El arte de fingir

29 | Disculpas del corazón

29 | Disculpas del corazón

Samantha

Salí del auto soltando un suspiro de cansancio. Acababa de llegar a casa y estaba harta de conducir.

Mientras ponía la alarma para dejar los seguros, saqué el móvil del bolsillo y le envié un mensaje a Asher, como había prometido que haría. También agregué un «Lo siento, espero que podamos hablar» como muestra de que aun pensaba en lo nuestro, pero se limitó a dejarme en visto, así que supuse que no tenía muchas ganas de escucharme.

Me adentré en casa, respondiendo otro par de mensajes y dejé caer la mochila sobre el recibidor.

—Buen día, hija —levanté la cabeza para ver a papá, quien me regalaba una dulce sonrisa y extendía los brazos hacia mí, invitándome a un abrazo de despedida. Salí disparada hacia él— ¿Qué tal ha estado mi niña?

—Podría estar mejor.

—¿Mal día?

—Pésimo —respondí, abrazándolo más fuerte.

Hacía aproximadamente tres semanas que había terminado su relación con Amanda y, pese a que me había dolido verlo en su fase de negación ante haber perdido a su novia, agradecía que eso hubiese sucedido. Desde que estaba lejos de ella pasaba más tiempo en casa, hablaba con mamá y se lo veía sonreír más a menudo. Además, contaba con espacios como estos en los que me recibía al llegar a casa y me permitía refugiarme en sus brazos como una niña pequeña cuando lo pasaba mal.

Amaba a papá y esperaba que nuestra relación pudiera reconstruirse porque sin importar que tanto creciera, yo sentía que siempre iba a necesitarlo.

—¿Quieres hablarlo? —negué con la cabeza— De acuerdo, entonces ¿Qué opinas de que preparemos algo juntos y luego veamos una película? Podríamos cocinar un pastel de caramelo, solo la cosas dulces mejoran los días malos.

Me separé de él y le sonreí, entusiasmada.

—Me encantaría, papá.

—Excelente, hace mucho no cocinamos juntos. Manos a la obra —asentí y lo seguí a la cocina, recogiéndome el cabello en un mal rodete.

—¿Y mamá?

—Salió con Hank —se encogió de hombros. No parecía muy afectado.

—¿Siguen peleados?

—Eso parece, creo que ella va a terminar esa relación.

Alcé ambas cejas, sorprendida.

—¿Enserio?

—Fue lo que me comentó.

—¿Y tú...te sientes bien con eso? —pregunté con cautela.

Para ninguno era un secreto que las últimas semanas mis padres habían estado mirándose de maneras diferentes, como si algún tipo de chispa hubiese surgido entre ellos. Miraditas, toqueteos y risitas que no sabían disimular y no iba a negarlo, me encantaba, solo que me daba algo de pesar por Hank, que era un buen hombre y parecía realmente enamorado de mamá.

—¿Intentas preguntarme algo en concreto, Sam?

—Bueno...he visto como se miran mamá y tú. ¿Podría ser que algo entre ustedes ha vuelto a funcionar?

—Creo, ciertamente, que ese algo entre nosotros nunca dejó de funcionar, cariño.

—¿O sea?

—O sea que, en caso de que tu madre termine con Hank, eso no me molestaría. Al contrario.

Una sonrisa tipo el gato rizón de Alicia en el país de la maravillas se extendió por mi rostro. Estaba pasando, amigos.

—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?

—No te emociones, aún tenemos cosas que resolver.

—Bueno, pero has abierto una puerta, papá.

—Acabo de salir de una relación, Sam —me recordó, sacando dos moldes para pastel de la estantería— Saca la harina y el azúcar de la reserva, por favor.

Me dispuse a hacerlo, sin quitarle los ojos de encima.

—¿Y te arrepientes?

—¿Eh?

—¿Te arrepientes de haber terminado con Amanda?

—Estuvimos juntos poco menos de un año.

—¿Pero la amas?

—Sam...

—Oh, vamos, estamos en confianza. ¿La amas?

—La amé, claro que sí.

Puse los ojos en blanco. Era igual de terco que mamá.

—Reformulo la pregunta. ¿La amas más que a mamá?

Un silencio se instauró en el ambiente, mientras él se dedicaba a sacar un bol y el resto de los ingredientes que necesitaríamos. Creí que no iba a responder hasta que me regaló una sonrisa nostálgica.

—Nunca he amado tanto a otra mujer como he amado a tu madre, Sam.

¿Oyeron eso? Fue mi corazoncito lanzando gritos eufóricos.

¡De verdad estaba pasando!

Estaba tan contenta que habría saltado en un pie de la emoción, si eso no se hubiese visto tan extraño.

—¿Y por qué estabas con Amanda si no la amabas tanto?

—Supongo que por la misma razón que tu madre estaba con Hank —se encogió de hombros— Trae eso para acá.

Me acerqué y dejé los paquetes de harina sobre la encimera. Él los abrió con sumo cuidado y me pidió que los midiera para iniciar con el biscocho.

—¿Qué razón?

—Para demostrarle al otro que podíamos seguir avanzando, aunque no tuvimos éxito —respondió— Sé lo que quieres saber, hija y si, sigo enamorado de tu madre, nunca dejé de estarlo. Si en este preciso momento llegara a pedirme otra oportunidad, la tomaría sin dudarlo, pero es innegable el hecho de que estamos divorciados, que llevamos mucho tiempo discutiendo y tratándonos mal como una forma de negar lo que sentíamos, que hay personas involucradas a las que no podemos simplemente olvidar y que, en caso de recuperar nuestro matrimonio, hay muchas cosas que debemos proponernos. Somos nosotros, pero también eres tu y no haremos nada que pueda llegar a hacerte daño, hija. Eres lo más importante para nosotros.

Me mordí el labio, inquieta. Sabía que mis padres me amaban, pero oírselo decir ya era una sensación muy diferente.

—Me haría muy feliz que volvieran a estar juntos, papá. Lo que me lastimó fue que se separaran sin dar una explicación o sin siquiera comentármelo. De un momento a otro dejamos de ser una familia y de repente cada uno había conocido a alguien nuevo, imponiéndome formar una nueva familia sin siquiera darme la oportunidad de asimilar que había perdido la anterior.




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