El arte de fingir

25 | Una segunda oportunidad

CAPÍTULO 25 | Una segunda oportunidad

"A veces es importante entender que, si se marchó, nunca volverá aunque vuelva"

 

 

Samantha

Nunca había conocido a los padres de una pareja.

Tampoco es que hubiese tenido muchas, no nos sobreactuemos, pero en general no tenía mucha experiencia con ello. Incluso empezaba a pensar que me había vestido muy mal. Mi vestido era casual, azul suelto y para nada formal, junto con unas zapatillas casuales, de las que nunca me despegaba. ¡Pero llevaba un gabán! ¿En qué negro momento de mi existencia se me ocurrió que era buena idea ponerme un gabán? Seguro parecía ridícula, lucía como si hubiese tomado un montón de tiempo pensando en que ponerme, lo que era cierto, pero los demás no debían saberlo porque técnicamente esta cena no debería ser relevante para mí.

Mi único consuelo era que Asher también llevaba un gabán negro, solo que a él si se le veía bien, porque vamos, a Asher todo se le veía bien.

—¿Estás más nerviosa que yo o son ideas mías? —preguntó Asher, quitándose el cinturón de seguridad. Acabábamos de llegar.

—Son ideas tuyas.

—Claro.

Pero no, aunque era buenísima guardándome las cosas, con él no me salía callarme nada. Exploté de nervios, entregándole la tarta que estaba cargando y me miré en el espejo del auto, asegurándome de que todo estuviese en orden.

—¿Qué haces? —cuestionó, divertido.

—¿Estoy presentable?

—Estás preciosa, vamos.

Claramente no le hice caso.

¿Y si me había peinado mal? ¿Y si iba muy arreglada? Mierda, ¿Y si el problema era que no me había arreglado demasiado?

Joder, joder, joder.

—Sam, ¿Por qué te preocupas tanto?, te ves bien.

—Quiero causar una buena impresión.

—Solo tienes que entrar ahí y sonreír, con eso ya te los habrás ganado.

Puse los ojos en blanco.

—Tu opinión aquí no cuenta.

—¿Por qué no?

Me mordí el labio, sintiendo como mis mejillas empezaban a sonrojarse.

—P-pues...pues porque no.

—¿Por qué? —repitió, esbozando una sonrisa socarrona— Oh, ya sé, porque sabes muy bien que para mí eres perfecta siempre, ¿no?

—Yo no he dicho eso.

—Pero es así —aseguró— Sam, van a amarte. Y si no, da igual, porque a mí ya me gustas y es todo lo que importa.

—Deja de decir ese tipo de cosas.

—¿Te incomoda?

—No, me confunde —espeté, abriendo la puerta del auto para salir. Él imitó mi gesto y rodeó el auto hasta quedar frente a mí, mirándome con el ceño fruncido— ¿Tengo que recordarte que tú y yo no estamos juntos?

Bufó.

—Trato de ignorar ese hecho, me deprime.

—Vamos.

—Oh, ¿Ahora si quieres entrar?

Riendo, tomé la tarta y juntos caminamos hasta la casa. Por fuera era bastante bonita, quedaba en un conjunto cerrado donde parecía que la gente respiraba dinero. Me recordaba a la casa de Logan, todo muy ostentoso.

Al estar frente a la puerta, noté como Asher se quedaba viéndola con detenimiento antes de suspirar pesadamente. Entendía que esto podía no ser fácil para él, después de todo, seguro jamás había pisado esta casa, llevaba un largo tiempo sin ver a su madre. Como no quería sobrepasarme, pero si apoyarlo, lo codeé suavemente y le regalé una sonrisa de aliento.

Era difícil, pero ya estábamos aquí. Era un gran paso y solo quedaba seguir dando más hacia adelante.

—Deberíamos irnos, a lo mejor se han ido a cenar.

—Buen intento, pero es obvio que están aquí. Toca.

—A veces no te soporto, Samantha Frey.

—Si, claro.

Bufó, pero me hizo caso. Acercó lentamente la mano al timbre hasta que este sonó, haciéndolo dar un respingo. Pobrecito.

Bastaron solo segundos para que la puerta se abriera. Nos recibió un chico alto, muy alto, de cabello castaño, ojos dorados y la cara pintada con purpurina para maquillaje. Pareció sorprendido al principio, pero luego como que algo hizo conexión en su cerebro y una amplia sonrisa se extendió por su rostro.

—¡Asher, que sorpresa!, creí que no ibas a venir.

—Si, también yo —le di un codazo disimulado— ¿Qué tal, Drake?

—Estoy bien, mejor ahora que te he visto. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez? ¿Un año?

—No sé, no lo cuento.

Borde, como solo él sabía serlo. Le di una mirada reprobatoria y él suspiró, seguro sintiendo ganas de arrancarme el cabello. Para desviar la atención de su tono tan mordaz, me puso una mano en la cintura y le hizo unas señas a Drake.

—Ella es Sam, es mi novia. Le he pedido que me acompañara, espero que no sea problema.

Que quede claro que ese «Espero que no haya problema» sonó más bien como un «Te quejas y te doy una patada en los huevos».

Drake lo asumió al instante y, como parecía bastante agradable, volvió a sonreír y extendió una mano en mi dirección.

—Es un placer conocerte, Sam.

—Igualmente.

—Bueno, pero pasen, ¡No se queden ahí!

Siguiendo sus instrucciones, nos adentramos en la casa. Como me gustaba hacerlo, me puse a detallarla. Era todo muy elegante, costoso y perfectamente organizado. Con las paredes color crema decoradas con cuadros, fotos y diplomas enmarcados en bonitos cuadros dorados, plantas decorativas de las que estaba segura que pondría en mi casa cuando tuviese una, porque de tener plantas de verdad, seguro que las dejaba morir en breve.

Los muebles eran de color caoba, junto con bonitos cojines bordados. La mesa de la sala de estar, esa que fue la primera que logré ver, era de cristal y tenía aún más fotos. Me gustó, mi habitación era igual.

A pesar de la ostentosa decoración, que me recordaba mucho a la casa de Logan, había algo que rompía la estructura y era el montón de juguetes que invadían la alfombra. Asumí que se debía a la hermanita que Asher había mencionado alguna vez, pero no la veía por ningún lado.




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