CAPÍTULO 05 | Desconocidos conocidos.
"Hay cierto encanto en lo desconocido. Nos atrae lo que pueda revolucionar nuestra existencia"
***
Samantha
—Explícame otra vez por qué estamos aquí viendo una práctica aburridísima y no en nuestra maratón semanal de películas.
Emily hablaba con la boca llena del burrito que le compré en el camino para que no se quejara. Claramente, no había funcionado.
Al final, Asher había conseguido lo que quería y nos arrastró a ambas a su práctica de fútbol. Ya llevábamos ahí una hora y la tortura no había acabado. Realmente no entendía como las novias disfrutaban viniendo aquí a malgastar dos horas de su tiempo solo para ver cómo los chicos, quienes no tenían nada más que un descanso de cinco minutos cada media hora, entrenaban y no se acercaban ni un solo minuto a ellas. Dedicaban los tiempos de descanso a hablar entre ellos y no les daban ni una sola mirada. Las chicas solo estaban ahí, hablando entre sí y silbando de vez en cuando si alguno de los chicos se lucía, lo cual no pasaba muy seguido, pues el entrenador Park era muy exigente.
—Ya te lo había dicho. Asher dijo que es lo que hacen las novias, acompañan a sus novios a las prácticas.
—Eso es estúpido.
—Lo sé.
—¡Descansen cinco minutos, señoritas! ¡Ni uno más, ni uno menos o los haré correr veinte vueltas al campo! —ordenó el entrenador y los chicos suspiraron aliviados, antes de acercarse a las bancas para tomar agua y respirar.
—No entiendo, ¿Por qué él está ahí con ellos y no aquí contigo?
—Porque está descansando.
—Pero entonces no tiene sentido que te haya pedido venir si no van a prestarte atención.
Me lo pensé un momento. La verdad era que Emily tenía toda la razón. ¿Para qué había venido si de todas formas estaría allá con ellos?
Cansada de que me doliera el trasero por lo duro de las bancas y de mirar a la nada, perdiendo mi tiempo, me levanté del asiento y caminé decidida hasta el sitio en el que estaba todo el equipo reunido. El entrenador me observó acercarme, pero no dijo nada. Sin embargo, escuché murmullos de varias de las chicas que se sentaban juntas a una distancia razonable. Tomé valor y traté de ignorarlas, siguiendo mi camino.
—Oye, ¿Qué estás haciendo? —dijo Emily, como si me hubiese vuelto loca, pero igual me estaba siguiendo.
Una vez llegué, los once chicos se me quedaron viendo cual bicho raro, pero tomé valentía de donde no la tenía y sonreí entusiasta.
—Hola.
Asher arqueó una ceja.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Me aburría allá sentada —me encogí de hombros— ¿Hay algún problema?
—Pues...
—Hey, Wesley —lo llamó uno de los chicos— ¿Quién es ella?
Era alto, casi igual que Asher, pero muchísimo más que yo. De cabello negro y ojos marrones. Parecía curioso al verme, no lo culpaba, no es que yo llamara mucho la atención en la escuela, seguro no me había visto antes.
—Ella es Sam, mi novia.
Vi como varios pares de ojos se abrieron, sorprendidos.
—¿Novia? ¿Luego tu no estabas colado por la víbora rubia? —cuestionó uno. Tuve que taparme la boca para no reírme.
Otro chico se acercó y le dio un golpe en la nuca.
—Cállate, idiota.
—¡Pero si hace solo días lloriqueaba por ella!
—Enserio, Axel, ¿Qué tan poco aprecias tu vida?
—Bueno... —hablé, cambiando el rumbo de la conversación— ¿Y de qué hablaban?
Se echaron una mirada entre ellos que no supe entender, pero uno de los chicos finalmente habló.
—De las jugadas —señaló un tablero lleno de flechas, círculos y rayas, que no comprendí— Así sabemos lo que haremos para cada partido.
—¿Se supone que entienden esos dibujos? —fruncí el ceño.
—No son dibujos, corazón, son jugadas.
El pelinegro me sonrió.
—Pues parecen dibujos.
—Que no lo son, Sam —Emily, que había estado callada todo el rato, señaló la tabla— Es una tabla de tácticas para que puedan organizar las posiciones y las estrategias del juego. Los números representan a los jugadores —la vi tomar las fichas y moverlas a su antojo— Mira, ellos tienen un sistema uno, cuatro, cuatro, dos. Lo juegan con extremos y las flechas te muestran que, por ejemplo, así se meten los laterales por dentro y que tienen un campo ancho —su dedo se pasó por cada línea, flecha, número y dibujo como si fuese una experta, mientras yo me mantuve con el ceño fruncido sin entender ni la mitad de lo que hablaba— Quizá deberían probar la uno, cuatro, tres, tres. El medio centro quedaría mejor —murmuró, pensativa— En fin, es eso.
Ella sonrió y me miró como si estuviésemos hablando de algo tan simple y casual como el clima, pero yo le di mi mejor mueca de confusión.
—Hagamos como que entendí.
Los chicos se rieron, menos el pelirrojo, que se había quedado mirando a Emily con cara de idiota.
—¿Y tú quién eres? —le preguntó.
—Soy Emily, la mejor amiga de esta impertinente.
—Eres un ángel —suspiró soñadoramente, haciendo que ella soltara una carcajada.
—Y no he caído del cielo, cariño —le guiñó un ojo, coqueta.
—Así que, ustedes se la pasan todo el rato practicando fútbol y cuando por fin tienen un descanso, ¿Siguen hablando de fútbol?
—Exactamente —asintió el pelinegro— Nos mantenemos con la mente en el juego.
—¿Y después saltan y gritan algo como «linces» para sentirse poderosos? —bromeé, a lo que todos rieron.
Uno de ellos, al que reconocí de inmediato como Darren, se acercó con expresión retadora y orgullosa, cruzado de brazos. Se veía condenadamente bien, con el cabello rubio despeinado y los musculosos hombros descubiertos tras su camiseta sin mangas. El sudor le caía por la frente y sus ojos grises brillaban a la luz del sol que le pegaba en la cara.
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Editado: 19.03.2023