El arte de fingir

16 | La luz entre las tinieblas

CAPÍTULO 16 | La luz entre las tinieblas

"Escribo, lo hago porque a veces no aguanto, porque soy débil y necesito gritar. Escribo lo que no soy capaz de decirte en voz alta"

 

***

Samantha

Jamás había estado tan incomoda en mi vida.

Jugué con mis dedos mientras evitaba la mirada severa de papá. No estaba muy contento por habernos encontrado a Asher y a mí en la entrada a punto de besarnos, así que parecía que quería atravesarlo con los ojos. Mientras tanto, mi novio parecía extremadamente divertido con la situación, como si tener al metro ochenta de papá con la intención de asesinarlo fuera lo mejor del mundo.

Yo estaba de los nervios, no quería involucrar a mi familia en todo este rollo de la relación falsa. No quería mentirles, eran mis padres, una cosa era fingir en la escuela y otra hacerle creer a mi familia que estaba con alguien que me amaba, cuando no era cierto. No sabía si era capaz de caer tan bajo.

—Así que tú eres el famoso Adrien, ¿verdad? —había dicho papá, cruzándose de brazos.

—Me llamo Asher, señor.

—Lo que digas, Aaron.

Cerré los ojos con fuerza por la vergüenza. Papá estaba siendo maleducado y sin justa razón. Es decir, yo era su hija y todo eso, pero Asher era un encanto. Incluso vi a mi padre tratando de encontrarle algún defecto físico y no encontró nada, porque claro, Asher parecía tallado por los mismísimos dioses.

—¿Desde hace cuánto estás con mi hija?

—Un mes, señor.

—Un mes, ¿y no se te ocurrió venir a presentarte?

—Papá, queríamos ver si resultaba antes de hacerlo formal —intervine, siendo lo más convincente posible— Imagina que no durábamos juntos una semana y yo te lo presentaba, no tenía sentido.

Lo pensó un poco, pero finalmente asintió.

—¿Y van...enserio? —cuestionó— Porque miren que una relación no es un juego, hay que estar ahí para el otro.

—Claro, porque tú sabes mucho de eso, Daniel —soltó mamá, dándole una mirada severa— No le hagan caso, chicos, solo le gusta incordiar en las relaciones ajenas.

—¿Vamos a discutir ahora, Sarah?

—No discuto, digo la verdad.

—Esa no es la verdad y lo sabes —dijo papá, subiendo un poco el tono— No voy a permitir que digas ese tipo de cosas sobre mi frente a nuestra hija.

Nuestra.

No debería aliviarme como lo hacía, pero el que aun después de todo siguiera considerando que tenían algo juntos, era como un soplo de aire fresco para mí. Nuestra hija, nuestra casa, nuestra vida.

—Son cosas que ella tiene que saber, ¿Qué más secretos quieres guardarle, Daniel? —me removí un poco.

Ya sabía que hablaba sobre la mudanza de papá, de la que aún no me contaban nada, pero no quise intervenir porque no sabía si estaba lista para oírlo decirme que quería marcharse.

—¿Por qué tienes que hacer esto siempre? No se puede pasar ni un día en paz contigo, Sarah.

Suspiré cuando el tono comenzó a elevarse y con él, mis nervios, mi miedo. Conté hasta diez para introducirme a mi lugar mental seguro, ese que la abuela me había ayudado a construir, en el que pensaba en cosas que me hicieran feliz para escaparme, aunque fuera por un momento, del mundo real.

Asher pareció notar que algo estaba raro porque ahí, sentado a mi lado, se acercó un poco más hasta que nuestros cuerpos chocaron y sentí su calor. Estiró su mano para entrelazarla con la mía y una corriente de electricidad me cruzó por los dedos. No estaba bien, por supuesto que no, porque tocarlo de esta manera me ponía ideas raras en la cabeza, llenándome de ilusiones falsas a las que no debía seguir, pero su mano estaba cálida y las caricias que dejaba en mis nudillos me tranquilizaron tanto, que no fui capaz de soltarlo.

Llevé los ojos a su rostro, me estaba sonriendo como dándome ánimos. No sabría decir cuál fue mi expresión, pero me quedé viendo un rato y fue como si el mundo se detuviera por un instante. Ya no escuchaba los gritos de mis padres, no sentía la tensión, ni lograba llegar a mi lugar seguro, solo podía ver los ojos azules de Asher.

Era muy atractivo, eso estaba claro, a cualquiera podría gustarle Asher, solo había que mirarlo. Pero él removía algo en mí, algo que ni siquiera Logan podía hacer, porque él me atraía, pero lo que tenía Asher no era solo atracción. El me gustaba.

Alto, ¿Asher me gustaba?

Es lo que acabas de decir.

Pero no puede gustarme, ¿verdad?

¿Y por qué no?

Porque estamos fingiendo, no es real.

Es real en la medida en que quieres que lo sea.

Mierda.

—¿Estás bien? —me susurró, siguiendo con las caricias en mis nudillos.

—No lo creo.

—¿Quieres salir?

—No, solo... —tomé una gran bocanada de aire y algo de valor para hacer mi petición— Por favor, no me sueltes.

—No voy a hacerlo, Sam.

Asentí sin muchos ánimos y volví al mundo real. Mis padres ya habían dejado de discutir y estaban sentados en el sofá de enfrente. Mamá se veía más calmada, incluso se atrevió a sentarse a escasos centímetros de papá. Y él tenía relajadas las facciones y parecía más calmado al estar junto a ella.

¿Cuánto tiempo me quedé perdida en Asher?

Mis padres jamás se habían dejado de pelear tan rápido.

—Volviendo a ustedes —dijo papá— ¿De dónde se conocen?

—De la escuela —respondimos al mismo tiempo. Asher puso una sonrisita divertida.

—Claro, ¿Y tú en que año vas, Anker?

Otra vez la cosita del nombre.

Asher ignoró categóricamente la provocación de papá. Menos mal.

—En último, como Sam.

—¿Y tienes algún pasatiempo? ¿Algo que sea interesante?

—Pero ¿Qué es esto? —protesté— ¿Un interrogatorio?




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