En el recorrido del gran palacio, caminaba junto a Caelus dentro del un frondoso jardín que conducía a los aposentos del Rey.
Sin dar muchas vueltas al asunto, él me habló.
—¿Por qué me defendiste? Pudiste mostrar negación y pedir exilio a los otros Dioses. Tú, ¿acaso estás aceptando tu posición de prometida?
Su tono de voz sonó tan despreocupada, que no noté por un momento tan importante detalle.
Con los ojos abiertos de la impresión, exclamé:
—¡Espera un momento!—Paré de caminar.—¿Se podía pedir exilio? ¡Tú sólo me dijiste que no los provocara, ya que son Dioses!
—Nunca me preguntaste.—Continuó luego de una pausa.—Eso no significa que dejarías ser mi prometida.
¡Eso es hacer trampa!
Pero, igual no me podía ir tan rápido. Le prometí a Sangel.
Moví mi mano sobre mi cabeza y lo sobe un poco. Di pasos largos y sólo atiné a modular una voz tranquila.
—Bueno, ya las cosas están hechas.—Di un gran suspiro y cambié de tema.—Ahora que lo ví de cerca, la relación de Natfaria y Ares es muy cercana. Pero pareciera que la Diosa no estar cómoda ¿Acaso no te das cuenta como ella te mira?—Señalé su pecho— ¡Hombre, esa mujer te ama!
La expresión de Caelus no fue de sorpresa alguna, mostró una mueca de que aquello que pronuncié, ser obvio para él.
—Conociéndote, ¿no harás tratado de juntarme con ella?—Mi expresión disimuló y traté de no mirarlo a los ojos.—¿Realmente lo hiciste?
—Ah..., pero yo no sabía que estaba comprometida, además, ella se adecua al rango de reina.
Su boca pronunció de inmediato:
—Deja de decir tonterías.
—Es sólo una opinión...—Suspiré poniendo mis manos a mi cintura y alzando la mirada. Para calmar el ambiente, cambie de tema nuevamente.—El cielo está brillante. Aún así la lluvia es lo que más me gusta.
Sentí un ligero viento resoplar mi rostro. El Dios me preguntó sin titubear.
—¿Por qué?
Mis ojos mostraron cierta nostalgia.
—No importaba cuanto de pequeña llorara, cuando estaba bajo la lluvia mis lágrimas desaparecían y mi corazón se tranquilizaba.—Lo miré de reojo—Tanta coincidencia, ¿no lo provocabas tú en ese tiempo?
—Eras escandalosa.—Dio una pausa.—Lo sigues siendo.
Me rindo, el nunca será más sincero conmigo.
—Sí, debió serlo... Sin embargo, tú solo tratabas de cuidar está alma reencarnada. Al oír las palabras de las Diosa Siris, me di cuenta cuánto amaste a esa mujer, es normal tener tanta frustración al verme. No poder ver a la misma mujer, es como arrancar una rosa y que crezca otra. Aunque es parecida, nunca podrá ser lo mismo.
No hubo respuesta alguna del Dios, hasta que el habló con una voz apagada.
—Ella murió de una enfermedad. Ni yo me di cuenta, cuando me alejé de ella al ser Coronado Rey. Al regresar ella ya no estaba dentro de los vivos.
¿Acaba de ser sincero?
¡Oh, me retracto! Me está tomando confianza.
¿Realmente morí de esa manera? Es triste.
Nunca había visto tanta expresión de dolor de Caelus. Viéndolo de esa forma, a pesar de su imponente apariencia, en ese momento parecía ser sólo un ser humano.
—No fue tu culpa, estoy segura que ella no te culpó. Una enfermedad no avisa, ni deberías culparte. Ella reencarnó sin resentimientos, yo soy la prueba, al verte no te odio.—Tosí con brevedad.—Tu actitud me puede parecer muy arrogante y también tienes una lista de defectos que me disgustan.—Extendí ambas manos, viendo al Dios hacer una mueca de disgusto.—Pero, por lo menos la tranquilidad que siento ahora, debe ser la tranquilidad en ella, mi alma.
Caelus sólo me miró fijamente, era difícil describir sus facciones. Al no tener muchas.
—¿Qué esto? ¿Estás tratando de sentirme más culpable?
—¿De cómo me trataste? Bueno, tal vez. Pero somos adultos, ¿por qué debería discordia de ahora en adelante?—Extendí mi mano a él, pero no recibo respuesta alguna.
Caelus afirmó con su rostro y volteó su cuerpo delante mío.
—Bien, si tanto no quieres casarte conmigo, tienes dos opciones.—Extendió dos dedos.—Tal como oíste, estar conmigo, es también renunciar a tu mortalidad y no volver.
¿Realmente me va dar esa oportunidad de rechazar ese compromiso?
¡Eso es nuevo!
—Estoy de acuerdo, dime. ¡Lo haré!—No dudé ni por un momento.
—Primero, trata de hacerme sonreír.
De mi rostro de desvaneció mi propia sonrisa.
—Ya comenzamos con cosas de un nivel muy alto de dificultad...
—Segundo. Toma de la Diosa Siris su objeto más preciado.
Que cruel ¿Quiere que me castigue? La primera opción se ve más fácil...
¡Ah! Claro, mi hermana lo vio sonreír, no es tan imposible. Ahora que lo pienso, ¿por qué sonrió en ese tiempo?
—Si sólo cumples con una de ellas, romperé este compromiso
Mi rostro se tornó pensativo y aspiré y suspiré varias veces.
—Te lo diré en el camino, avancemos.
Tras unos cortos pasos, Caelus extendió su mano brevemente al cielo.
—¿Deseas que llueva?—Miró al frente sin mirarme a los ojos.—¿No dices que así estás más cómoda? Tal vez pienses mejor.
Que Dios tan considerado...
—Sí, hazlo.—Asentí.
Cuando lluvia comenzó a caer, la gotas que caían sobre mí se sentían igual que aquella vez. Eran cálidas, se sentía como un rocío de pétalos de flores cayendo sobre mi cuerpo. Realmente relajante. Luego de unos minutos, sentí mi nariz picar y estornudé, poco después una sombra sobre mi cabeza cubrió mi cuerpo.
—El vestido se arruinará.—Escuché de inmediato al Dios hablar, luego de ver que lo que me cubría, era la manga de su ropa.
¡Eres el Rey! ¡Como si no tuvieras dinero! Que escusa tan barata...
—Tal vez, ¿está preocupado por mi salud?—Indagué.
—La ropa.—Respondió de inmediato.
—Oh...—Reí en brevedad.—Está bien te creeré.
Poco después, sentí el cielo despejarse y dejar de llover. Caelus comenzó a caminar nuevamente.