El arte de fingir

26 | Lo que quiero y no quiero hacer

CAPÍTULO 26 | Lo que quiero y no quiero hacer

"Las buenas decisiones provienen de la experiencia y la experiencia...proviene de las malas decisiones"

 

Samantha

—¡Tienes que estar bromeando, Samantha Frey!

—Oh, pero yo no bromearía con algo así. Aparta.

—¡Ya me he disculpado como cien veces!

—Pues no me siento satisfecha —me encogí de hombros, tomé la bandeja y caminé hasta la mesa donde los chicos nos esperaba.

Los últimos días habían sido sorpresivamente una maravilla. Después de que Asher y yo arregláramos la cosas, todo había entrado a un periodo de paz, nuestro grupo había vuelto a la normalidad y la tensión de que la que éramos victimas había desaparecido casi por completo.

Lo único que parecía ir fuera de lo normal era el polizón que se nos había sumado y se trataba de Logan. El pobre era dependiente de Scarlett, de su rutina, de sus amigos y fue eso lo que lo dejó a la deriva en cuanto su relación terminó, ya no sabía con quién estar o qué hacer y como yo no era capaz de ver que alguien lo estaba pasando mal sin hacer algo al respecto, le ofrecí la oportunidad de sumarse a nosotros, al menos por un tiempo. Por supuesto, los chicos no estaban muy contentos con eso, sobre todo Asher, pero lo soportaba porque las cosas parecían ir por el camino correcto en su vida últimamente.

Nos contó que a su padre todavía no le darían el alta, lo que significaba que podría pasar más tiempo en compañía de su abuelo, que era el viejo más entretenido del planeta, incluso me recordaba a mi abuela y entonces me parecía que, de conocerse, conquistarían el mundo.

Además, nos habían dado las calificaciones esa semana y, al parecer, las tutorías mutuas nos salvaron el culo, porque habíamos aprobado todo con creces. Admito que fue todo un espectáculo ver a Asher festejar, dando saltos y contándole a todo el que pasaba que era un cerebrito. Me gustó verlo alegre para variar, aun en medio de todo el caos en el que estábamos envueltos.

Lo que nos lleva a la maldita mancha rosa y su insaciable necesidad de jodernos la vida.

Después de la cena con su madre, Asher y yo fuimos a contárselo todo a John. Era el único adulto responsable al que le teníamos confianza que podía hacer algo por nosotros, nos dio un largo sermón sobre lo mal que estaba ocultar ese tipo de cosas y que esperaba que hubiésemos aprendido la lección. Tuvimos que disculparnos lo que pareció una eternidad hasta que decidió que nos echaría, aunque tenía la esperanza de que esto no fuese más que un juego de algún compañero celoso al que no le caíamos en gracia. Yo también esperaba que solo fuera eso.

Aun así, prometió que hablaría con un amigo de confianza, especializado en computación para que rastreara la cuenta y así, poder contactar al culpable y hablar de la situación con sus padres para darle fin a la pesadilla. Todo sonaba demasiado fácil y yo deseaba que lo fuera porque había estado particularmente paranoica los últimos días, mirando con desconfianza a todo aquel que viese con un móvil cerca de mí. Era un infierno del que esperaba salir pronto.

Emily y yo tomamos asiento. Técnicamente ya la había perdonado, aunque ella no era consciente de ese hecho. Entendía sus razones y las compartía, pero bueno, de todas maneras me había ocultado algo importante y yo no podía ignorar mis malévolas ganas de torturarla un poco más.

Dejé la bandeja sobre la mesa y Asher, que se sentaba junto a mí, se acercó para darme un beso en la mejilla como saludo y luego robarme una papá frita del plato. Hacia eso mucho últimamente, no negaré que me encantaba.

Lo del beso, claro, que a mis papas las dejara tranquilas.

—¡Pero él solo te pidió disculpas una vez y lo perdonaste! —protestó Emily, señalándolo, muy indignada.

—No puedo creer que siquiera estés comparando nuestra amistad con mi relación con Asher —me hice la ofendida— Creí que lo nuestro era más que eso, Emily.

—¡Eso no fue lo que quise decir!

—¿Acabas de afirmar que tenemos una relación? —canturreó Asher, sonriente.

Lo ignoré deliberadamente.

—Las situaciones son diferentes. Asher fue un idiota, sí, pero tú me mentiste, Emily. Tenías algo importante sobre mis padres y me lo ocultaste —le recordé— Me parece justo que sufras un rato.

—¡Pero Asher...!

—Oh no, rubia, ni siquiera lo pienses. Sam y yo estamos en un periodo de paz, cambia de idiota —le cortó Asher, frunciéndole el ceño.

—A vece no te aguanto, Asher Wesley.

—Me basta con que tu amiga me aguante, ciertamente.

Emily le puso mala cara y se cruzó de brazos, mirando a Ethan, sabiendo que con él iría a lo seguro.

—¿Qué?

—Tu mejor amigo es un idiota.

—¿Y cuál es la novedad?

—¡Oye! —protestó Asher— Cuatro años de amistad, ¿Y así me pagas?

—Amigo, te quiero como a un hermano y por eso es mi deber ser honesto —Ethan se encogió de hombros— Eres un idiota, nada que hacer.

La rubia a su lado sonrió orgullosa para después acercarse y darle un sonoro beso en la mejilla.

—Además, si eso me da estas recompensas, lo diré mil veces.

—¿Qué pasó con amigos antes que novias?

Ethan hizo un gesto con la mano, restándole importancia. Asher, enfurruñado, se centró en el pastel de carne que tenía en la bandeja, haciendo un puchero. Adorable.

—Si ya terminaron... —dijo Andrés, que también se encontraba sentado con nosotros— Esto ya quedó, Sam —me aseguró, pasándome el móvil.

Después de hablarlo con Asher y que me confiara el secreto de Andrés sobre su romance clandestino con la maestra de literatura, llegamos a la conclusión de que al escuálido hermano de Megan le hacía falta socialización y, como a mí me había venido de maravilla la amistad de los chicos, quizá a él también. Así que ahora se sentaba a diario con nosotros para el almuerzo y de vez en cuando era privilegiado con la compañía de alguno de los chicos en clase.




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