El arrogante Dios del cielo

Capítulo 10 ¿Quién eres?

Lo último que recuerdo es ver a Caelus sobre mi y con esa gran ave. No sé en qué momento llegué a mi casa y me recosté en mi cama.
No hay duda que me desmayé y fui llevada hasta aquí.

—¿Por fin despertaste?

—¿Eh?—Volteé sigilosa al costado mío, sólo para notar el rostro de Caelus. No era que me asustara su presencia, pero creo que fue instinto que me hizo apartarme de él y caerme de la cama.

—Te cargué hasta aquí y ahora te apartas de mi, ¿crees que soy una especie de monstruo?

—Yo creo, que no te... entiendo.—Pude por fin levantarme completamente del piso.—Además, ¿qué fue lo que le hiciste a mi familia?

—Sólo rompí lazos con ellos y dejé infértil sus tierras. Ellos mismos cultivarán sus tierras con sus propios esfuerzos.

Ya veo, es algo justo. Algo propio de un Dios.

—¿Y Thania?—Alcé la mirada a él.

—Sólo me mencionó que ella solucionaría sus problemas y que te llevara de vuelta aquí.

Caelus no mostraba gesto alguno cuando hablaba, no sonreía con frecuencia, pareciera estar molesto todo el tiempo. Pero sentía que aquello no era su verdadera esencia.

—Oh, veo que ha reflexionado un poco. A pesar de su carácter, ella tiene algo conciencia de si misma, sólo es cuestión de darle el empujón correcto. Me alegra saber que no todo fue en vano.

—Era molesto verlos suplicar por codicia. Los humanos empeoran cada vez más.

—Entonces.—Miré sus llamativos ojos de manera directa y esperanzada.—Todo vínculo con eso de ser tú prometida, ¿terminó, verdad?

—No.

—¡¿Porqué?!

—Rompí lazos con tu familia, pero no contigo.

—¿Acaso ahora no puedes volver de donde vienes? Si ya mi familia no será protegida por tí, ¿qué tiene caso estar al lado de alguien que consideras molesta?

—Aún tengo asuntos pendientes contigo.

—¿No puedes? ¿Y esa apariencia y ave con el que apareciste? Me dijiste que no podías utilizar tus poderes y eso no pareció que no lo tuvieras.

El Dios transformó su cuerpo en aquella apariencia, su cabello azul invadió toda la cama por lo largo que era, su piel lucía pálida pero brillante. Y sus ojos eran los mismos que su anterior apariencia. No podía negar eran muy hermosos.

Caelus era tan egocéntricamente hermoso, que por primera vez sentí algo de pena por mi apariencia.

—Recuperé un poco de mi poder, pero aún no puedo regresar. Así que me quedaré aún aquí.— Caelus metió de repente su mano dentro de su pecho y sacó un papel doblado y viejo.—¿Ahora me recuerdas?

—Eso es...el dibujo que hice...

—Que horrible dibujo.—Suspiró.

—¡Tenía seis años cuando lo hice!

—¿Entonces lo recuerdas?

—¿Qué debo recordar?

—Ya te devolví tus recuerdos, así que ahora no habrá ningún problema.

Así que no fue olvidado...

Quería negarlo, pero era imposible. Sabía que aquel niño que dibujé era él. Pero no entendía porqué él estuvo a mi lado en ese momento y luego desapareció. No sabía si quería mi bienestar o todo lo contrario. Aquello me confundió, sobre todo cuando él apareció ante mí cuando la desesperación y tristeza me invadió.

Si quería respuestas, debía ser directa con él.

—¿Tú me odias?

—Quién sabe.

—¿No fue casualidad que me salvaras esa vez?

—¿Será?

—¿Quieres que sea tu prometida a pesar de no ser tu tipo?

—No eres mi tipo.

—¿Porqué estuviste conmigo cuando era niña?

—Así que lo recuerdas.

—¡Oye! Esa no fue mi pregunta. 
Estás evadiendo todas mis preguntas.

—Será mejor que descanses.—Él me empujó hacia atrás para recostarme nuevamente en mi cama.

Posó sus dos brazos a los costados de mi cabeza, cayendo todo su cabello sobre mi rostro.
No sé exactamente qué quería hacer en ese momento, tratar de que me calme o ahogarme con su largo cabello.

—Quiero...respirar.—Soplé su cabello para  que me diera un espacio para respirar.

Sentí un pequeño golpe sobre mi frente que me aturdió un poco, y de inmediato me cubrió con la delgada sabana, de un sólo tirón. No entendía como un Dios podía ser más difícil de entender que una mujer.

Pero es cierto que hay una cosa que debía decirle, a pesar de todo lo malo y bueno que él posee.

—Si tienes hambre, al costado tuyo dejé algo que llaman comida.

Al costado de mi repisa vi un táper de fideos instantáneos, ¿debería decirle que se necesita verter agua caliente para comerlos?

Después de todo, la intención es lo que cuenta.

Respiré profundo, y antes que se vaya hablé un tono alto, por lo que él giró hacia mí.

—Gracias. Por traerme aquí y ayudarme.—Bordeé una sonrisa amistosa.

—Nada es gratis.

Respondió girando su rostro de inmediato, no podía esperar otra respuesta de él. Pero por lo menos esta vez no me mostró un rostro malhumorado.

—Es tarde y mañana es domingo...—Salté de mi cama.—
¡La clase del lunes! No he preparado la clase y además no he tipeado los ejercicios.

Respira Alba, deja que fluya todo. Lo del trabajo queda en el trabajo y de la casa en la casa. No combinemos ambos problemas.

Después de dos días no tuve noticias de Thania, no podía negar que me preocupaba un poco, sobre todo porque no me respondía las llamadas.

Luego de salir de mis clases me encontré a Gabriel frente a mí, un pequeño salto de susto dí por verlo tan repentinamente, de hecho creí haberlo visto antes irse. Hace algunos días su comportamiento había cambiado y por más que hablara con él, no tenía éxito de saber porqué se comportaba tan distinto que antes.

—¿Qué pasa Gabriel, me buscabas?—Me acerqué a él con una sonrisa.

—De hecho sí.

Mi cuerpo se estremeció por oír una voz adulta de parte de él. Definitivamente él no era Gabriel, estando yo rodeada de acontecimientos más inusuales que el anterior, no esperaba algo "normal" de aquello.




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