Su cabello blanco caía sobre sus hombros, Sangel se levantó de la cama en que reposaba y miró alrededor suyo con cierto desconcierto.
Me miró primero a mi y luego a Caelus, finalmente miró fijamente a Natfaria. Su tamaño era casi a mi altura, aunque ahora no era un niño, sino un joven, su esencia parecía ser la misma, aunque más elegante en sus gestos y acciones. Dando un breve saludo a todos, agradeció.
—Gracias por su cuidado. Les di muchos problemas.—Dio una mirada nerviosa.—Mi señor, yo...haré lo posible de ser un buen sirviente.
Caelus dio dos pasos adelante hacia él con una postura recta.
—Yo te acepte desde un principio, si hubiera pensado que eras un estorbo, no te habría mantenido a mi lado tanto tiempo. Cuida ahora ese cuerpo, nueva responsabilidades te espera.
Con una sonrisa, Sangel elevó su cabeza.
—¡Si, mi señor!
Con sutileza me acerqué a Sangel, tocando su hombro derecho.
—Extrañaré esa picardía infantil que tenías, pero me alegra que aún mantengas tu esencia.
—Señorita Alba, yo seguiré siendo el mismo. Mi cariño por usted no cambiará. Usted como una hermana mayor.—Se señaló.—Bueno, ¡aún soy adorable!
Una pequeña risilla salió de mi boca y palmeé con suavidad su cabeza.
—¡Lo eres, lo eres!
La bella Diosa se acercó a Sangel con una sonrisa delicada en su rostro. Como si expresara alegría por verlo en buen estado.
—Sangel, ¿te duele aún algo?
—Ah.—Negó con sus manos.—No Diosa Natfaria, yo agradezco su preocupación y ayuda.
—No es nada, tu eres fuerte.
Caelus miró a Sangel y luego volteó a mí asintiendo.
Él estaba más relajado, su rostro lo reflejaba. Volteó hacia la puerta y salió de la habitación. Pero dando dos pasos, volvió a voltear hacia mí.
Con su voz gruesa, me ordenó:
—Alba, ven al salón principal. Tenemos una reunión pendiente.
—¿Reunión?—Di una pausa, con una mirada confundida.—Esta bien...
He estado en este mundo ya mucho tiempo, que me case con Caelus, seguro que exigirán eso. Aún más aterrador. Primero deben convertirme en una inmortal. Yo no deseo eso. Eso sería como un encierro eterno.
Caelus, ¿tú realmente lo permitirás?
Hacerle sonreír para ser libre, ni importa cuánto lo intente. Me di cuenta que eso es algo "imposible", he estado a su lado y lo he visto por un largo tiempo, él simplemente no quiere sentir esa emoción. Felicidad. Se ha sumergido tanto en su pasado, que tomará tiempo entrar en esa barrera invisible, que él ha construido después de tanto tiempo.
Recorriendo el jardín de flores, recorrido que daba al salón principal, a lo lejos noté a una mujer con una flauta hecha de jade blanco. La melodía que tocaba con el, captó mi atención de inmediato. Sumergiéndome en un momento de paz y tranquilidad. Que hizo incluso mi corazón estremecer.
La curiosidad se apoderó de mi y vi más de cerca, estaba ahí Selene. Diosa de la luna. En aquella anterior reunión, su presencia fue la que más me agradó. Y ahora tenía una oportunidad de acercarme a ella.
Antes que pudiera hablar, ella habló primero:
—Prometida del Rey, ¿fue atraída por mi melodía? Tu corazón debe estar en incertidumbre. Esta melodía atrae a quienes sus emociones no pueden entender.
—Oh, es muy interesante.—Asentí.—Es una peculiar forma de decir hola.
Selene asintió con una breve sonrisa.
—Me caracterizo por ser directa y franca. Tienes un buen temperamento, no es usual en este mundo y este lugar lleno de formalidades.
—¿Enserio? ¡Me siento halagada!—Me acerqué a ella.—Pero...¿a qué te referías con lo anterior? Sobre mi corazón.
—Eres una habitante de la tierra. Puedes sonreír, aunque por dentro te sientes desesperada. Bastante admirable.—Posó su flauta sobre una roca brillante.—Prometida del Rey, te haré algunas preguntas.
Yo asentí de inmediato.
—Claro, dime
—Tu, ¿quieres casarte con el Rey Caelus?—Mi cabeza tambaleó ante la repentina pregunta.—¿Lo deseas? Sé la historia , sé quién eres y fuiste para él. Conozco la historia de tu pasado y los rumores. Pero tú quien has sido arrastrada a lo desconocido sin saber nada. ¿Qué es lo que realmente deseas?
Fueron palabras concisas y tan acertadas que me dejó sin habla. Nunca me hice esa interrogante. Sabía que mientras más conocía de Caelus, de este mundo y de quién fui, más sería difícil simplemente volver, dejando todo como si nada hubiera pasado.
—A decir verdad, yo ahora...No odio a Caelus, tampoco es lástima, ya que una parte mia aún quiere permanecer en este lugar.
Yo realmente deseo que él encuentre esa felicidad que se le fue negada hace tanto tiempo. Soy esa clase de persona que no puede ignorar cuando alguien cercano tiene problemas. Pero, parte de mi quiere volver, yo no deseo la inmortalidad. Quiero vivir como un ser humano, lo deseo y parte de mi quiere quedarse en este lugar. Tienes razón, mi corazón está confundido.
—Parte de tu corazón tal vez, está comenzando querer al Rey.
Dime, ¿deseas que él te vea como quien fuiste o como quien eres?
—Yo...—Suspiré.—Quiero que vea a Alba.
Mis ojos parpadearon ante mis palabras, fue una respuesta que hasta yo misma me sorprendí haberlo dicho.
—Yo no conozco los pensamientos internos del Rey, pero lo conozco lo suficiente para notar su acciones externas. Yo nunca había visto al rey Caelus ser atento con alguien luego de tanto tiempo. Normalmente ignora a quien se atreve a contradecirlo, casi nunca da su tiempo para un evento personal. No le gusta que las personas hablen demasiado, odia ser molestado. Te das cuenta, ¿de lo que trato de decir?
—Él... soporta mi comportamiento por que soy esa persona que volvió a aparecer frente a él.
Mis palabras notaron recelo, nunca creí que no me había dado cuenta cuánto me molestaba ser vista como mi antepasado.