El arte de fingir

Epílogo

EPÍLOGO

 

Un año después

Asher

Paseo la vista por el salón, buscando a la cabellera castaña de la chica que me vuelve loco. La encuentro de espaldas a mí, en el sofá, leyendo algún libro que la tiene muy concentrada.

Sonrío casi de manera involuntaria porque jamás me cansaré de decir que llegar a casa y encontrarla de esta manera tan cotidiana, esperándome, me hace inmensamente feliz.

Creí que convivir con Sam sería complicado debido a nuestras personalidades y a su tendencia a ser un tornado del desorden, pero resultó ser más llevadero de lo que me imaginé. Por supuesto, los primeros meses fueron complejos debido a la adaptación, Sam quería decorar toda la casa, no sabía cómo organizar las cosas, hacia desastres y eso me ponía de los nervios porque lo único que me apetecía era desempacarlo todo, ponerlo en cualquier parte y echarme a dormir, disfrutando de los últimos días antes de que iniciara el semestre de clases. Discutimos, bastante, pero justo como habíamos prometido antes de viajar a Nueva York, decidimos no tirarlo todo por la borda y fue cuestión de hablar las cosas y plantearnos una rutina para que todo fluyera sobre ruedas.

Ahora llevábamos un año viviendo juntos y no me cabía la emoción en el cuerpo.

Me acerco a ella, silencioso y, aprovechando lo concentrada que está como para no notar mi presencia, la rodeo con los brazos, sobresaltándola en el proceso y ganándome un inesperado codazo en las costillas.

—¡Auch! Sin golpearme, dulzura.

—¡Idiota! —exclama, viéndose preocupada— No me asustes así, ¿Te pegué muy duro?

—Sobreviviré.

—Idiota —repite, poniendo los ojos en blanco. Yo me limito a sonreír, divertido y aprovechar que se ha levantado para rodearle la cintura con lis brazos y acercarla a mí. Entierro la nariz en su cuello e inhalo disfrutando de su inconfundible y familiar aroma— Me haces cosquillas— murmura, riendo.

Sus manos van a parar a mi cabello, acariciándolo con ternura y es cuando despego mi rostro de su cuello para llevar mis labios a los suyos y darle un buen beso como saludo.

Nuestros labios se mueven con confianza, rápido, profundo y húmedo. La escucho gemir y eso solo me incita a apretarla más contra mí. Amo besarla, sus labios son mi droga favorita.

Cuando nos separamos en busca de aire, sonreímos como un par de tontos, como cada vez que tenemos nuestros momentos.

—Hola a ti también, Asher.

—Te eché de menos.

—Y yo a ti —asegura, besándome la nariz con ternura— ¿Qué tal el viaje?

—Vengo muerto —suspiro— Fueron cinco días de entrenamientos, caminatas, rituales espirituales para liberar la tensión, horas de escuchar a Ethan y Charlie quejarse de la vida y torturas durmiendo al aire libre con Axel y sus gases. No quiero volver a hacerlo en mi vida.

—¿No dijiste que el entrenador planea hacerlo antes de cada temporada?

—Ni me lo recuerdes —pongo los ojos en blanco— Ese hombre va a matarme.

—Estoy segura de que, en el fondo, te lo has pasado bien.

—Las dos horas que pasé dormido en el viaje de regreso fueron bastante satisfactorias.

Sam, tan risueña como siempre, suelta una carcajada y me da un leve golpecito en el brazo antes de separarse de mí. Me doy mi tiempo de detallarla. Lleva puesta una de las tantas sudaderas que le presté y que sé que jamás recuperaré, junto con unos shorts cortos, que casi siento que me hacen ojitos, y un par de calcetines disparejos.

Se ve preciosa, como siempre.

—¿Qué hacías?

—Estaba leyendo.

—¿Cuál? —pregunto y sus mejillas se vuelven coloradas de inmediato. Oculta el libro detrás de su espalda, queriendo que yo no lo vea, pero me doy mañas para quitárselo de las manos y darle un vistazo a la portada.

<<Fútbol para principiantes>>

—¿Estás leyendo un libro sobre futbol para dummies?

—¡No! Solo lo...lo ojeaba.

—Sam.

—Bueno ¿Y qué si lo leía? ¿Qué tiene?

—Nada, solo que tu detestas el futbol.

—No lo detesto, solo no lo entiendo.

—¿Y quieres entenderlo ahora? —enarco una ceja.

—Me gustaría ir a tus partidos y entender lo que está pasando —se encoje de hombros, sin mirarme— O...o poder ver los mundiales contigo y-y...y, no lo sé, ¿Comentarlos?

Verla tan nerviosa, pero a la vez decidida con esto me hace sonreír como un idiota. Esta es mi chica, la que, aun detestando los deportes, está dispuesta a aprender de ellos para compartir las cosas que me gustan conmigo.

Ni siquiera me lo pienso dos veces antes de envolverla en mis brazos y plantarle un ansioso beso en los labios, para luego llenar su rostro, mejillas, nariz y frente con presiones más pequeñas.

—Te amo, ¿Lo sabes?

—Lo sé, todos lo hacen.

Pongo los ojos en blanco, divertido. Esta es la nueva Sam, la que está tan segura de sí misma como para lanzar un comentario así.

Admito que ver sus avances me deja orgulloso. Ha pasado de ser la chica tímida, que se dejaba molestar, con cero confianza en sí misma a ser esta mujer independiente, confiada y determinada que me sorprende cada día. Verla tan llena de vida hace que se me reinicie la vida a mí.

—¿Me amas?

—¿Tienes que preguntarlo?

—Responde.

—Claro que te amo, Asher —sonríe— ¿Cómo no iba yo a amarte?

—Es cierto, imposible no hacerlo.

Me da una mirada de ojos entornados.

—¿Llamaste a Scarlett? —pregunto y hace una mueca.

—Lo hice, casi no me contesta.

—¿Cómo está?

—Adam la vuelve loca, ese pequeño es un terremoto, pero está bien —me dice, pensando en su mejor amiga— Me ha dicho que no vendrá este año.

Los ojos se le ponen tristes y solo me dan unas inmensas ganas de abrazarla.

Scarlett y Sam retomaron su amistad después de lo sucedido con Patrick, después de varias semanas fue como si nunca se hubiesen separado y eso me alegró, ya había perdido a Emily cuando la rubia le comentó que no iría a Nueva york con nosotros y al menos tenía a Scar para no dejarla sola.




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