Me acostumbré a tus defectos
como quien se adapta a la lluvia,
pensando que iba a pasar,
pero nunca paró.
Me acostumbré a las excusas,
a las noches en vela sin respuestas,
a sentirme pequeña en tus silencios,
y grande en mis dudas.
Y cuando entendí que no era normal,
ya estaba tan dentro,
que salir dolía más que quedarme.
Me quedé esperando que cambiaras,
que volvieras a ser quien creía,
pero era solo un recuerdo borroso,
una ilusión que se fue desvaneciendo.
Ahora sé que me merezco más,
que no es amor lo que duele tanto,
y que a veces hay que soltarse,
para poder volver a respirar.