calavera andante, has perdido mucho peso estos días. En mi regreso, me daría vergüenza mostrarte a todos con semejante apariencia.
—Ah, ¿qué? Espera, ¿regreso?
¡Vas regresar!—Mostré una mirada de alegría, hasta que noté lo dicho por él. Mi sonrisa desapareció de inmediato.—Un momento, paremos un segundo, dijiste, ¿mostrarme?
¿Acaso piensa llevarme?
—¡Esperen ustedes dos!—Thania se acercó a nosotros con pasos apresurados.—¿Por qué no me diste comida a mi Caelus? Y por qué le acabas de decir prometida a Alba, ¿estás ciego o qué? ¡No soporto esto!
Tras un breve silencio de cinco segundos, Caelus volteó la mirada hacia ella. Ambos se miraron fijamente, hasta que el Dios habló.
—Piérdete.
Pareciera que el declive de su cordura, se rompiera en Thania en ese momento.
—¡Estoy harta! ¡En los cinco días que te conozco lo único que me has dicho es «piérdete»! ¿Acaso no puedes pronunciar otra palabra?
—Desaparece.
Thania se quedó helada con su respuesta, no sólo un hombre le había rechazado de la peor manera, sino que la trataba como alguien sin importancia. Hasta el punto se hacerle parecer un personaje de segundo plano.
Mi hermana mayor podría aparentar delicadeza en el exterior, pero en ella brotó ese instinto irracional.