El Arte de la Venganza.

01.

La noche era perfecta, o al menos eso era lo que pensaba mientras caminaba por el lujoso salón del hotel, tomado de la mano de Leonardo. Mi vestido rojo, elegido cuidadosamente, se amoldaba a mi cuerpo como una segunda piel, resaltando cada curva. Sentía que todos los ojos estaban sobre nosotros, admirando la pareja perfecta que representábamos en ese momento.

—Estás preciosa, mi amor —murmuró Leonardo en mi oído, con esa voz que siempre me dejaba sin aliento.

Le sonreí, con mi corazón latiendo desbocado. Lo amaba, lo había amado desde el primer momento en que lo vi. Sus manos fuertes sostuvieron las mías cuando me resbalé en la escalinata de la universidad tres años atras. Desde entonces, había sido mi todo.

—No puedo creer que esto sea real —le dije, entrelazando mis dedos con los suyos.

—Es tan real como tú y yo —respondió, dejando un beso suave en mi sien.

El murmullo de los invitados se intensificó cuando subimos al estrado, donde una lujosa mesa nos esperaba. Había champán, flores blancas y doradas, y la atención de todos los presentes. Mi pecho se llenó de orgullo al pensar en lo afortunada que era de haber encontrado a un hombre tan perfecto como Leonardo.

—Familia, amigos, quiero agradecerles por estar aquí esta noche —Saludó él, levantándose con una copa en la mano. Su apariencia era impecable; su traje negro de corte perfecto hacía juego con su sonrisa encantadora, todo en el era. La sala quedó en completo silencio y a la expectativa de sus palabras —Esta noche es especial porque celebro mi compromiso con la mujer más increíble que he conocido jamás. —Mis mejillas se ruborizaron mientras escuchaba los aplausos llenar el salón. Sentía que el corazón me explotaba de felicidad. Era el momento más hermoso de mi vida.

—Elena —continuó, girándose hacia mí con una sonrisa que me hizo olvidar a todos los presentes —Me has dado tu amor, tu confianza, y por eso estoy eternamente agradecido. Pero hay algo que todos aquí necesitan saber. —Sus palabras hicieron que mi corazón tambalease.

Mi sonrisa empezó a desvanecerse al notar el cambio en su voz, una frialdad que no encajaba con el ambiente de la noche. Su sonrisa perdió calidez, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—Leonardo, ¿qué pasa? —susurré, buscando sus ojos, pero él ya no me miraba.

—Elena es una mujer maravillosa, pero también es una mujer que me ha servido a un propósito mayor —dijo, dejando la copa sobre la mesa. El murmullo en la sala creció—. Un propósito que va más allá de nosotros. —La confusión me nubló la mente. Mi respiración se aceleró. ¿Por qué sonaba tan distante?

—¿Qué significa eso? —le pregunté, con un nudo formándose en mi garganta.

—Significa —continuó con voz firme— que nuestra relación, aunque “especial”, fue también parte de un acuerdo. Necesitaba que mi compromiso demostrara estabilidad, fiabilidad. Era crucial para cerrar ciertos negocios familiares. Además, también fuiste la fachada perfecta para poder mantener a mi verdadero amor oculto —El aire me faltó. Las palabras se clavaron en mí como dagas, cada una más profunda que la anterior. ¿Qué estaba diciendo?

—¿Qué? —pregunté, casi sin voz, esperando que todo fuese una broma de mal gusto.

—Lo siento, Elena, pero no podía decírtelo antes —continuó, como si no me hubiese escuchado. Su rostro estaba inexpresivo—. Me voy a casar, si, pero no contigo. —El mundo a mi alrededor se derrumbó.

Sentí que la sala se llenaba de risas ahogadas, cuchicheos y miradas de compasión mezcladas con morbo. Mi visión se nubló, y el nudo en mi garganta me impidió respirar, mucho mas cuando una mujer camino como diosa hasta quedar a su lado y entrelazar su mano con la de él.

—¡Eres un maldito! —grité, sintiendo mi voz completamente quebrada. Me levanté de golpe, tambaleándome, mis piernas temblaban como si fueran gelatina.

Leonardo intentó alcanzarme, pero retrocedí. No podía soportar que me tocara. Todo su encanto, toda su calidez, se había convertido en una máscara grotesca que ahora me mostraba su verdadero rostro.

—Elena, escucha...

—¿Escuchar qué? ¿Que solo fui un medio para un fin? ¡Un accesorio en tu maldito juego! —Mis palabras se escucharon en todo el salón, silenciando incluso a los más osados.

—Fue necesario —dijo con una frialdad que me heló la sangre.

Las miradas de los invitados eran como cuchillas que cortaban mi dignidad. Sabía que nunca olvidarían esa escena, ni los detalles de mi humillación. Con los ojos llenos de lágrimas, di media vuelta y corrí hacia la salida, ignorando los murmullos, las muecas de burla y las palabras de consuelo vacío que alguien intentó ofrecerme.

El aire helado de la noche me golpeó como un balde de agua fría. Corrí sin rumbo, con los tacones en mis manos, hasta que me detuve en un callejón oscuro.

Me dejé caer contra la pared, dejando que las lágrimas corrieran libres, lentamente deje que mi cuerpo cediera y terminara sentado en aquel sucio pasadizo. Cada palabra, cada sonrisa, cada caricia de Leonardo vino a mi memoria, negándome a creer que todo aquello que habíamos vivido era una simple mentira.

—Juro que me las pagarás —susurré entre sollozos, con la rabia y el dolor ardiendo en mi pecho como un fuego.




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