El arrogante Dios del cielo

Capítulo 36 Un último deseo

En la mano de Natfaria se encontraba una cápsula blanca, la última pieza que le quedaba.

Mientras más apretaba el cuello de Alba, más le era difícil para ella respirar. Amenazaba cada paso de Caelus, apretando la cápsula cerca a la boca de Alba. Aquello era el veneno dado a su antepasado y ahora a ella.

Sian. Es un veneno silencioso, llamado así por ser imposible ser detectado una vez consumido, ni por el médico más habilidoso, este fue fabricado por un Dios del Inframundo. Es incomparablemente difícil de conseguir aquello, pero hace 800 años Natfaria lo obtuvo, a cambio de un porcentaje de su vida y también tomando como consecuencia, de que su cuerpo se corrompiera al estar en un sitio mundano. Ese veneno, incluso podía hacer perder la vida de un Dios.

Aún cuando tuvo muchas consecuencias conseguirlo, Natfaria consiguió vivir como una Diosa modelo, ocultando cualquier rastro de corrupción.
Pero ahora mismo, aquello no lo podía contener. La energía negativa que desprendía de su cuerpo evidenciaba su corrupción, sin darse cuenta, ella también estaba tomando el mismo destino que su hermano.
Sea cual sea el resultado, ella ya se había condenado.

Alba lo único que quería, aunque sea por un milésimo segundo, era que Natfaria entrara en razón.

—Diosa Natfaria, siempre tuviste el cariño de Caelus, no tienes que dudar de ello. Yo misma fui testiga de aquello. Pero, ¡date cuenta que tu amor por él se volvió obsesivo! Caelus, nunca quiso verte sufrir.

Natfaria disminuyó un poco de su fuerza en el brazo, por lo que Alba no tardó en empujarla y zafarse de ella.

Sin dudarlo, Alba gritó hacia Caelus.

—Caelus, has lo que tu corazón dicta, ¡tienes que terminar esto!—Tomó aire.—Eres el único al que Natfaria escuchará.

El Rey Caelus miró a la Diosa y se acercó a ella, por lo que Natfaria retrocedió por su accionar. Estirando ambos brazos, para sorpresa de todos incluido Ares, el Dios abrazó a Natfaria.

Dando un respiró, habló con suavidad.

—Sé que provoqué esto y pagaré por ello también, pero ya no provoques más sufrimiento a los demás, aún cuando me siento herido, no quiero que termines de la peor manera. Natfaria por favor, detente.

Las palabras de Caelus fueron suaves, sonaron igual a cuando él era joven, gentiles y sinceros. Una ráfaga de nostalgia invadió el corazón de la Diosa.

—Sufrimiento..., aún si me das tu perdón, nada evitará mi oscuro futuro. Pero por lo menos, me iré tranquila.

El sonido de haber tragado algo, sonó en el oído de Caelus, quien de inmediato tomando los hombros de la Diosa, la jaló hacia adelante de él.

Natfaria vio el rostro preocupado de Caelus hacia ella, su conciencia por momento recobró la realidad, no podía creer que aún después de tanto daño, aún Caelus se preocuparía por ella. Pero, ella ya se había convertido en una especie de maldición para el rey. Sólo podía verse de esa forma.

Estirando su mano tocó el rostro de Caelus con suavidad, como si tocara a un niño, de su ojo azulino izquierdo una lágrima fue derramada.

—Caelus, por fin veo el Caelus que conocí. Lo sé..., sé que en esta vida quien te hizo más daño fui yo, sé que mi codicia fue más grande que tu felicidad. Una Diosa que no puede controlar sus deseos, ¿merecer vivir en este mundo sagrado? Estoy llena de deseos negativos que ya no puedo controlar. No merezco tu perdón, no merezco mi eternidad.—Apretó sus labios.—No merezco tu compasión.

Natfaria retiró su mano del rostro de Caelus y retrocedió de él.

—Pero, lo siento.

Luego de decir esto último, sangre comenzó brotar de su boca. El ataque del veneno que ella consumió era más agresivo.

Caelus gritó, tratando de tocarla. Pero ella lo evitó, la energía negativa también se había esparcido en su cuerpo.

—¡Traigan un médico!

A Natfaria se le fue entregado tres Cápsulas de Sian, uno le fue dado en tres partes al antepasado de Alba, de igual forma lo repitió en Alba, sólo que éste, fue contenido gracias al poder del collar, otorgado por la Diosa de la vida a ella sin saberlo, como medio protección. Pero el último Sian, fue consumido de uno solo por Natfaria. El dolor era tres veces más terrible.

Ares estaba siendo contenido por soldados celestiales, pero no pudo evitar alterarse al ver a Natfaria en ese estado. Se liberó de ellos, tomando a Natfaria en brazos antes que se desvaneciera, el Dios de la guerra no dudó amenazar al rey, apuntando su espada hacia él.

—Si ella muere, será tu culpa.
Después de todo, ¡fuiste su principal razón!

Caelus en silencio silencio y pronunció después.

—Tú, también.

—Maté a una de tus sirvientas, ¿qué si es verdad? Sé que seré castigado, pero nunca te perdonaré esto Caelus.

Autorizado por Caelus, el cuerpo de Natfaria fue rodeado por tres médicos, quienes brindaban su energía espiritual. Natfaria sólo seguía inconsciente y Ares sólo la acompañaba arrodillado cerca de ella.

Caelus sólo veía de lejos la escena. Aún aturdido y conmocionado, volteó hacia Sangel.

—Mi señor, expreso mis condolencias por el resultado, yo sólo quería justicia para usted. Tardé días para conseguir que el Dios de los recuerdos me otorgue ese favor, trabajé duro ¡Pero! Esto fue parte de mi agradecimiento por usted, nunca podré agradecerle por todo lo que hizo por mí. Sin embargo, nunca deseé que la Diosa Natfaria, se hiciera esto...

—No es tu culpa.

Su mano posó en un puño hacia su palma, era la primera vez que todos veían saludar de manera tan formal al Rey, esta vez era muestra de su agradecimiento por Sangel.

Viendo también perpleja, Alba vio recorrer una lágrima en los ojos de Caelus.

—Gracias.

Alba pasó saliva con dificultad, sintiendo doler su corazón al oírle hablar con una voz quebrada. Volteó hacia Sangel y hizo lo mismo que Caelus.

Ambos estaban agradeciendo su valentía.




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