El arte de fingir

12 | El baúl de los recuerdos

CAPÍTULO 12 | El baúl de los recuerdos

"Poder disfrutar de los buenos recuerdos de la vida, es vivir dos veces"

 

***

Samantha

El fútbol era mi deporte menos favorito.

Antes creía que me gustaba, puesto que las semanas de interactuar con mi novio falso y sus amigos habían hecho progresos conmigo, adentrándome al mundo futbolístico con éxito, pero en ese momento, que era la tercera vez que me lanzaban un balón a la cara, solo pensaba en poder pinchar el endemoniado objeto con un tornillo.

—¡Lo siento, Sam, no volverá a pasar! —exclamó Axel, desde el campo.

—¡Lo mismo dijiste las últimas dos veces!

—¡Está vez si va enserio!

Le puse mala cara y volví a acomodarme en mi asiento.

Esa tarde los chicos estaban extremadamente torpes y es que no era una practica normal, estaban haciendo las pruebas para las posiciones y quizá los nervios les jugaban una mala pasada. Aunque bueno, no a todos, Darren y Asher parecían bastante profesionales mientras se movían de un lado a otro haciendo pases, goles y movimientos que no sabría bien como describir.

Yo había ido con la intención de dar una imagen de novia ejemplar, pero tenía secretamente planeado ponerme a leer algo u ocupar mi tiempo en alguna cosa que me pareciera más productiva. Lo cual fue imposible de hacer, teniendo en cuenta que apenas llegamos, me enteré quien era el mayor rival de Asher para el puesto de capitán.

Darren Cross, deportista desde siempre, disciplinado, competitivo como él solo y con el ego por las nubes. Según él, la temporada pasada el puesto de capitán no había sido de su interés, pero ahora estaba repentinamente dispuesto a conseguirlo y no dudaba de que lo lograra si seguía siendo tan bueno como recordaba. Asher parecía nervioso al verlo jugar, pero no se mostraba intimidado en absoluto, más bien, parecía admirar a su compañero más que temerle.

—¿Crees que esto dure mucho? —me preguntó Megan, echándole un vistazo a su reloj— Mis padres vuelven hoy de Londres y quieren que Diego y yo cenemos con ellos. Detestaran que él no llegue.

—Honestamente, no lo sé —resoplé— Creo que no, parece que ya están por terminar la sección.

Así parecía. El entrenador les hizo dar un par de vueltas y luego los mandó a hidratarse y tomar un poco de reposo mientras él evaluaba los resultados y hacia la elección de los puestos regulares. Los chicos, sudando como monos y seguramente oliendo a puerco, se acercaron exhaustos hacia las bancas.

—Mierda —murmuró Ethan— Me duelen partes del cuerpo que no sabía que tenía.

—Yo no sé si sigo teniendo cuerpo, me lo acaban de moler allá —se quejó Diego, dándole un sorbo a su botella. Levantó la cabeza para vernos— ¿Qué tal estuvimos, chicas?

Megan y yo hicimos una mueca. Justo le preguntaba a las que menos autoridad moral tenían para dar una opinión.

—¡Excelentes! —exclamó Megan— Fueron muy...futbolísticos.

—Si, eso, futbolísticos.

—Claro.

Los chicos soltaron carcajadas al vernos tan perdidas. Ya no me ofendían, había aceptado dignamente que mi cerebro detectaba un error cuando se trataba de futbol.

Muy contra mi voluntad, me giré hacia el campo, donde Asher, Darren y el entrenador seguían charlando sobre algo. No sabía sobre qué, si era bueno o malo, pero Asher se veía muy tenso y le echan un par de miradas a Darren de vez en cuando. Juro que sentí alivio cuando ambos asintieron y vinieron directamente a las gradas. Bueno, no ambos, Darren se dirigió a las chicas del otro lado de las gradas.

—¡Wesley! —lo llamó Axel— ¿Nervioso, amigo?

—Tu deberías estarlo, ya el entrenador me dijo las posiciones.

—¿Qué? ¿Por qué a ti primero?

—Porque sigo siendo el capitán, ese puesto no me lo han quitado.

—Ni te lo quitarán, hermano —lo palmeó Ethan— Ese puesto es tuyo.

—Eso espero. Cross es bueno.

—Pero no es el mejor.

—Basta, Collins, le agrandarás más el ego y necesitaremos dos sillas para cuando venga Asher —protestó Megan, haciéndonos reír a todos.

Todos menos Asher, que más bien se quedó mirándome con una ceja enarcada.

—¿Qué?

—¿Y tu qué haces tan calladita? —cuestionó— ¿Te mordió la lengua el ratón?

—¿Ya extrañas oír mi voz, amorcito?

—No me tienes acostumbrado a tu silencio, cariño.

—¿Es una manera sutil de decir que amas oírme hablar, corazón?

—¡Iugh, no se pongan de melosos! —Axel hizo una mueca— No se come frente a los pobres, ¿Saben?

Me reí, pero no dije nada más, mi mente quedó en blanco cuando sentí la mirada sugerente de Asher sobre mí. Llevaba mirándome así desde el beso que nos habíamos dado en el patio, del que, por cierto, salí corriendo después de haberlo dado y del que no habíamos vuelto a hablar porque me daba mucha vergüenza admitir que me había gustado. Porque si, me gustó y mucho.

No nos emocionemos mucho, sin embargo, porque el hecho de que me gustara besar a Asher no significaba nada.

—¿Cuándo nos dirá? —se impacientó Ethan— Sea lo que sea, quiero lanzarme a los tentadores brazos de Morfeo.

—¡Y nosotros tenemos que cenar con mis padres! —protestó Megan, agitando su celular en el aire con la hora resplandeciente en la pantalla como para confirmar lo atrasados que iban.

—Tranquila, hermosa, seguro que ya nos llaman —le dijo Diego— No llegaremos tarde hoy. No otra vez.

—¿Otra vez? —pregunté.

—Si, es una de las razones por las que mis padres detestan a Diego —Megan rio nerviosamente— En la cena en la que lo conocieron, Diego llegó tarde y papá odia la puntualidad. Mamá solo odia lo que papá odia, así que...

—Así que, consejo de vida, nunca lleguen tarde a conocer a sus suegros —intervino Diego antes de palmear a Asher en el brazo— Esto va para ti, cabrón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.