El arte de fingir

10 | Frases cruzadas

CAPÍTULO 10 | Frases cruzadas

"El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos"

***

Samantha

Y ahí estaba.

Frente a la casa de Logan Anderson, con las piernas temblando, las manos hormigueando y los nervios aumentando con cada paso que daba acercándome a la puerta.

Cuando recibí su mensaje con la dirección de la casa, no me imaginé que viviera en un lugar tan lujoso, Yo nunca había visitado ese sector y era básicamente un conjunto cerrado de casas de tres pisos que gritaban dinero en cada esquina. Sabía de muy buena fuente que los padres de Logan tenían mucho dinero, eran empresarios muy exitosos con la posibilidad de obtener lujos como estos, pero me parecía un lugar exageradamente grande para solo tres personas.

Me costó ir, la verdad. No había llevado el auto a la escuela porque últimamente era Asher quien me transportaba de un lado a otro, por lo que tuve que tomar un taxi, que me cobró demasiado y me dejó dos cuadras atrás porque todas las casas eran iguales y me había confundido. Así que si, tuve que caminar y ahora era un cumulo de sudor y reprimenda interna por ser tan desubicada.

Toqué el timbre y esperé hasta que la puerta se abrió. Un sonriente Logan estaba del otro lado, con el cabello despeinado como si acabara de levantarse, una camiseta negra que se le marcaba perfectamente a los brazos y al abdomen claramente trabajados, y unos jeans oscuros que...

Tranquila, Sam, piensa en la biblia.

—Hola —dije, intentando que mis nervios no fueran tan notorios.

¿Qué me pasaba? Era solo un chico.

Un chico que me volvía más tonta de lo que ya estaba.

—Hola, Sam —sonrió— Ven, pasa.

Se hizo a un lado para darme espacio y una vez dentro, me permití detallar el lugar. Las paredes eran de un tranquilo color beige y estaban decoradas con elegantes cuadros familiares y reconocimientos enmarcados. Distinguí un agradable olor a jazmines a medida que avanzábamos por el pasillo hasta llegar a la sala de estar. No tenía gran cosa, algunos sofás marrones—que parecían muy cómodos—. Una pequeña mesa de centro en cristal, algunas plantas decorativas y una radio de esas lujosas que suele ver mi madre en los catálogos de interiores pero que nunca ha podido comprar.

—Bienvenida a mi humilde hogar —dijo, interrumpiendo mi evaluación mental del espacio— ¿Quieres algo de tomar?

—Agua está bien.

Minutos después, volvió con un vaso de agua y una bandeja con galletas.

—Las preparó mi mamá. Suele hacer estas cosas cuando voy a atraer a alguien a casa. Hoy no está, pero me pidió que les dieras el visto bueno —sonreí y tomé una de las galletas.

Madre mía, estaban buenísimas.

—¡Están deliciosas! ¿Tu mamá es chef o algo así?

Se rio y ¡Por Dios, que risa!

—No, es diseñadora de interiores, pero ha visto un par de recetas en YouTube y anda un poco obsesionada con eso.

—Pues le doy un veinte de diez.

—Le encantará oír eso —añadió— ¿Te parece si iniciamos con el trabajo? Tengo un par de ideas que quiero mostrarte.

—De acuerdo.

Siendo honesta, ser compañera de Logan no solo me gustaba porque estuviese coladita por él, sino también porque me beneficiaba muchísimo, académicamente hablando. Él era uno de los mejores estudiantes de la clase y hacer el trabajo con él era un diez asegurado para mí. Lo agradecía, porque ya quedó claro que yo no era de las mejores estudiantes.

Prioridades son prioridades.

Me puse a sacar mis libros de la mochila, mientras él traía los suyos a la sala.

—Bueno, pensé que podríamos hablar de Gandhi, es de los más reconocidos.

—Y de los más usados —murmuré.

—¿No estás de acuerdo? —juntó las cejas.

—Estoy de acuerdo en que es uno de los más reconocidos, pero justo por eso más de uno va a elegirlo. ¿No sería bueno hacer nuestro trabajo de alguien más y así nadie lo repite?

Casi quise encogerme en mi lugar cuando se me quedó mirando con una ceja enarcada.

¿Había dicho algo malo?

—Tienes razón. ¿Alguna idea?

Me mordí el labio, nerviosa, No solía compartir mis ideas, siempre estaba de acuerdo con lo que proponían los demás para no entrar en discordia, así que era nuevo para mí que alguien preguntara por mi opinión. Era aún más nuevo que alguien me diera la razón en algo.

—Nelson Mandela —propuse, con miedo a equivocarme, Sin embargo, me relajé en cuanto noté que parecía estarlo considerando positivamente.

—Es una buena idea, me gusta.

Espera...

¿Buena idea? ¿Le había gustado?

Si, ¿estás sorda?

Eres una conciencia muy agresiva.

Calla y respóndele.

¿Eh?

—...te parece?

—¿Qué?

—Que si te parece que agreguemos imágenes al trabajo.

—Ah, sí, perfecto.

Vaya, pero que lenta.

La siguiente hora nos la pasamos trabajando y, honestamente, me daba la sensación de que nos iba muy bien juntos, ya nos faltaba poco para terminar y yo estaba quedando muy contenta con el resultado.

«Vive la vida como si nadie mirase y exprésate como si el mundo escuchase» —citó.

Estábamos haciendo una sección con las frases más representativas del personaje. Él dictaba y yo escribía.

—Ojalá fuera tan fácil —murmuré.

—Yo creo que lo es —comentó, cuando creí que no me había escuchado. Levanté la cabeza del ordenador para observarlo.

—¿Por qué? La gente siempre va a estar observando, esperando a que des un paso en falso para poder juzgarte y, para cuando quieras explicar, nadie escuchará. Es así.

—¿Y eso qué? Nelson Mandela no dice que jamás nadie va a estar esperando a que te equivoques o juzgándote por ello, él dice que debemos vivir ignorando todo eso.




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