El arte de querer volar

Capítulo 2

Mi infancia, que os puedo decir de ella, nací en una pequeña o gran ciudad, no lo recuerdo, un 20 de diciembre del 2000.

En la guardería todo niño se lo pasa en grande, tan solo se va a jugar. De mis primeros años de vida no recuerdo nada de nada, solo quedan unas viejas fotos de lo que una vez fui.

En el colegio vamos creciendo poco a poco. Vemos como vamos alcanzando las cosas de un estante superior o cuando subimos de curso, el subir un piso más para llegar a nuestra nueva clase con nuevas mesas y nuevos profesores, es una sensación de alegría, son pequeñas cosas que unos dirían “Vaya tontería”, pero entiendan que para un niño de tan solo 4 o 5 años es un gran logro para nosotros o lo era para mí.

Mis padres trabajaban mucho así que casi nunca estaban en casa, tengo de ellos vagos recuerdos. En las funciones del colegio la única que iba a verme era mi abuela, me dolía ver como el resto de mis compañeros al terminar la función corrían a los brazos de sus padres y yo solo le regalaba una sonrisa a mi abuela. En el fondo sabía que no era por que no quisieran estar ahí, simplemente no podían por su trabajo. 

- Lo siento cariño, mama y papa no han podido venir – siempre decía la misma frase cuando me acercaba a ella.

- No importa – pero si que importaba.

De vez en cuando les recriminaba que nunca estuvieran conmigo e incluso lo utilizaba como chantaje, no estoy orgullosa de ello. Funcionó durante un buen tiempo, hasta que mi madre se cansó e intentó hablar conmigo. No la escuchaba a mi parecer estaba pequeña para entenderlo, pero la realidad era que no quería hacerlo. 

- Nunca han estado cuando más los he necesitado – era mi frase favorita cuando quería que me dejaran de regañar.

- ¡No tienes ni idea de lo que nos dolía no estar ahí! – lo sabía, pero hacia oídos sordos.

Con esto no quiero decir que siempre fue así, porque no. Fueron aparecieron más y más en mis actividades, animándome e incluso comentando que había estado muy bien aunque no fuera verdad. Aunque que padre le diría a su hijo que lo había hecho mal, bueno los míos un poquito, no en plan de maldad sino como una critica constructiva.

En mis muy pocos tiempos libres, jugaba con mis muñecas. Les construía “una casa” con lo que tuviera a mano, un espejo a modo de mesa, una almohada pequeña a modo de cama… A la hora de cocinar cogía la tapa de los lacasitos y los usaba como platos, tomaba harina y un poco de agua y ¡a cocinar!. Eso si luego para limpiarlo… 

Lo que son esos momentos de ignorancia, no en el mal sentido todo lo contrario. En esa época solo me tenia que preocupar de hacer los deberes e irme a dormir a las 22:00 y ser capaz de despertarme al día siguiente a la hora.

Nunca he sido muy buena a la hora de madrugar, la mayoría de las veces me levantaba de muy mal humor o simplemente no lo hacía. Creo que rara vez me levantaba por mi propio pie, pero seamos sinceros ¿a quién le gusta madrugar? A nadie y quien diga lo contrario miente.

 



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En el texto hay: vida, love, deceptions

Editado: 07.10.2020

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