El arte de fingir

18 | Relaciones de humo

CAPÍTULO 18 | Relaciones de humo.

"El amor es como el fuego. Suelen ver antes el humo los que están afuera, que las llamas los que están adentro"
 


***

Scarlett


Cuando entramos, lo primero que vimos fue a mi madre. Estaba esperando en la recepción, mirando el reloj con impaciencia. Cuando se percató de que estábamos ahí, se acercó enseguida, con su típica mirada de madre estresada.

—¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.

—Lo siento, estaba terminando un examen cuando me llamaste. No pude salir enseguida.

—Bueno, no hay problema. Lo importante es que estás aquí.

Me acarició el brazo, con dulzura. Suspiré sin poder evitarlo y ella por fin notó a Asher.

—Oh, Asher, que bueno verte aquí. ¿Cómo estás?

—Muy bien, señora Morgan. ¿Y usted?

—Lo mejor que puedo —asintió— ¿Entramos? Tu padre debe estar esperando, Scar.

Mi padre.

Aun me daba nauseas pensar en él como mi padre. Ese señor no era nada mío, nunca lo fue, lo único que me relaciona es mi ADN y por suerte, ni siquiera me parecía mucho a él. Yo era la imagen perfecta de mi madre y me sentía orgullosa de ello.

Sin detenerlo por más tiempo, mamá le dio un par de datos a un guardia y él nos acompañó hasta el área de visitas. Me sentía muy nerviosa, como cada vez que hacía eso y Asher debió notarlo, porque tomó mi mano en un gesto reconfortante. Por un momento, sentí la necesidad de entrelazar nuestros dedos, pero quizá él no estaría muy cómodo con eso.

Cuando estuvimos en el cubículo, la sensación de encierro hizo que todo me diera vueltas. No era un espacio muy grande, con las paredes grises y las mesas del mismo color deprimente. Había muchas personas, varios presos con sus familias. A nuestro alrededor, algunos niños se acercaban a sus padres, poco intimidados por la ropa carcelaria que llevaban y más bien entusiasmados por recibir algo del calor que solo el abrazo de un padre puede proporcionar.

Me abracé a mí misma, queriendo darme apoyo yo misma. No recordaba ni una sola vez en la que hubiese abrazado a ese hombre como esos niños lo hacían, yo solo tenía en mi mente las imágenes de llanto, dolor y enojo, nada bonito que recordar.

Asher se acercó a mí y me pasó un brazo por los hombros.

—Hey, está todo bien, estoy contigo.

—Quiero que esto acabe pronto.

—Lo hará, solo no te centres en el reloj.

Enseguida quité la vista del reloj, que inconscientemente había empezado a torturar con los ojos hace segundos y me centré en Asher. Aun después de todo, él seguía siendo mi lugar seguro y me costaba darme cuenta de que, para ese entonces, yo ya no era el suyo.

Lo vi en la escuela con Samantha, se veían felices y muy unidos, él la veía en ese campo de futbol como yo lo estaba viendo en ese momento y notarlo, solo hizo que la luz de mi día se apagara más deprisa. Yo no era muy buena para soltar a las personas, me costaba darme cuenta de que la gente avanzaba sin mí, porque sentía que yo me quedaba estancada, sin poder dar un solo paso adelante. Sentía que me quedaba atrás y era horrible ver como todos me superaban tan rápido, como si yo no hubiese significado nada.

Asher había avanzado con Sam y aunque yo lo hice con Logan, no se sentía correcto. Se sentía vacío, oscuro, triste.

—Ya llegó.

Me puse a la defensiva casi al instante. El hombre venía con las manos esposadas, siendo sostenido por dos guardias. Apenas nos vio, una sonrisa decoró sus labios, no sabía si era de alegría, de orgullo o de diversión, era difícil leer a alguien que no conocía en lo más mínimo.

Se sentó frente a mi madre, en la mesa. Yo, pese a que me negué lo más que pude, tuve que sentarme junto a ella y pretender que todo iba bien. Asher se quedó detrás de mí, con una mano en mi hombro.

—Mi familia —suspiró— He extrañado a mis chicas.

—Nosotras a ti —le sonrió mamá— Feliz cumpleaños, Frederick.

Ambos me miraron, como esperando que dijera algo igual de amoroso.

Pobres ilusos.

—Hola.

—Siempre fuiste de pocas palabras, tal como yo —sonrió ampliamente— ¿Cómo va la escuela, Scar?

—Bien.

—¿Muchos exámenes? ¿Te aburres mucho en esa cárcel?

—Estoy segura de que no tanto como tú en esta.

El silencio que le siguió a mi escrutinio no fue para nada disimulado. Perfecto, tampoco esperaba que lo fuera. Mamá carraspeó, incomoda.

—Te he traído pastel de carne, tu favorito. El guardia ha dicho que puedo dártelo.

—¡Oh, que delicia! —mamá le pasó la bandeja y él la tomó encantado, para después empezar a comer como si no lo hubiese hecho en años.

No volvería a tocar esa bandeja en mi vida. Había que quemarla.

—¿De nuevo tú, muchacho? ¿Sigues siendo su novio?

Miré a Asher, que apretaba la mandíbula y le daba una mirada seria. Nunca le había agradado mi progenitor.

—Es un amigo.

—Pues parece un amigo muy demandante —comentó, echándole una ojeada a la mano de Asher, que seguía sobre mi hombro— Estás loquito por ella, ¿No es así, chico?

—Solo me preocupo por su bienestar.

—No me parece que sea eso.

—No, porque tú no sabes lo que es preocuparte por el bienestar de alguien —espeté.

—Scarlett —advirtió mamá— Compórtate.

—Así que seguimos con esa actitud —murmuró él— Hijita, creí que ya habías madurado.

—Si, justo por eso ya no me molesto en fingir que te tengo aprecio.

—¿Se puede saber por qué sigues tan enojada? No permitiré que me hables en ese tono, jovencita.

—Y yo no permitiré que me des ordenes como si tuvieses el derecho. Mírate, estás en la cárcel por ser un ladrón, no has estado conmigo desde que tenía cinco años, ¿Te crees que puedes venir ahora y hablarme así?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.