El arte de fingir

04 | Quien no arriesga, no gana

CAPÍTULO 04 | Quien no arriesga, no gana

"Nos pasamos la vida esperando que algo pase y lo único que pasa, es la vida"

 

***

Samantha

—No, no y no, ¡Por supuesto que no!

Claro que no iba a pasar.

—¿Por qué no?

—Porque es quizá la peor idea en la historia de las ideas —lo oí resoplar con frustración, pero no me importaba. La idea era pésima, no había forma de que la aceptara.

Emily nos veía desde el pasillo, apoyada en su casillero. Dudé un momento de sí a la distancia que se encontraba, lograba escuchar algo de nuestra conversación porque me regaló una sonrisita aprobatoria a la que le añadió un gesto de pulgares levantados, como estando de acuerdo.

Negué con la cabeza.

—Debo irme.

—¿A dónde vas?

—Iré a casa, me daré un baño y golpearé mi cabeza contra la pared. Luego, buscaré una enorme roca para meterme debajo de ella hasta que se acabe la escuela —sugerí, aparentando sin éxito que estaba calmada. Se me notaba a kilómetros la desesperación— No solo sufriré humillación social, mis padres también van a matarme. ¡Y todo por tu culpa!

—Hey, ¡Alto ahí, vaquera! —Asher levantó una mano frente a mí para detenerme— Yo no fui quien dijo que tenía un novio cuando no era cierto.

—En primer lugar, tu no tenías por qué meterte en eso. Y en segundo, mi intención nunca fue afirmar que tenía un novio, solo quise defenderme.

—Pues se te dio fatal.

—¡No me digas!

—¿Por qué estás a la defensiva?

—¡No estoy a la defensiva!

Bueno, tal vez si estaba a la defensiva.

—Aceptar mi trato te ahorrará la humillación social de la que hablas —apuntó, encogiéndose de hombros— No quedas como mentirosa e imagina el perfecto estatus que va a darte estar con el chico más guapo de la escuela —se señaló a sí mismo— Te estoy ofreciendo la oportunidad de tu vida.

Jodido egocéntrico.

—Por favor, alguien que traiga dos sillas. Una para Asher y otra para su ego —bromeé, para molestarlo.

—Ríete todo lo que quieras, sabes que tengo razón.

—El más guapo es Logan Anderson —refuté, casi sin pensar— Además, tú y yo nunca hemos hablado. ¿Quién va a creérselo?

—No nos tienes ni una pizca de confianza.

—No, ni un poco.

Puso los ojos en blanco, gesto que por alguna razón me resultó satisfactorio. Irritarlo era fácil y aplacaba un poco mi desesperación.

—Mira, no sé si lo has notado, pero tienes un gran problema aquí y yo te estoy dando una solución rápida. Así que, podrías ser amable y aceptar, o ser tonta y rechazarme —me dio una mirada cargada de condescendencia y era posible que lograra intimidarme.

—No lo haré.

—Oye, piénsalo, ¿sí? Me necesitas, te necesito, no tienes por qué aguantar las burlas cuando puedes obtener una salida —me mordí el labio y aparté la mirada, indecisa— Tienes hasta mañana.

 

***

La hora del almuerzo, sin dudas, podía ser mi favorita.

Con Emily, teníamos la misma mesa desde el octavo grado, nadie parecía querer acercarse allí, además de nosotras, y de Cameron, su medio hermano mayor o Lucas, nuestro intento de amigo.

Ambos estaban en el equipo de futbol, por lo que tenían una reputación que mantener y que los vieran con nosotras, seguro no les ayudaba mucho, pero Cameron no podía evitar cuidar a su hermana y Lucas era el ser más despreocupado del planeta. Le gustaba acompañarnos de vez en cuando y charlar, contarnos chismes y bromear con nosotras. No se diría que éramos un verdadero grupo, porque, aunque quería a esos dos, no les tenía demasiada confianza, pero era algo y no pensaba soltarlo.

Emily dejó caer su bandeja frente a mí y tomó asiento, poniendo una mueca. Bajé el libro que estaba leyendo, poniendo una servilleta como marcapáginas improvisado y le presté atención a mi quejumbrosa amiga.

—¿Qué pasó? ¿Estaba vacía otra vez?

—¡No entiendo cómo es que siempre que llego, nunca hay! —se quejó— Es como que me ven entrar y huyen.

Solté una carcajada.

Emily tenía una obsesión insana con los muffins de la cafetería. Desde que los probó hace como tres semanas, dijo que no pasaría un día sin que se comiera uno, pero el destino siempre le jugaba en contra y cuando iba por alguno, ya no había. Ni idea quien se los llevaba, pero una vez que estaba en la puerta de la cafetería veía que quedaba el ultimo y cuando se acercaba a la barra, desaparecía.

Por supuesto, eso siempre la ponía de mal humor.

—Un día de estos conseguiré uno —prometió— Así sea lo último que haga.

Rodé los ojos, pero no dije nada más. Lucas llegó a nuestra mesa, seguido de Cameron. Ambos estaban muy sonrientes ese día.

—Hola, mujeres preciosas —saludó Lucas— ¿Qué tal su día?

—Pues...llegué tarde a clases —comenté— Y me gané un mal rato con Scarlett.

—Demonios, ¿Qué te dijo esa bruja esta vez?

—Cosas sin importancia —habló Emily. No me gustaba tocar el tema de esa chica y ella lo sabía— Pero... ¡Sam hará el trabajo de historia con Logan!

Cameron y Lucas abrieron mucho los ojos, sorprendidos. Ellos sabían a medias la historia de mi enamoramiento por Logan. Apenas y les había contado que me parecía lindo y que, quizá había fantaseado una o dos veces con él, pero ninguno estaba al tanto de lo tonta que me ponía a su alrededor o la cantidad de suspiros que me robaba casi a diario.

Además, Emily les había inventado que yo tenía historia con un chico misterioso, solo para que Cameron no me molestara cada que me veía con el tema de Logan.

—¿Julieta por fin tendrá a su Romeo? —preguntó un curioso Lucas— ¿Y sigues respirando con normalidad?

—Es solo un trabajo.




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