Si oyera una voz adulta, estaría en lo correcto que intuyera quien está detrás mío, definitivamente es un ser mayor. Pero mis ojos voltearon sólo para apreciar a un niño de unos diez años, con ojos color amarillo y el cabello tan puro como la nieve que caía en mechones pequeños sobre su claro rostro. Quedé tan atónita, que pensé por un momento que me estaba volviendo loca.
—¿En qué momento oí una voz adulta?
—Sólo imité una voz adulta.—Me respondió con una sonrisa.— Quería verme imponente como mi señor, pero es evidente que no le llego ni a los talones. Y si quieres saber quién soy, me presento. Soy Sangel, sirviente número uno del dios Caelus, dios de dioses.– Exhaló con orgullo y murmuró.—Se siente tan bien decir eso.
—¿Eres un ángel?
—¿Tan bonito me veo, que me confundiste con uno?—Mostró una actitud modesta.—No, no lo soy. Supongo que por mi nombre pensarás que soy un ángel, pero soy Sangel. Con "S". Sangel.
Es un ser bastante adorable tanto de aspecto como de actitud. ¿Cómo pude haberme asustado por un ser como él? Y ser tan distinto a quien llama «Mi señor»
Cuando miré debajo de mis brazos al sentir el cansancio, volví a recordar la razón de mi incómoda postura y recosté el cuerpo de Gabriel en el pasto.
—¿Qué le pasó? ¿Acaso tú estuviste dentro de su cuerpo?
Ahora entiendo aquellos monólogos no propios de él, con el cual me respondía.
—Fue poco tiempo, sólo se desmayó por salir de su cuerpo. No te preocupes, no podría hacer daño a un humano. En unos minutos despertará.
—Entonces cuidaré de él hasta que despierte.
Aquel ser llamado Sangel, aún permanecía viéndome con una sonrisa, no me quitaba la vista de encima ni por un segundo.
—Ahora entiendo a mi señor, estuve viéndote por unos días y analizando la razón de sus acciones. Y pensar que por fin tendremos a una esposa y no sólo una prometida.
Mi mente quedó confusa por lo dicho por él, así que me atreví a preguntarle.
—¿Esposa? Te refieres a que el sólo tuvo prometidas, pero no una esposa.
—¡Exactamente! Las humanas que el llevaba, o las elegidas, no soportaban a mi señor y eran muy codiciosas en cuanto a los lujos que se les daba, por ello se quedaban. Caelus sólo decía «No vale la pena» Así que jamás se casó con una de ellas y las humanas envejecieron como es normal. Los otros dioses ya se están cansando de no ver a un heredero del rey.
—Entonces eso me pasará, envejeceré si él me lleva al cielo—Dije preocupada.
—Claro que no, siempre tuve curiosidad del porqué mi señor se quedó tanto tiempo en el mundo mortal. Y ya veo la razón, de hecho no es la primera vez que hace algo así.
—Bueno, yo fui la culpable que el no volviera...—Lo miré nerviosa.— Realmente no quise golpearlo, pero él se lo ganó a pulso.
—¿Eh? ¿Qué estás diciendo? Eso no es...
—Como siempre hablas demasiado, Sangel
El pequeño ser se erizó del susto al ser tocado en el cabeza con algo de fuerza, por la mano de Caelus.
—¡¿Mi señor?!
Sonrió nervioso y se inclinó a él.
—Mi señor todos están preocupados por que no volvía, usted prometió traer a la elegida...
—¡Sangel!
En pequeño ser se exaltó y mencionó nervioso.
—Yo sólo estaba aquí para ver cómo era su nueva prometida y porqué a usted le...
El pequeño ser tragó saliva y silenció al ver un rostro enojado del Dios.
—Regresa al cielo, no es tu obligación estar aquí.
—Por supuesto que sí, tengo ver que todo esté bien. Usted no es un dios cualquiera y el cielo no puede estar sin su rey tanto tiempo.
—Regresa.
—Pero mi señor.
—¡Regresa!—Insistió.
—¡No! No regresaré hasta que usted regrese.
Sangel cruzó de brazos con una expresión decidida, miró con cierto temor a la respuesta de su dios, pero se relajó al ver que no estaba enojado está vez.
—Está bien, pero no te acerques a Alba.
—¿Eh? ¿Porqué?—Me miró confuso moviendo ligeramente su cabeza.
—Es una humana con una lengua muy afiliada, que no soporta divinidades.
Supongo que esa es la imagen que tengo de él, ni siquiera me sorprendo que piense así de mí.
Pero Caelus, tú eres la única persona que me puede sacar de mis cabales. A parte de mi familia.
—Espere mi señor... ¿Usted porqué está hablando así de ella?
Si a usted....¡ah! Entiendo, como siempre mi señor no es...
El pequeño ser repentinamente se transformó en un pequeño conejo. Caelus lo tomó de las orejas y lo alzó hasta su rostro. Sangel estaba tan asustado que comenzó a temblar y le pidió a súplicas que lo perdone.
—¡No quise! Realmente no quise.
—La carne asada de conejo es mi comida favorita.
—¡Por favor mi señor!—Luego de forcejear unos segundos, Sangel dejó de suplicar.—Espere. Bueno, igual usted no me haría nada. Que tonto que soy.
El pequeño conejo cayó en el pastizal y desapareció junto a Caelus. No tuve oportunidad de decir una palabra, pero lo único que pude intuir es que me trataba de decir algo y que el dios se lo impedía.
—¿Qué fue todo eso?—Me quedé boquiabierta por la escena, giré mi cabeza por todo el lugar, para ver si alguien había visto tal insólita escena y luego miré de nuevo hacia Gabriel, al darme cuenta que estaba reaccionando, él me miró parpadeando sus ojos muy confundido y yo sólo le ayude a levantarse y a limpiar su uniforme, en el que pequeños residuos de pasto estaban pegados en el.
—¿Maestra?
— Gabriel, ¿te sientes bien? ¿Te duele la cabeza?
—No, pensé que estaba soñando, un sueño muy bonito.
Menos mal que fue cierto lo que dijo Sangel.
—Oh, entiendo, ahora es tarde. Te acompañaré a la parada de autobuses. Tu madre se preocupará, así que la llamaré.
Gabriel agarró mi chaqueta con fuerza.
—No, no es necesario. Yo ya soy grande y mi mamá está ocupada al igual que mi papá. No te contestará.