El arte de fingir

23 | Razones que no entiendo

CAPÍTULO 23 | Razones que no entiendo

"El dolor no desaparece, simplemente le haces sitio"

 

Scarlett

Jugué con mis manos, nerviosa, mientras veía como Samantha salía de la habitación. Quedarme sola con Asher y su padre podía representar uno de mis mayores miedos, quizá más por la presencia del segundo que del primero.

Desde que lo conocí, me pareció un hombre muy agradable, paciente y confiable. Tenía esa sonrisa amable que te hacía querer siempre tenerlo cerca, porque era una figura paternal ideal. Pronto me di cuenta de que eso no era más que una fachada que dejó desmoronar el día en el que presencié su primera crisis.

Recuerdo que estábamos en casa de Asher, porque me había invitado a ver una película—que no tenía intenciones de terminar en realmente verla— y yo me quedaría a dormir. Ya las cosas en su familia iban mal para ese momento, aunque yo no sabía exactamente la razón, Asher nunca quería hablar de eso. De todas formas, yo no quería dejarlo solo en ese momento difícil y acepté quedarme con él.

Se suponía que su padre se quedaría a trabajar hasta tarde ese día en la oficina, pero la realidad es que ni siquiera había ido a la empresa. No lo hacía desde hacía más de un mes, pero Asher se empeñaba en creer que sí. Cuando era casi media noche, el hombre llegó, apestaba a alcohol y arrastraba las palabras, tampoco podía mantenerse en pie por si solo y parecía desorientado. Asher me pidió que me quedara en su habitación mientras él se encargaba de su padre, me suplicó que no saliera por nada del mundo, pero yo decidí salir.

Grave error.

Lo que vi en el pasillo me hizo trastabillar hasta creer que caería. Luca estaba gritando como un loco, totalmente fuera de sus cinco sentidos, lanzándole cosas a Asher y golpeándolo sin parar. En un segundo vi como aquel hombre dulce, paciente y cariñoso que había admirado por semanas, se convertía en un monstruo capaz de todo, incluso de lastimar a su propio hijo.

Aún recuerdo el miedo recorriéndome el cuerpo, el millón de posibles imágenes que se reproducían en mi cabeza sobre como acabaría todo y el escalofrío que sentí cuando vi que su ardiente mirada café se posaba en mí. Grité asustada y eso fue lo único que Asher necesitó para sacarme de su casa esa noche, tal y como lo había hecho son Sam hoy y, pese a que le dije que me aterraba dejarlo solo con ese hombre, el miedo a salir lastimada fue mucho más grande y no insistí en quedarme como debí de haber hecho.

Ese día no fui capaz de nada, estaba asustada y muy shokeada por todo y, en vez de buscar ayuda, lo dejé ahí solo.

Comprendí que había cometido un error cuando al día siguiente Asher llegó a la escuela con moretones y cortadas horribles. Me sentí la peor persona en el planeta y prometí que ya no huiría, pero fallé. El daño ya estaba hecho, Asher temía que no lo viera de la misma forma y la verdad, es que tenía razón.

De pronto me daba miedo tenerlo cerca, me aterraba dejar que me tocara demasiado y entraba en pánico cuando elevaba el tono de voz. Lo aleje tanto que, cuando quise tenerlo de vuelta, ya había toda una muralla entre nosotros. Él ya no era mi novio perfecto y yo ya no era la callada que se lo aguantaba todo, así que hice lo posible por lograr que cambiara.

Pero eso no pasó.

Estuve en las crisis siguientes, resistiéndome a pedir ayuda porque Asher me prohibía hacerlo, aguantando que me gritara en cada ocasión que podía para echarme de su casa, hiriéndome. Hasta que no fui capaz de soportarlo más y me planté en su casa, pero esa noche quien me recibió no fue mi novio, sino mi suegro que, además, estaba drogado hasta la medula.

Los golpes y los gritos aún se reproducen en mi cabeza, el recuerdo está latente en mi memoria y vivo en mi piel, porque, ni siquiera cuando sabía que el gesto avivaba la culpa de Asher, podía dejar de pasarme los dedos por la larga cicatriz que decoraba mi brazo derecho.

Nuestra ruptura fue más allá del hecho de que el amor se acabara, fue que lo único que lo sostenía parecía ser el miedo de Asher a quedarse solo y el mío a no volver a encontrar a nadie como él. Sé que una parte de mi sigue atada a su persona, lo sé y soy consciente de que me costara despegarla de ahí porque, si bien ha echado a la chica que quiere para decidir que fuera yo quien lo acompañara, sabía que no me quería ahí. No era yo. Ya no.

—Deja de mirarlo así. Está sedado, Scar, no hará nada.

Apreté los labios y me bajé la manga del abrigo, para ocultar de nuevo las marcas. Había olvidado maquillarlas. Retiré la vista de su padre y me senté a su lado, en el sofá de la habitación. Asher se veía realmente cansado, aun cuando había dormido hace un rato con Samantha en la sala de espera. No podía ni imaginar lo difícil que debía ser para él darse cuenta de que su padre había recaído.

Porque no, no era la primera vez que esto pasaba.

—Lo siento.

—Gracias por quedarte.

Me encogí de hombros.

—Ya sabes que siempre voy a estar para ti, Asher.

—Quizá no deberías. Sé cuánto te asusta esto.

—Sé que no dejarás que me haga daño —le aseguré— Así como te aseguraste de que no le hiciera daño a ella.

Suspiró rendido. Asher podía engañar a cualquiera, pero no a mí, lo conocía lo suficiente. Se pasó ambas manos por la cabeza antes de mirarme.

—Debe estar odiándome ahora, si es que es posible que me odie más.

—Sam nunca podría odiarte —puse los ojos en blanco— Podrá no ser mi persona favorita, pero reconozco que admiro su capacidad para no guardarle rencor a la gente. Aunque se lo merezcan.

—La traté tan mal, yo... —chasqueó la lengua y resopló, frustrado— No quería que estuviera aquí, menos con él en ese estado. Cuando vi cómo le apretó el brazo simplemente entré en pánico. No soporto que nadie le haga daño.




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