El arrogante Dios del cielo

Capítulo 20 Reunión de Dioses

Aclaración: Los nombres de los Dioses utilizados no son fieles a una sola cultura en sí, han sido mezclados a mi conveniencia. Así que no va seguir ningún patrón en específico.

Cuando menos me di cuenta, fui bañada y aseada con extraños productos. Finalmente cuando me vistieron, me di cuenta de la ostentosidad de la vestimenta. Era blanco con dorado y líneas azules. Muy parecido al traje de Caelus.

Debo aclarar, de que nunca sentí tanta invasión a mi privacidad.

—¿Por qué? Ni siquiera es la reina.—Murmuró una de ellas, arreglando mi cabello.

—Cállate. Son sus órdenes

—Esta vestimenta, ¿no es muy llamativa para ser sólo su prometida?—Intervine en medio de su conversación.

La mujer adulta cambio de expresión al voltear a mí.

—El Rey nos pidió que la vistiéramos así. No podemos ir en su contra. Además, hoy él personalmente la presentará a los principales Dioses.

—¡¿Eh?!, ¿más Dioses?—Pasé saliva.—También ¿Sus padres?

—Su padre. El anterior Rey, asistirá. A su madre, no le gusta este tipo de eventos.

Nunca pensé tener pseudosuegros, pero que sean Dioses, eso está a otro nivel...

Fui llevada hacia dentro de uno de los salones del lugar, donde fuera se encontraba Caelus esperándome. El lugar se sentía diferente, hasta yo podía notar tal fuerte presencia. Mi cuerpo se tensó y di un gran respiro para avanzar.

—Rey Caelus.—Saludaron todas sus sirvientas.—La vestimos tal como ordenó.

—Bien, pueden retirarse.

—Sí.—Afirmaron en conjunto.

—Caelus, ahí dentro.—Señalé nerviosa.

El Dios me miró fijamente por unos segundos y luego miró al frente.

—No importa cuántas ropas finas lleves, ninguna te dará.

Yo suspiré viéndolo.

—Pero que tal halago, digno de ti. Bueno, vestirme parecido a ti, es imposible. ¿Debo entonces mostrarme con el ceño fruncido para parecerme a ti?—Lo imité.

—¡Tú!...—Moduló su voz.—Nunca te dará esas ropas, por que no eres un Dios. Pero...

—¿Pero?—Lo miré a los ojos.

Dio una larga pausa y tomó mi brazo para ponerme delante de él.

—Te vez algo mejor hoy.—Habló con rapidez.

—¿Me acabas de dar un halago?—Mencioné sorprendida al oír esto último.

De inmediato oí dentro también hablar la voz de un anciano, tan imponente y firme, quien mencionó mi nombre y me invitó a pasar junto al Dios.

—¿Sólo debo pasar?—Señala.

—Los Dioses te darán su bendición, se educada. De lo contrario, será difícil para tí caerles bien ¿No querrás tener como enemigo a un Dios? ¿No es suficiente conmigo?

—Sé que nunca fui educada con nobles valores de aquí, pero sé también que es peligroso de hacer.

—¿Estás diciendo que no soy peligroso?

—De todas las veces que te dije algo fuera de lugar, tú nunca trataste de dañarme. Ese día en que me salvaste y también te dañé, tú realmente no perdiste tus poderes, ¿no es así?, ¿no trataste ese día dañarme, pero no "pudiste"? Puedo parecer irrespetuosa, pero no soy tan ingenua.

Caelus no respondió a mi pregunta y sólo ordenó.

—Entonces, demuéstrame tu valentía.—Me indicó a que avanzara.

—Vea atentamente. Rey Caelus.

Ingresé con un manojos de nervios, pero no lo mostré aquello en mi rostro. En el corto tiempo había visto la forma de saludar y comportarse en este lugar. Imitarlo, no sería muy difícil.

—El Rey Caelus y la nueva prometida del Rey entrarán. Muestren respeto.

Indicó el anciano con vivida voz, pisando yo con firmeza cada paso hasta llegar al centro del lugar. Finalmente cuando mi rostro se elevó, me sorprendí al ver tantos Dioses y Diosas sentados en un mismo lugar, de manera de media luna.

—Le presento mi saludo cordial. Divinidades del cielo.—Tal como vi saludar, posé mi puño a mi palma derecha y agaché mi cabeza levemente.

Oí murmullos de ellos y oí al anciano indicarme.

—Puedes elevar la mirada. Siéntate junto al Rey.

Dentro de todas la miradas presentes, no sólo fue la de Natfaria que reconocí, al lado de ella estaba aquel Dios que vi temprano en la mañana. Noté como él me dio una leve sonrisa y me miró con superioridad. Y al medio de todos, había alguien de barba que tenía los mismos ojos que Caelus, ¡Era el mismísimo Caelus! El Dios más antiguo, el padre del Rey. Y pensar que algún día vería algo así en vivo.

—En esta junta. Anunciaré a los Dioses presentes:

Caelus, Dios de Dioses y anterior Rey del cielo.

Helios, Dios del sol.

Selene, Diosa de la luna.

Cronos, Dios del tiempo, hermano menor de Caelus.

Tellus, Diosa de la tierra, madre del lugar de origen de la prometida Alba

Vesta, Dios del fuego.

Ares, Dios de la guerra, prometido de la Diosa Natfaria. Su quinta futura esposa.

Siris, Diosa de la vida.

Natfaria, Diosa de la belleza y perfección. Prometida del Dios Ares.

Así que ese que ví, ¿era el prometido de Natfaria? Es el Dios de la guerra..., ¡que mirada tan aterradora! Es totalmente distinto del carácter de la Diosa.

—Los he reunido para darles conocer a la última prometida que tendré. No quiero oír más disturbios porque no elegir a una esposa aún. —Caelus se pronunció.

—Hijo, una humana puede traer muchos problemas al reino. Tu capricho, está jugando en tu contra.

—Te lo dije padre, yo no escogeré a ninguna Diosa. Yo sé de mis acciones. Y está es mi última decisión como actual Rey.

—Ella no puede engendrar tu hijo si no es una Diosa, ya cometiste ese error en el pasado, Rey Caelus.

¿Pasado?

—Diosa Siris, tú que osaste desobedecerme en ese tiempo, negándome mi petición ¿Aún cuestionas mis acciones?

—Como Diosa de la vida, usted sabe que la vida humana sólo puede ser devuelta por reencarnación, aquella mujer que está a tu lado, es prueba de ello.

—Hiciste una excepción, hace pocas décadas.—Sentenció con una mirada fría en ella.




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