El arte de fingir

13 | Hay que vivir el papel

CAPÍTULO 13 | Hay que vivir el papel

"Con la lengua se tropieza más seguido que con los pies"

 

***

Samantha

Si tuviese que darles un consejo, seguro sería que no confíen en alguien que está menos cuerdo que ustedes.

Asher Wesley era ese rompecabezas que no terminaba de armar, me faltaban piezas y algo de lógica para comprender lo que pasaba por su cabeza, porque no llegaba a entender del todo como alguien podía tener el coraje para mentir tanto.

Ese miércoles por la mañana me había recogido como cualquier día y yo creí que se debía a que había decidido ignorar por completo lo que rondaba en internet sobre nosotros. Pero no, no fue así, porque en cuanto pusimos un pie sobre la escuela, todo se transformó en una dimensión distinta en la que Asher me habría la puerta caballerosamente y entrelazaba sus dedos con los míos tan dulce como nadie jamás lo había hecho antes.

Si, definitivamente ese no era mi dolor de cabeza personal.

—¿Te sientes bien? —pregunté, cautelosa.

—Mejor que nunca, ¿Por qué?

—Pues... —le hice una seña con los ojos hacia nuestras manos entrelazadas.

Él siguió la dirección de mi mirada y sin dejar de caminar, sonrió ampliamente para después llevar mi mano a su boca y depositar un suave beso en el dorso.

No dije nada, no refuté, solo lo dejé ser porque no estaba entendiendo nada y no estaba segura de que fuera buena idea hacerlo. Caminamos hacia el salón de la que era nuestra primera clase del día. Química. ¡Qué alegría!

Quise mandar todo a la mierda cuando noté que en el pizarrón la maestra había puesto el título de un nuevo tema que estaríamos aprendiendo en esa sección. Genial y yo que no había empezado a entender el tema anterior.

Fruncí el ceño mientras leía con detenimiento el título. Sentí un dedo haciendo masajes en mi entrecejo, hasta que lo suavicé y divisé al responsable. Asher.

—Si sigues haciendo eso, te vas a arrugar —comentó, burlón.

—Y si le agregamos a mi aspecto todas las canas que me sacas, seré la mala imitación de mi abuela Rose.

Soltó una sonora carcajada que llamó la atención de todo el mundo y antes de que alguien pudiese decir nada, se acercó a mí, acarició mi mejilla y dejó un casto beso en mis labios, para después voltearse hacia la pizarra, como si nada.

Mi cara de estupefacción no se molestó en disimular.

Me gusta, pero me asusta.

Escuché murmullos y vi caras curiosas acompañadas de juguetonas sonrisas al vernos, que incómodo. Desconcertada y avergonzada, me incliné hacia delante hasta que mi boca quedó pegada a la oreja de Asher, que estaba sentado justo delante de mí.

—¿Se puede saber cuál es tu repentina necesidad de toquetearme? —inquirí en un susurro.

Él se encogió de hombros.

—¿No puedo acariciar a mi novia?

—Si tuvieras una, quizá.

—Shhh —me chistó, volteándose— Ayúdame un poco, Sam. Tenemos que aparentar que somo una pareja de ridículos enamorados, ¿Recuerdas?

Oh, así que no había ignorado el tema como esperé.

No lo ignoraste ni tu.

Ya, pero él no tenía por qué saberlo.

—Pudiste haberme explicado que tu dichoso plan consistía en ser un meloso insoportable y tal vez te habría apoyado.

—Quería que te saliera natural.

—Pues que mala estrategia.

Que me saliera natural ser romántica y cursi con él. Ja, que disparate.

No me di cuenta de que gritábamos en susurros, hasta que la maestra se percató de nosotros y detuvo la clase para reñirnos por estar distraídos. Me disculpé al menos dos veces y prometí que me concentraría, pero fue prácticamente imposible con la interesante conversación que dos chicas tenían detrás de mí.

—¿Ves? ¡Te dije que si eran una pareja real! —le susurró una de ellas, aunque no tuvo mucho éxito, hasta del otro lado podían oírlas.

—No me fío.

—¡Pero solo tienes que mirarlos! La mancha rosa se equivoca, ya verás.

Sonreí para mis adentros y me dispuse a continuar con el plan de Asher. Si íbamos a hacerlo, lo haríamos bien.

Aproveché que la maestra nos dejó unos cuantos ejercicios para hacer mientras ella iba a buscar no sé qué a la sala de profesores y como de repente la atención se posó en nosotros, me dirigí hacia Asher con una sonrisa dulce y desinteresada en mis labios.

Vive el papel, tigresa.

—Cariño —lo llamé. Desvió la vista de su cuaderno para verme con una ceja enarcada— ¿Me ayudas? No entiendo nada.

Asintió sin mucho problema y comenzó a explicármelo todo. Ajá, no le entendí demasiado porque tampoco le estaba prestando mucha atención, pero actué como que todo lo que me decía era entendible y claro.

Si, si, números y formulas, ajá.

—...y luego pasas los dos moles de hidrogeno a este lado para que quede balanceada, ¿entiendes?

Puse mi mejor cara de asombro.

—Vaya, ahora sí.

Vaya, ahora menos.

Medio hice lo poco que alcancé a entender y para mi suerte, le atiné a un ejercicio fácil. No me pregunten como lo hice, porque ni yo sé, pero me había quedado bien hecho.

—Así está perfecto —asintió, aprobándome.

Sonreí con entusiasmo y le rodee el cuello con los brazos para luego dejar un sonoro beso en su mejilla.

—Eres el mejor, Asher.

—Ya lo sé, dulzura.

Excelente, el ego por las nubes.

Había cosas que ni el mejor actor del mundo podía ocultar.

***

—Me pierdo un día y ya te has mudado al reino del azúcar —protestó Emily, viendo mi mano entrelazada con la de Asher.

Esto de fingir que éramos dos enamorados hasta el culo era asfixiante, no nos habíamos separado más que lo necesario e íbamos de un lado a otro sonriéndonos como si vernos fuese lo más especial de nuestro día.




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