El tren avanzaba a gran velocidad a través de la oscura noche, el viento comenzaba a soplar con fuerza, golpeando las ventanas del vagón como si quisiera hacerlas estallar. Me dejé caer en el asiento junto a Alessandro, el suave ruido de la maquinaria del tren y el repiqueteo de la lluvia que comenzaba a caer sobre el techo metálico eran lo único que nos rodeaba. Sin embargo, el silencio que había entre nosotros era pesado, lleno de tensión y palabras no dichas.
Nuestro viaje, que había comenzado como un simple viaje de negocios, término con nosotros atorados en medio de una tormenta que nos sorprendió a mitad de camino y nos dejó atrapados en un pequeño pueblo, el tren no avanzaría hasta el día siguiente, debido a un accidente en la vía y la lluvia torrencial.
El clima nos obligó a encontrar refugio en un hotel cercano. Allí estábamos, los dos, atrapados en una situación inesperada y, si bien ambos intentaban mostrar calma, el ambiente estaba tan pesado que se podía cortar con un cuchillo.
Un auto nos llevó hasta un hotel cercano, era un pequeño edificio antiguo que parecía salir de una película de terror, sentí un escalofrío con tan solo verlo. El frío de la lluvia golpeo mi rostro al bajar del auto, la luz tenue del hotel se reflejaba en el agua del pavimento, todo a mi alrededor tenía un aire de irrealidad. Pero era real, y todo en mi se tensaba con cada paso que daba hacia la entrada.
—Parece que estaremos aquí por un tiempo —dijo Alessandro, tapando un poco de la lluvia que caía sobre mi con su abrigo. No parecía irritado o enojado por la situación, al contrario, estaba más bien tranquilo, como si ya se hubiera resignado a la situación. Pero yo muy bien sabía que algo más estaba rondando su cabeza, parecido a lo que rondaba en la mía.
—No es lo que habíamos planeado. —No era lo que había planeado. Lo sabía perfectamente, aunque intentaba engañarme a mí misma. La sonrisa que forzaba no hacía más que mostrar lo que ocultaba, el hecho de estar allí, en este hotel, con Alessandro, complicaba todo. La cercanía de nuestros cuerpos, el espacio pequeño, las miradas que intercambiábamos, creaban una atmósfera tan densa que la tensión se podía cortar con un cuchillo.
El hotel tenía algo peculiar. Acogedor, sí, pero antiguo. Las lámparas tenues dejaban sombras extrañas en las paredes, y el lugar parecía detenido en el tiempo, como si nadie hubiera pasado por allí en años. Al llegar al lobby, una sensación de claustrofobia comenzó a apoderarse de mí. El aire se sentía pesado, y mientras Alessandro y yo nos acercábamos al ascensor, la incomodidad era palpable, pero lo más incómodo de todo era lo cerca que estábamos el uno del otro.
El recepcionista, un hombre con cara de pocos amigos, nos dio la llave sin decir mucho. Solo mencionó que todas habitaciones ya estaban completas debido a la tormenta. Tomé la llave en silencio, y Alessandro me siguió al ascensor. Ambos sabíamos que el resto del viaje podría ser tan incómodo como decidiera serlo.
La habitación era simple. Una cama grande en el centro, ventanas que mostraban la lluvia golpeando el cristal, y una mesa en un rincón, iluminada por una lámpara de luz amarillenta. No había lujos, pero había una atmósfera cálida que, de alguna manera, solo servía para acercarnos más. Dejé mi abrigo en una silla junto a la ventana y me acerqué a la mesa, observando las gotas de lluvia deslizándose por el vidrio. Mientras tanto, Alessandro dejó la chaqueta en el perchero y caminó hacia la ventana, como si también buscara algo en el clima.
La tormenta fuera de la habitación arremetía con furia. El viento aullaba, y la lluvia parecía golpear con más fuerza. El caos del exterior se sentía como si también estuviera arrastrándonos a nosotros en su corriente.
—Parece que no saldremos de aquí hasta mañana —murmuró, rompiendo el silencio, y aunque su tono era relajado, había algo en él que hacía todo más complicado de lo que realmente era. Asentí sin mirarlo directamente, pero sentía su presencia a mi lado, tan real, tan palpable.
La cercanía entre nosotros era casi insoportable, y lo peor de todo era que la tensión, esa misma tensión que había crecido entre nosotros durante todo el tiempo que habíamos trabajado juntos, se estaba desbordando. Cada palabra, cada mirada, cada gesto desdibujaba más la línea entre lo profesional y lo personal.
El sonido de la lluvia siguió de fondo mientras el silencio se mantenía entre nosotros. La distancia entre nuestros cuerpos era amplia, pero de alguna manera, también se sentía densa. Como si no pudiéramos escapar de la atracción que ya era evidente entre los dos.
—¿No vas a decirme nada sobre lo que pasó hoy? —preguntó de repente. Su voz había cambiado, como si esperara algo más de mí. Dio un paso hacia mí, dejándome claro que no tenía intenciones de quedarse quieto.
Lo miré, y en ese instante, algo en mi interior despertó. Las conexiones que habíamos compartido, las miradas furtivas, los toques fugaces, todo comenzaba a tener sentido. Estábamos cruzando una línea, y aunque lo sabía, me encontraba incapaz de detenerlo.
—¿Qué quieres que diga?— respondí casi en un susurro. El deseo de mantenerme firme, de no ceder a esa atracción que sentía, me atravesó como una corriente eléctrica, pero al tiempo sabía que Alessandro no me dejaría ir sin respuestas.
El silencio se instaló entre nosotros, Alessandro dio un paso más cerca de mí, sus ojos fijos en los míos, como si intentara leer mis pensamientos. Su cercanía me hizo contener la respiración. La electricidad entre nosotros era tan palpable que me costaba pensar con claridad. No importaba lo que dijéramos, no importaba lo que hiciéramos, ambos sabíamos que algo ya había comenzado, algo que no podíamos ignorar.
#534 en Novela romántica
#213 en Chick lit
#193 en Novela contemporánea
romance, venganza dolor y amor inesperado, segundas oportunidades al amor
Editado: 18.02.2025