El arrogante Dios del cielo

Capítulo 33 Anhelo

La miradas estuvieron fijo en Alba y también en la diosa de la vida. De inmediato bullicios y murmullos se escuchó en todo el salón.

Caelus se agachó sin pensarlo para cargar el cuerpo de Alba, pero aquello fue impedido por una barrera dorada que restringió su paso, el Dios volteó de inmediato hacia Siris, viéndola con la mano derecha alzada en dirección de Alba.

La expresión de Caelus, hizo estremecer incluso a espectadores.

—Siris, ¡¿qué estas haciendo?!

—Sé lo que hago, no te precipites.

—¿Sabes lo que haces? ¡Pretendes matarla!

La Diosa contestó con rapidez:

—¡Es todo lo contrario! La estoy salvando, estoy remediando mi error, pagando mi deuda.

Alba se paró del piso tratando de respirar, al bajar la mirada hacia el collar, notó que este estaba muy oscuro y pareciera absorber una energía opaca que emanaba de su cuerpo.

La diosa Selene intervino:

—Eso es..., diosa Siris, el flujo de su vida pareciera desaparecer a rápidos pasos, usted ¿Lo está obstruyendo?

—Ayudar un humano directamente es injusto para las vida de muchos mortales, pero incluso yo también, conozco que es la justicia.

La Diosa Selene comprendió.

—Mortal..., entonces el ritual de inmortalidad no lo hizo, ahora entiendo mi temor.

La mirada de Natfaria era de sorpresa, moviendo sus manos a su boca expresó hacia Siris.

—Diosa de la vida, Alba parece estar sufriendo, debería sacarla de ahí y ayudarla un médico. Su condición es grave.

Los invitados sólo miraban consternados la escena, ¿cómo una fiesta tan importante se volvió un espectáculo trágico? No sabían que pasaba con exactitud, pero tampoco intervinieron. No querían ser acusados o culpados por el furioso Rey.

El Dios de la guerra miraba fijamente la escena y después a su prometida, bufó por un momento, pero luego no aguanto reírse brevemente.

—Esto es realmente por lo que vine, esto es increíble JAJAJAJA

Natfaria volteó hacia él aturdida.

—Prometido...

—Diosa Natfaria, ¿estás conmocionada?—Moviendo su rostro hacía ella, volvió a reírse.—No puedo creerlo, por eso te elegí como mi prometida.

Una espada de inmediato fue esquivado por Ares, saltando de su sitio para luego ascender hacia el piso.

La voz grave de Caelus se escuchó autoritaria:

—Ares, será mejor que hables, esta vez no tendré piedad contigo .

—¿Pretendes pelear conmigo? ¡Soy el Dios de la guerra! Nadie puede derrotarme fácilmente.

Dirigiendo Caelus su espada a su mano, lo direccionó nuevamente a Ares.

—Te dije que hablaras. Ahora.

—Estoy hablando, ¿qué quieres que te diga? Yo no tuve nada que ver lo que le está pasando con tu prometida ¿Te ofendiste por que sólo me reí?

La Diosa Natfaria estaba temblando y de inmediato se postró ante Caelus.

—Rey Caelus, mi prometido Ares no quiso ofenderlo, lo siento por esta grave falta.

Ares chasqueó su lengua y ordenó:

—Natfaria, ya para todo esto ¡Levanta tu rostro!

Natfaria insistió:

—Rey Caelus...

Caelus no tardó en indicar a sus soldados, la expresión que tenía en ese momento él, era de total enojo.

—¡Rodéenlo!

Ares cruzó ambos brazos.

—No eres el único que tiene soldados.

El Dios chasqueó sus dedos, apareciendo detrás de los soldados celestiales, varios de sus soldados de guerra.

—Esto es más justo, ¿no te parece?

Caelus dirigió la mirada a los soldados de Ares y los amenazó:

—Si mueven un solo músculo, los devolveré a la mortalidad.

Estos por obvia razón, no hablaron en su contra. Tenían frente suyo a una autoridad que podría matarlos si quisiera y lo máximo que recibirían de Ares, sería un castigo brutal o la expulsión. No era necesario pensarlo mucho, al momento de que ellos decidieron hacerle caso. Acción que a Ares lo frustró más.

Alba no sentía muchos de sus sentidos, no podía ni ver bien lo que ocurría fuera de la barrera. Cerró sus ojos con fuerza, hasta que finalmente sintió estar en otro lugar. Parecía ser otra vez esos mismos sueños, visiones recurrentes.

Podía ver a su familia, eran las mismas personas.

Pero finalmente una figura masculina estuvo frente suyo, una presencia conocida que ahora para ella era difícil no reconocer.

El Dios de Cielo estaba frente a ella, con un porte tan fino como siempre lo ha sido, una postura correcta de un noble. Pero lo que vio al alzar su mirada, hizo erizar su piel ¡El Rey Caelus tenía una expresión calmada y amable! Pareciera haber presenciado a un ser puro de corazón.

—No te esfuerces, dañarás tu cuerpo. Descansa, últimamente estas cansada, yo me ocuparé de tu trabajo.

En todos sus sueños nunca había interactuado con ellos y ahora pareciera haber despertado ella en el cuerpo de su antepasado.

Sin pensarlo mucho Alba respondió.

—Caelus, ese no es trabajo para un Rey.

—No soy un Rey, aunque pronto lo seré. Te llevaré conmigo cuando estés lista, haré todo lo posible por protegerte.

—Sólo soy una humana.

—No hay problema, nadie te hará daño, por que serás mi esposa. Incluso se puede hacer la ceremonia de inmortalidad, nadie se opondrá luego de ser Rey.

Alba no podía procesar bien, cómo ese hombre tan amable y atento. Que incluso mantenía una vivida sonrisa en su rostro. Se había vuelto tan frío y autoritario. Su muerte fue demasiado impacto para su vida.
Aun más importante, tenía que saber en que momento de la vida de su antepasado se encontraba.

Así que preguntó unas palabras claves y directas.

—¿Cuándo serás coronado Rey?

—Mañana, no podré visitarte, pero vendré lo más rápido que pueda, luego de la ceremonia de coronación.

Tal como imaginó, ¡ella estaba viviendo la muerte de su antepasado! En ese punto ya ella había sido envenenada y por ello incluso su fuerza era mínima. Siendo Caelus tan atento, no era de dudar que mandó a sus médicos a ver su estado de salud y tal como sospecharía, no habría indicios de envenenamiento, igual que el presente.




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