El arte de fingir

01 | Unas por otras

CAPÍTULO 1 | UNAS POR OTRAS.

"El tiempo no va a curar la herida, si el cuchillo sigue ahí"

 

***

Asher

Dolía.

Mirarla realmente dolía.

Verla sentada junto a su nuevo y descerebrado novio en las gradas me partía el corazón, sobre todo porque en algún momento, que ahora solo parece un recuerdo, yo estuve en el lugar del idiota de Logan Anderson, tomando la mano de Scarlett Morgan y besándola de la misma forma en la que él lo estaba haciendo en ese momento.

—Diablos ¿Por qué tenía que venir? —me quejé, mientras anudaba los cordones de mis zapatos.

—¿Acaso recuerdas que tú la invitaste? —Ethan, mi mejor amigo, no hacía más que recalcar lo obvio.

—Solo invité a Scarlett. —me defendí— Jamás invité a Logan.

—¿Esperabas que viniera sin su novio? Enserio, Asher, ¿Qué tan estúpido eres? —puse los ojos en blanco. A veces era muy idiota.

—Asumí que Logan no vendría porque eso supondría ver que yo había entrado al equipo y él no.

—Enserio te faltan dos dedos de frente si crees que Anderson se preocupa por eso. No lo consiguió y parece bastante conforme con eso.

—Seguro no le importaba lo suficiente.

—Y a ti tampoco desde que dedicas más tiempo a hablar de la rubia que a jugar.

Touché.

No podía culparme, hace solo cinco meses que habíamos terminado. Parecerá bastante tiempo, pero una relación de dos años no se olvida tan rápido. Aunque ella lo hubiese hecho.

—Como sea, hoy mataré dos pájaros de un tiro. —informé, orgulloso— Ganaré el partido, le dedicaré un gol a Scarlett y de seguro vendrá corriendo a mis brazos. Ella amaba que se los dedicara.

—Por favor recuerda que estás hablando en pasado antes de hacer semejante estupidez.

—Eres un amargado, Ethan.

—Soy realista, Asher. Tu voz de la razón.

—No necesito que seas mi pepe grillo, gracias.

Lo vi negar con la cabeza, pero no hizo ningún comentario al respecto. Después de haberme alistado y calentado, corrí al campo para ponerme en posición. Le di una última mirada a Scarlett, lucía hermosa con su largo cabello rubio suelto y esa sonrisa coqueta que la caracterizaba.

Era perfecta.

—¡Vamos, señoritas, tenemos que ganar este partido! —el entrenador gritó, como siempre. Lo grandioso de su tono de voz fuerte, era que activaba mi modo competitivo en segundos— ¡No me decepcionen o los haré correr bajo el sol hasta que estén tan cansados que no podrán cargar con su propia existencia!

Todos asentimos eufóricos y lanzamos el típico grito antes del partido. Yo era el delantero, lo que significaba que tenía todo lo necesario para hacer el gol ganador y dedicárselo a mi chica.

Ya no es tu chica.

Calla, si lo es.

Escuché el sonido del silbato, indicando el inicio del juego y entonces, toda la adrenalina recorrió mi cuerpo. Cuando estuvo en mi poder, moví el balón por el campo como ya sabía, haciendo lo posible por esquivar a la defensa del otro equipo. Le pasé el balón a Lucas, uno de los jugadores, que luego se lo pasó a Devon, quién anotó el primer gol.

Eso fue fácil.

El público en las gradas gritó eufórico y desesperado. Mi vista viajó instantáneamente a Scarlett, estaba viéndome con la misma expresión seria que llevaba usando hacía meses. No sabía en qué momento todo entre nosotros había cambiado tanto, pero lo que antes eran solo sonrisas, se convirtió en muecas de su parte y ceños fruncidos. Odiaba que me viera así, lo odiaba cuando yo me moría por besarla para desvanecer ese gesto.

Logan, a su lado, la incitó a celebrar el gol. A Scarlett nunca le había gustado el fútbol, pero siempre iba a ver los partidos. Al principio era por mí, luego fue porque a Logan le encantaban y ella quería acompañarlo a todos lados. Eran uña y mugre. Él la atrajo hacia sí y le estampó un feroz beso en los labios.

La furia invadió mi sistema, apreté los puños con toda la fuerza de la que fui capaz. Detestaba verlo besar aquellos labios que había jurado que siempre serían míos.

Maldita sea.

—Vamos, Asher, concéntrate. —me dijo Ethan. Decidí hacerle caso, tenía razón. Si seguía pensando en Scarlett, no ganaría ese partido.

Dos horas más tarde, mi respiración se había vuelto irregular. Sentí algunas gotas de sudor deslizarse por mi frente y como la impotencia y la adrenalina formaban una mezcla gratificante en mi cuerpo. El marcador apuntaba que estábamos empatados, a tres goles iguales y el tiempo para acabar esa tortura no era suficiente. Las probabilidades de arreglar ese partido en menos de diez minutos eran de una en un millón.

Lo admito, el otro equipo era bueno, muy bueno.

—¡Vamos, McCallan, pásale el balón a Wesley!

El grito del entrenador me obligó a ver al susodicho. El pobre no sabía qué hacer, esquivaba de manera nerviosa a los del otro equipo y miraba a todos lados buscando a alguien del equipo, pero no hacía ningún pase.

¿Por qué diablos no hacía ningún pase?

—¡McCallan! —grité, pero no pareció surtir efecto en él.

Parecía un conejo enjaulado.

Me acomode más cerca para que pudiese pasarme el balón, pero solo se movía de un lado a otro como un jodido trompo. Los gritos en la tribuna tampoco es que ayudaran demasiado, no nos tenían ni un poco de fe.

—¡McCallan pásame el jodido balón! —grité exasperado y entonces, su mirada se encontró con la mía. Puro alivio en su rostro— ¡¿Qué demonios esperas?!

Eso lo sobresaltó y pateó el balón sin prestar mucha atención a lo que hacía. Le cayó a otro jugador y juro que quise ahorcarlo. Corrí con todas mis fuerzas y cuando Ethan logró tener el balón en su poder y pasármelo, solté un suspiro de alivio. Esquivé, pateé, corrí, vi el arco y luego sucedió.




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