El Arte De Amarte

Capítulo 2: sombras de Grafito

—¿Cómo está mi hijo, doctor? —dijo mi madre, preocupada.

Caí nuevamente por la noche, me llevaron de urgencias, pero el doctor llevaba consigo una mala noticia: "Las tomografías no salieron como esperábamos, el cáncer ha progresado desde la última vez que lo vi; este proceso es tanto físico como emocional". Desde las últimas dos sesiones he visto a Zean muy triste. Tienen que animarlo un poco.

El diagnóstico lo dijo frente a mí; mi sorpresa no era como mi mamá esperaba, así que sabía que algo andaba mal. Me llevaron en silla de ruedas y me recomendaron usarla.

Pasaron los días y tenía que usarla; para mantener contenta a mi mamá, fingía que estaba feliz y relajado. Pintaba al aire libre y también seguía pintando al chico que conocí. Necesitaba verlo de nuevo, pero nuestro encuentro solo fue un accidente.

—Es un universitario de la universidad Zaldivar, mi padre lo conoce y lo halagó mucho, quiero volver a verlo —me dije a mí mismo mirando la pintura en medio de la naturaleza de mi casa.

Era viernes y tenía que ir a la tienda de pintura a comprar más; ya se me había acabado la mayor parte de la pintura. Pinto todos los días, mancho mi cuerpo todos los días; era algo que esperaba.

Me fui en silla de ruedas a descansar; era algo bueno para mi salud. Busqué mis pinturas favoritas y otros lienzos que podría usar este día; son muy importantes. Escogí colores hermosos y llamativos; estaba en mi mundo del arte, tenía que disfrutarlo.

—¿Usted es el dueño de la tienda?

Una sombra gigante estaba enfrente de mí; la silla de ruedas me quitaba altura y me sentí intimidado. —Si necesita algo, puede consultarlo con el personal. —Mi tono no era el adecuado; aun así, seguí buscando lienzos.

—Tal vez no me recuerdas. —Su voz chillona me irritaba y decidí verlo a los ojos para vulnerabilizarlo y callarlo.

Sin darme cuenta y aviso, quien tenía enfrente era el tipo que me intrigaba. Tenía una bolsa llena de pinturas y otra llena de lienzos. Extendió sus manos para entregarme todo lo que traía en bolsa. —La otra vez arrojé la pintura en su ropa y lo lamento mucho. Vi su lista de ese día y compré todo eso.

Tomé las cosas—Gracias—Fui cortante con él, seguí buscando otras pinturas y viendo la tienda. Yendo a caja, dije algo que muchos escucharon.

—No dejes entrar al tipo de cabello castaño de ojos grises.

No tenía idea del porqué lo dije, pero el cajero asintió y me atendió con respeto. Salí de la tienda esperando a que otra persona no chocara conmigo. Miré a niños hablando de su futuro y a mucha gente importante que podía hacer cosas que yo no.

De pronto vi a Dareen, inquebrantado por lo que dije en la tienda.

—¡Oiga! Le pedí perdón por arrojar sus cosas. —Me reprocho por lo que dije en la tienda. La verdad, no tenía razón para hacerlo, pero soy demasiado impulsivo.

No lo vi a la cara y me dediqué a esperar a mi padre.

—¡Le estoy hablando!

Me estaba hartando de él; empezó a ser molesto. Lo miré de reojo y no se iba de mi lado; era irritante y me empezó a enfadar.

—Puede quedarse con lo que compró, no necesito que me lo devuelva. —Lo tiré al suelo—. Debería cuidar su dinero, dedíquese a estudiar medicina.

—¿¡Acaso está enfermo!?

—¿Acaso le importa? —Me molestó su comentario hacia mí. ¿Me conoce? Es estúpido, nadie conoce bien al hijo del rector de la universidad Zaldivar.

Noté una risa al lado mío; lo miré fijamente en silencio.

—Su forma de defenderse es muy peculiar... Zean.

—Defenderme de personas inútiles es lo que me mantiene vivo.

—¿Dónde va? Podría llevarlo; esta silla de ruedas no creo que sea una molestia para usted que lo lleve donde usted quiera.

—No le diré a mi padre que te deje estudiar sin pagar la universidad.

Me alejé de él; mi corazón palpitaba demasiado cuando estaba cerca de él. La aceleración de mi corazón hacía que otras partes del cuerpo me dolieran hasta llegar a retorcerse. Toqué mi pecho y me retorcí hacia el frente; el dolor era inexplicable.

Dareen me vio y, por sus reflejos, fue hacia mí. —¡¿Estás bien?! Tranquilo, dime qué te duele.

Extendió su mano, miré sus ojos; eran claros, eran los ojos que anhelaba ver para mis pinturas, ojos grises, eran lindos. De pronto mi respiración fue cortante; tomé su mano con fuerza y con la otra posé mi mano en su hombro.

—Presionaré tu pecho y tú respiras con calma. —Su sonrisa... su estúpida sonrisa me hipnotizaba y la forma de calmarme era ver su rostro. Él apretaba la mano con la mía, dándome calma. Mi respiración poco a poco mejoró hasta que ya no lo ocupaba a él; él mismo se alejó de mí.

Qué... vergüenza, muchas personas no observaban y mis mejillas cambiaban de color. Si no muero de cáncer, moriré de pena ajena.

A los minutos llegó un chófer; mi padre no tuvo tiempo ya que tenía un problema. Por la vergüenza, solo ingresé al auto y le pedí al chófer que solo acelerara.

Dareen observó el auto irse con una sonrisa y gritando: —Adiós, Zean, mejórate pronto.

Dareen Venturi

Cuando vi irse el auto, una llamada me cayó por sorpresa; era de la universidad. Sabía que algo malo podría pasar; los pagos me retenían en algunas clases.

No tenía ninguna opción que contestar.

—Dígame, señorita Ha. —Estaba decepcionado, podría hacer un grave problema.

—El rector Zaldivar dice que vengas a la universidad, es urgente.

Cuando veía ir el automóvil de Zean, solo podría imaginarme que debería ser algo malo. El cajero salió y puso un letrero con mi nombre para que no pudiese pasar.

—¡Oye! —grité por indignación—. Haces todo lo que dice tu jefe, ¡eh! Empleado del mes: hice un pucheo.

—Sabes muy bien que mi jefe es el hijo del rector de tu universidad, por eso el apellido.

—¡Ya lo sé! —Un berrinche estaba haciendo por una pequeña llamada. —El hijo del rector. —Un foco medio viejo se empezó a encender.



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En el texto hay: #amor, #tristeza, #traumaa

Editado: 12.12.2024

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