El arte de fingir

20 | Consejos para corazones rotos

CAPÍTULO 20 | Consejos para corazones rotos.

"Cuando sostener lastima, lo mejor es soltar"

 

***

Emily

Después de romper, la gente es extraña.

Uno pensaría que siendo consciente de que su relación no era más que una farsa, mi mejor amiga habría seguido con su vida como si nada. Pero no, al parecer la ruptura le había pegado demasiado fuerte porque ese día estaba particularmente holgazana.

Al despertar, la vi casi ahogarse en sus propias lagrimas porque había estado llorando toda la noche y cuando la luz del sol azotó sin piedad la ventana de la habitación en la que dormíamos, se encerró en el baño y salió vestida con lo más decente que su cabeza deprimida encontró, una sudadera azul para nada atractiva, unos jeans oscuros y unas vans desgastadas que estaban igual de terribles a su desordenado cabello, que tampoco se molestó en peinar, lo sujetó en una desprolija cola de caballo.

¡Una cola de caballo!

Sam las odiaba, seguro que el mundo explotaría en cualquier momento.

Intenté hacerle frente a la situación y ser la positiva de las dos, pero nada daba resultado, menos cuando yo estaba igual de triste que ella, solo que por razones diferentes.

Tenía cero ganas de volver a casa, por lo que tuve que mentirle a mi madre diciéndole que me quedaría en casa de Sam esa semana porque teníamos mucho por estudiar para los exámenes de esa semana, lo que no era mentira, pero tampoco una completa verdad. Por supuesto, ella no tuvo problema con ello.

Así que ahora no encontrábamos en el comedor de mi mejor amiga, centradas en nuestro desayuno. A mí ni la mayor tristeza del mundo me habría quitado el apetito, por lo que devoré todo con una desesperación impresionante. Sam, por su parte, apenas había probado bocado de los huevos revueltos que su madre preparó.

—¿Pasa algo con tu desayuno, hija? —preguntó Sarah— ¿Prefieres que te de cereales?

—No tengo hambre.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

Al ver que ella no respondía, me miró a mí. Me limité a hacerle un par de señas con las manos refiriéndome a Asher y luego a pasar mi índice frente a mi cuello en señal de que habían terminado. Sarah abrió mucho los ojos antes de asentir efusivamente.

—Bueno... ¿Qué te parece si no vas a la escuela hoy? —le propuso, con una sonrisa precavida— Podrías acompañarme a recoger a Hank al aeropuerto y luego iremos a ver una película, tú eliges cual.

Demonios, yo quería ver una película también.

Sam hizo un puchero a su madre y asintió lentamente. Eso bastó para que Sarah suspirara con alivio y volteara a verme.

—¿Quieres que te lleve a la escuela, Emily?

—Sería genial. Gracias, Sarah.

La madre de Sam fue en busca de sus cosas y yo aproveché el momento para poder dirigirme a mi amiga, que estaba más decaída de lo que me hubiese gustado. Era obvio que lo que sentía por Asher había cambiado, que era más que una simple amistad o una relación por conveniencia, pero me negaba a aceptar que mi mejor amiga sufriera por algo que no valía la pena. Asher no amaba a Scarlett, pero era demasiado cobarde para admitirlo y eso no valía la pena en absoluto.

—¿Estás bien? —preguntó, una vez que estuvimos solas.

—Si contesto eso, voy a tener que mentirte.

—Podrías se honesta, lo hablaremos y te sentirás mejor.

—No me gusta hablarlo.

—En algún momento tienes que hacerlo, incluso si no es conmigo.

—Me siento estúpida, Emily —pronunció— Yo sabía en qué terminaría esto, pero me dejé encariñar cuando no debía. Soy una estúpida.

—No, Sam, no lo eres —negué con la cabeza— Él te gusta y eso está bien. Querer a alguien no te hace estúpida.

—Pero querer a alguien que no me corresponde, sí.

—Asher no está enamorado de Scarlett y el único que no lo sabe es él.

No quiso creerme, aunque, ¿Cómo podría? El chico le había roto el corazón.

No le insistí más, a sabiendas de que se la pasaría todo el día en negación. La madre de Sam me dejó en la escuela media hora más tarde. Caminar por los pasillos sin mi amiga era extraño, pero no incomodo, nunca me molestó estar sola, así que no me importaban las miraditas de la gente al verme por ahí siendo acompañada del aire.

¿No has sentido que las personas te miran de más cuando estás sola? ¿O soy la única loca?

Para cuando llegué a mi primera clase, literatura, lo primero con lo que me topé fue con Ethan. Se me removió el estómago nada más verlo, no habíamos hablado desde el incidente del día anterior y no me sentía muy tranquila a su lado, hasta las manos me sudaban.

—Hola, rubia —me saludó con una sonrisa— ¿Todo bien?

—Excelente.

—Seguro.

Suspiré por el incomodo momento y me abrí paso hasta que encontré un asiento. Para mi fortuna—o mi desgracia— Axel estaba ahí e impidió que Ethan se sentara a mi lado. Resignado, se sentó en la mesa de atrás, donde un muy amargado Asher esperaba.




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