La primera oleada de miedo, siempre es desesperanzador.
Dejar una vida atrás no es fácil, menos si apartas lo que más quieres y es la razón del gozo de la felicidad. Lo sabía, pero lo que no sabía era cuánto tiempo me tomaría volver, si es que lo hacía. Incluso no podré estar al lado de quien prometí instruir.
Sangel estaba apunto de entregar su identificación a un guardia, aquello que llamaba "sello del Rey" Incluso me mencionó como la prometida de Rey, y él como si me reconociera como tal, el guardia asintió sorprendido mirando mi frente, por lo que también me dejó entrar.
Lo que vi dentro, pensé que me dejaría verdaderamente ciega. ¡Todo era tan lujoso! Dorado por doquier, magníficas construcciones, estatuas gigantes y un paisaje que mostraba todo lo hermoso de la naturaleza. Un verdadero espectáculo.
Mientras el pequeño me guiaba y caminábamos, él me preguntó:
—¿Qué te parece?
—Es increíble, pensé que ya lo había visto todo, pero esto es demasiado para mi imaginación.
—Si te casas con el Rey todo el reino se regirá en tu poder, no sólo este lugar será tuyo, ¡también todo lo demás!
Mi rostro se quedó pensativo y respondí:
—Eso no me haría feliz, sería muy monopolista. Todo esto, todos deberían disfrutarlo. Es triste que sólo se límite para los Dioses. Supongo, que no es diferente a mi mundo.
—¡Excelente respuesta!-Asintió contento.
—¿Eh?—Di un gesto de sorpresa.
—A las otras prometidas, cuando yo les dije aquello. La mayoría respondió: "Eso es maravilloso" o "Es espléndido ser la esposa del Rey"-Suspiró con una sonrisa.—Aunque ya todos sabemos que sólo llegaron a ser prometidas.
—¿Por qué no las hizo su esposa?—Pregunté curiosa.
—No lo sé, supongo que no eran las adecuadas. Oh tal vez...
—¿Tal vez?
—No estoy seguro, pero hay un rumor de que mi señor buscaba de sus prometidas un rasgo en particular y parece que tú lo tienes.—Giró nervioso a mi.—¡Pero! El Rey Caelus la trata de manera diferente, él ni siquiera le dirigía la palabra a las anteriores prometidas.
—Si que es un sujeto frío, ¿cómo quería que ellas lo quisieran? Si ni siquiera les mostraba afecto. Lo digo, porque sé cómo se siente.
—Pero a la señorita Alba le ha mostrado su afecto muchas veces, sólo que siempre lo confunden con malas intenciones.
—¿Uhm? Te refieres...—Di una pausa.—Me salvó esa vez y también de mi familia y sobre la casa... Es verdad, ese día me dio comida...—Solté un gran suspiro.—Enserio este tipo no es sincero, ¿cómo podría darme cuenta? Si para con ese rostro malhumorado y esa boca autoritaria.
—No puedo decirle más, de las cosas importantes se me está prohibido decir. Ya sabe, me quedo sin voz...
—No te preocupes Sangel, después de todo las verdades siempre se sabrán, tarde o temprano.—Miré todo el lugar.—Seguramente Caelus sabe que estoy yendo hacia él, ni siquiera será una sorpresa.
—¡Por aquí! Ya casi llegamos.—Señaló una gran estructura que pareciera ser un palacio, lo envolvía una especie de neblina alrededor, como si fueran aros delgados. Incluso el cielo se notaba cerca, que daba la sensación de poder tocarlo.
Ciertos Dioses me miraban con recelo mientras caminaba, su posición de noble era muy notorio con tales vestimentas lujosas y llamativas. No era de menos que miraran así a una humana, que se acaba de infiltrar a su lugar personal.
—¡Llegamos! ¡Entremos, entremos!—Me apresuró.—La barrera no nos detendrá ya que somos los invitados y tengo el sello del Rey.
Sangel caminó presuroso el largo pasillo, que pareciera estar hecho de mármol puro, los guardias no se inmutaron a detenernos, tal como el pequeño me dijo. Después de unos minutos, Sangel señaló una puerta tallada.
—Ahí dentro debe estar mi señor.
—¡Esperen!—Una voz interrumpió el pase, un señor de bigote blanca y ropa azul nos detuvo.—No pueden entrar aún. El Rey tiene visita.
—Pero es su prometida quien la visita.—Sangel Enfatizó.
—Entiendo, pero la posición de la diosa Natfaria es más importante, mientras sólo sea su prometida.
—¿Ella está dentro?
—Así es.
Haciendo caso omiso a su advertencia, Sangel sonrió despreocupado.
—Bueno, no importa. Después de todo ella es una diosa comprensiva y me conoce ¡Vamos Alba!
Sangel empujó la puerta ante la cara de espanto del guardia, que no frenó al intrépido pequeño conejo. Ante mi mirada, vi una escena bastante cariñosa.
Una mujer de elegante ropa plateada y azul, y de cabello negro que resplandecía con joyas, estaba apoyada sobre el pecho de Caelus. Ambos voltearon a mi al notarme.
—Lo siento, estaban ocupados. Sigan, sigan.—Retrocedí por la incómoda interrupción.
—Ni te atrevas a irte, ya que estás aquí quédate. Prometida.
Caelus se acercó a mí, al igual que la bella mujer que poseía unos hermosos ojos azules, el cual contrastaba con su largo pelo negro, trenzado parte de el en la cabeza.
—Saludos a la prometida del Rey.—Posó su puño en su palma derecha.—Yo siento haberte hecho ver esta escena. Estaba saludando al Rey. Él es mi antiguo preciado amigo y me llené de felicidad al verlo de nuevo.
—No es necesario la formalidad.—Alcé mi mano con una sonrisa. Su mirada mostraba amabilidad y su movimentos eran sutiles y delicados, al igual que su suave voz. Era totalmente diferente a mí.—Saludos a tí, eres una Diosa. Yo no soy tan importante.
—Claro que lo es ahora. Gracias por su compresión, los dejaré.—Se despidió con formalidad.
—No es necesario, yo soy la entrometida aquí. Quédate.—La detuve ante su rostro confundido.—Caelus, si tenías a una mujer tan amable y bella a tu lado, ¿por qué buscarme a mí? Hacen una bonita pareja.—Me acerqué a él, codeando su brazo.—Ey Caelus, ella es tan agradable ¿Cómo puedes perder una oportunidad así?
La Diosa sonrió brevemente por mis palabras. Pero el Rey no reaccionó de la misma forma.