—Sandra, ¿cómo estás? ¿Qué tal te trata la vida?
—Ahí, es un montaña rusa. Altos y bajos con baches incluidos, pero con fuerza constante. Estoy bien, créeme.
Visité a Sandra luego de cuatro días de no verla, ella tan enérgica y tan buena amiga como siempre, me daba la bienvenida. Ella está soltera al igual que yo, tal vez ese era el punto exacto para decir que nos comprendíamos. Y tal vez la única persona, a parte de mi abuela, que en paz descanse, que me comprende.
Después de que escogí los productos necesarios, regresé al puesto de Sandra para pagarlos, mientras ella los ponía en una bolsa, me habló.
—Dime Alba, ¿y qué tal vas con ese "Dios" Adonis? Lo digo como si fuera tan normal...–Rio con brevedad.
—Ahí, tratando comprenderlo como un rompecabezas, sabes, ahora estoy más confundida.
—¿Por qué?—Se acercó curiosa a mi.
—Tú lo has visto, a primera impresión pareciera que te va matar con la mirada y su semblante indiferente. Pero últimamente pareciera que esa personalidad, no es lo que aparenta, ha pasado muchas cosas en estos días. Y no he tenido la oportunidad de afirmar aquello.
—Umm. Interesante, Dios, humano, insecto o lo que sea. Es interesante ¡Ah!—Chasqueó sus dedos.—Me acordé de algo importante, que no te lo dije porque no te veía hace días.
—Mamá, creo que es suficiente. ¡La cena está completa!—La voz alegre de un niño nos alertó.
—Sí, es así. Vamos a pagar. Buen trabajo hijo.
Al voltear noté a una mujer mayor muy alta, de cabello castaño largo, ojos azules y bellas facciones. Su hijo era idéntica a ella, pero pareciera que su forma tan alegre de ser, lo heredó de su padre.
—¿Está ocupado?—Me preguntó con cortesía.
—No, está libre. Puedes pasar, todo tuyo.—Le cedí el pase.
—Gracias.—Me respondió con una leve sonrisa sin notarme extraña. No sólo era hermosa, aunque su rostro mostraba seriedad, era una mujer muy amable. Ese niño era bendecido por tenerla.
Sandra al terminar de atenderla, volvió acercarse a mi.
—Tengo tanta envidia de aquella mujer, es tan alta como una modelo. Y de tan buena figura a pesar de tener un hijo.
—Es verdad, pero bueno, son cosas que algunos por esfuerzos y la naturaleza, obtienen.
—Al igual que tus bonitos ojos.
—Eso quisiera creer.—Reí.—Por ello no los oculto, prometí no hacerlo. Y con el cuerpo y la cara, uno nuestra lo que tiene aunque no destaque.—Suspiré volteando hacia ella.
—Lo mismo digo amiga.—Me miró a los ojos—¡Oh! Cierto. Tengo que decirte lo que escuché.
—Dime, parece que es importante.
—¡Así es! Tu casa, ¡es sobre tu casa!
—¿Mi casa?—Mi rostro se mostró serio.
—¿Recuerdas a la dueña principal de tu casa?
—¿La señora Patricia? Por supuesto, cómo podría olvidarla luego de lo que pasó.
—Según me contaste antes, ese Dios fue el que compró tu casa sin tu consentimiento. Bueno, hace dos días, unas señoras muy bien vestidas estaban hablando entre sí cerca mío y mencionaron tu dirección.
—¿Enserio?
—Sí, una de ellas iba comprar tu casa, ya que fue ofrecida por la dueña. Decían que estaba desesperada y que era importante venderla lo más pronto posible. Entonces al ver que tu casa era un buen terreno, ella estaba dispuesta a comprarlo ¡Aquí viene lo bueno!
—Yo lo pagaba en cuotas, así que la dueña debió estar muy desesperada, aunque es comprensible su motivo. Fue muy drástico su decisión, debió decírmelo.
—¡Eso mismo! Entonces, ella dijo que justo cuando estaba haciendo negocios con la dueña ¡Un hombre apareció! Alguien de llamativa apariencia y singular ropa.
Mi mirada se notó sorprendida por tal descripción.
—Espera, ¿él?
—«Tiene cabello azul», mencionó ¡No hay duda!
—¿Caelus?—Mi mirada se tornó pensativa.—Termina de contarme por favor, dime los detalles.
—Dijo, que ese hombre le pagó una bolsa entera de diamantes a la dueña, ¡diamantes! El triple que le ofreció aquella mujer. Entonces, sin dudarlo ella accedió. Y por supuesto aquella señora perdió la oportunidad de comprarlo.
¿Qué es esto? Él lo compró ¿Por mí? Oh puede ser...
—¡Gracias Sandra!—Recogí mi bolsa de compra.
—¿Ya te vas?
—Sí, yo tengo que enfrentar a ese Díos. Esta vez, no escapará.—Me despedí de ella.
—Oh, ¡buena suerte! ¡Fuerza Alba!—Se despidió de mi al irme apresurada.
—¡Nos vemos Sandra!
Al despedirme fui directo a mi aún casa, Thania minutos antes me había mandado un mensaje contándome de que había conseguido por fin ser contratada en una tienda particular, vendían joyas y ella era experta en aquello. Una joyería era fiel a su estilo, estaba bien si quería buscar experiencia. Aquello me hizo estar de buen ánimo.
Pero había un punto aún no resuelto, debía encontrar a ese Dios, no lo había visto hace casi dos días ¿Se estaba escondiendo de mí? No sabía qué tramaba.
Puse mi maleta y la bolsa de compra a un lado y miré por toda la casa, estaba vacía. Totalmente vacía. Sólo mi eco podía oírse al llamar a Caelus. Pero él no respondía a mi llamado.
Este especial Dios, sólo aparece cuando le parece oportuno...
—Ocho llamados, ¿tanto deseas verme?
—¡Por fin!—Entoné en un suspiro.
Mi cuerpo se acercó a él paso a paso con la manos en mi cintura y alcé la mirada a él.
—No huyas.
—¿Por qué lo haría?
—Tengo preguntas para ti. Y esta vez responde con sustento.
—Estás curiosa.– Se acercó más a mi y bajo su rostro a la mía.—Un pequeño ratón puede quedar atrapado en su propia trampa. Ser curioso no es bueno, estás acorralando a un dragón
—Incluso un ratón, puede ser astuto y asustar tan glamoroso dragón.
—¿Enserio? ¿De qué manera?
—Tú, ¿tienes sentimientos por mí?–Lo miré a los ojos y seguí hablando.—Gran Caelus, aceptarlo, ¿sería herir tu orgullo?