El arrogante Dios del cielo

Capítulo 28 Deja vú

—Rey del cielo. Hacer llorar a una mujer tan encantadora como ella, debería ser considerado un delito.

La Diosa Selene dio un gesto de saludo.

—¿Qué le pasó? ¿Por qué perdió el conocimiento?

La mirada de Caelus era intranquila y mostraba intensidad. Su corazón se encontraba un poco culpable, por haber presenciado aquella escena.

—Ya oyó todo lo que quería oír de ella, incluso las palabras que no pudiste pronunciar frente a su prometida, este favor le estoy regresando por salvar a mi hijo en el pasado.—Acomodó a Alba en sobre su regazo.—Ella está bien, tu rostro está  muy expresivo ahora, ella estaría feliz de verlo, su alma está cansada y al parecer tuvo un delirio interno. No sé que es, pero la desgastó mentalmente.

El Dios la miró fijamente y estiró su mano arrodillándose.

—Yo la cuidaré, dámela.

Selene asintió con una sonrisa.

—Por supuesto.

Las manos de la Diosa cargó el cuerpo de Alba y lo acomodó en el regazo de Caelus. Él tocó su frente, sintiendo que su cuerpo tenía una temperatura adecuada y su respiración estaba bien. Dio un suspiro de alivio.

—Rey Caelus, haga lo correcto con esta mujer.—Agarró su flauta de jade.—Aunque yo estoy de acuerdo con se case con usted, tome en cuenta también su voluntad.

Caelus la miró fijamente.

—No soy alguien despiadado, pero hay algo que aún no se resuelve. Y ella lo sabe, su conciencia anterior está volviendo, estoy seguro.

—Siendo ella la reencarnación directa de aquella mujer y viendo que murió muy joven, es correcto pensar que tendrá el mismo final. Sin embargo, ¿hay algo más detrás de su muerte? No te veo seguro.

—Yo he averiguado y interrogado a los médicos que vieron su cadáver hace 800 años. Todos respondieron igual, su muerte fue por causa natural, murió de una enfermedad mortal e imposible de tratar.

—Entonces, fue una enfermedad que no puede ser notada a simple vista e incluso por un médico de aquí. Es extraño.

—Esos médicos han servido a mi familia por generaciones, engañarme, se paga con la muerte y lo saben. Además, que a Alba no le encontraran ningún mal, me preocupa aún más.

—Tiene razón, que ella esté bien hace más difícil saber en qué momento podría repetirse aquello. Es confuso.—La Diosa se levantó del pastizal y estiró su brazo hacia Alba.—Yo estoy de su lado, por lo tanto también de ella. Sé que usted es un buen rey y ella una buena humana. En el futuro, yo los ayudaré.—Sonrió brevemente.—Me retiro hacia el salón principal, los estaremos esperando rey Caelus.

Caelus asintió viéndola alejarse, para luego bajar la mirada hacia Alba.

Estiró su mano derecha y lo acercó sobre su pecho de ella. Una luz blanquecina salió de mano y entró en el cuerpo de Alba. Era su energía que le estaba transfiriendo a ella. Alba dió un gesto de dolor y luego abrió los ojos lentamente. Siendo su primera visión el Dios cerca de ella, al levantarse con brusquedad, golpeó su frente contra la de Caelus, sobando su frente por el dolor.

—Caelus, tienes una cabeza tan dura...

El Dios suspiró con incomodidad y preguntó de inmediato:

—Alba, ¿tienes aún dolor?

—¿Dolor? Yo de repente perdí el conocimiento...Espera, ¿qué haces tú aquí? Yo estaba con la Diosa Selene.

—¿No puedo estar cerca tuyo?

—No es eso. Imagínate despertar de repente y ver otra persona diferente viéndote fijamente. Me asusté...

—¿Te asustaste?—Expresó ofendido.

—Ah...un poquito. Es decir, no es por que usted es feo. Todos tienen un rostro bonito aquí...

—¡Suficiente! Parece estás bien, sígueme.

Caelus se levantó de inmediato, al igual que Alba.

—¿Estás de nuevo enojado?

—No.

Alba lo rodeó para ver su rostro, él le evadió la mirada.

—Lo estás.

—No hables.

Ella paró de caminar y pasó saliva. Esta vez, habló con una voz serena.

—Caelus.

—Te dije que no hables.

—Si yo muero, tú...¿estarías triste por mi?

Hubo silencio en el lugar y pareciera Caelus no responder a su pregunta. Alba sólo asintió y siguió caminando, sin embargo el Dios habló de repente.

—Sí.

El cuerpo de Alba se paralizó y dio un gesto animado ante su respuesta.

—¿Enserio?

—Alba. Tú, ¿sabes que yo no sé? ¿Recordaste algo?

Ella lo miró fijamente y asintió.

—Cuando me desvanecí, sentí ver a otra persona a mi lado. Alguien muy cercano, pero no ví quién era, a pesar de ser alguien conocido, yo sentí miedo.

El Dios expiró y habló en un tono nostálgico.

—En el pasado, ella era sólo una mujer de campo, tenía únicamente a su madre. Vivía rodeada de niños del pueblo, era difícil encontrar a alguien de su edad. Nunca la vi con alguien cercano, menos alguien de su misma edad.

—Imposible, esa persona era una mujer. Tal vez mi yo pasado hizo una amiga y tu no la conociste.

—La visitaba seguido. Cada día.
Hasta el último momento, sólo un día fue el que no pude estar ahí y ese día fue en que la perdí.–Apretó su puño.

—Caelus, esa mucha coincidencia. Alguien definitivamente planeo todo.
¿Quién podría tenerle tanto odio?

El rostro de Caelus giró hacia ella.

—Estás afirmando...

—Dios Caelus, si ella hubiera muerto por una enfermedad. No dejaría nada pendiente. Sin embargo, mi existencia es la prueba viva, de que ella no tuvo una muerte repentina. Alguien cercano lo planeó. Alguien que puede hacerme sentir miedo.

Los ojos de Caelus pareciera desfogar odio y rencor, aún si sabía que había una mínima posibilidad de ese hecho. Oírlo, le hervía la sangre de rabia, como Dios supremo, no pudo evitar la muerte de una mortal, la culpa que cargaba era inmensa y ahora aún más. En ese instante dudó de su posición, él estaba devastado.

—¿Alguien la mató? Eso lo estás afirmando, ¿no es así? Aunque han pasado 800 años, ¡encontraré al culpable! Sea el medio que sea.




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